martes, 6 de junio de 2000

Iñaki Urlezaga y su eterno retorno

6 de junio de 2000

Por EDUARDO GIORELLO

"Apolo y sus tías". Sainete bailado de Oscar Araiz. Música: Jacques Offenbach. Vestuarios: Renata Schussheim, Carlos Cytrynowski y Nuno Corte Real. En el programa: "La noche de Walpurgis". Adaptación coreográfica: Lilian Giovine. Música: Charles Gounod. Vestuario: Mariano Toffi y Mara Hombrao. Intérpretes: Iñaki Urlezaga y Ballet Concierto dirigido por Lilian Giovine. En el Coliseo Podestá.

Iñaki Urlezaga no nos olvida. Lo suyo es un eterno retorno a la ciudad que lo vio nacer y a la vez, a los afectos. Los de su familia, de sus amigos, de sus maestros, de sus compañeros profesionales. Por eso las frecuentes visitas de Iñaki son dicotómicas. El trabajo como bailarín, del que muestra constantemente sus avances, por un lado y por otro el placer que le provocan las avenidas pujantes de tilos. Su maestra y orientadora Lilian Giovine lo espera siempre con novedades y propuestas para cumplir con el Ballet Concierto que ella dirige. Iñaki se presta gozoso a este juego de idas y venidas, de despedidas y reencuentros. Todo está en su lugar y La Plata agradecida por la renovada presencia de estos hijos ilustres haciendo cosas por ella, sobre todo en momentos en que una avalancha de funcionarios y artistas de diversa índole invaden nuestros ámbitos culturales (a veces con fortuna y otras veces con no tanta) haciendo peligrar la identidad platense construida por poetas, docentes, músicos, artistas en general de importantes alcances, aún internacionales.

"Apolo y sus tías" es un delicioso divertimento. Inspirado lejanamente por "Las 9 tías de Apolo", de Juan Carlos Ferrari (por lo que Araiz califica al trabajo como "sainete bailado") este ballet corto -dura menos de treinta minutos- gira alrededor del único hombre de la trama, es decir Apolo (¿hombre o dios?) que es conducido por las musas -como en "Apollon musagette", de Stravinsky- hacia el Parnaso. Utilizada la anécdota por Araiz para homenajear a sus maestros, cultores de distintos estilos de danza, "Apolo y sus tías" avanza en una concatenación de microsecuencias donde el coreógrafo utiliza distintos recursos del teatro danzado para exponer con humor las conveniencias y las inconveniencias de tener maestros en exceso celosos de sus alumnos y de sus resultados. En ocasiones, auténticos verdugos de los educandos, la relación no es otra que la de víctimas y victimarios. Generalmente los dividendos son positivos y el recuerdo de los formadores de disciplina y pensamiento no inspiran más que calidez y afecto junto a un profundo agradecimiento.

Ahí están las musas, la maestra de danza, las compañeras. Todo un universo femenino rodeando al varón, único objeto de sus atenciones. Araiz expone su pensamiento y su lenguaje (con aportes muy libres de danza clásica, contemporánea, music-hall) con mucho humor. Para ello contó no sólo con la capacidad de Iñaki Urlezaga en un diseño distinto de su danza sino también de las labores de un grupo de muchachas muy disciplinado y de muy atendibles rendimientos técnicos (María Massa, Fernanda Bianchi, Leticia Latrónico, Giuliana Rossetti) en una actividad coral de gran dinamismo y soltura. Entre juegos solísticos muy sofisticados y de virtuosismo académico.

Iñaki ocupa el centro de la escena, que se complementa con grupos femeninos en contrapunto. Una especial atención se tuvo al trazar el perfil de la maestra -en una actuación llena de carisma de Marta Steinhebel- que contrasta con su rigidez y ácido aliento, la soltura algo ingenua y melancólica de Apolo. En este sentido la secuencia final, con la "barcarola" de Offenbach es paradigmática. Por otro lado, toda la música del compositor germano-francés funcionó a las mil maravillas para los desplazamientos imaginados por Araiz, quien cita desde Balanchine hasta Béjart, pero siempre con una impronta original y personal. Iñaki, por su lado, sirve al espíritu humorístico de la obra, con dotes desconocidas en él. Un importante paso adelante en lo dramático.

En la primera parte se vio una demodé edición de "La noche de Walpurgis" sobre la música de ballet de la ópera "Fausto", de Gounod. Proveniente de diseño de Lavrosky para el Bolshoi, luego retomado por Plissetski que lo "aggiornó", ahora fue repuesto por Lilian Giovine para el grupo del Ballet Concierto, que lo bailó con empeño pero la obra en estas condiciones es insalvable.

Pasado de moda, con unos faunos de utilería y ninfas al tono, ni siquiera la participación de Urlezaga junto a Bianc desplegando ambos una importante batería técnico-acrobática, logró cambiar el clima vetusto de la producción.

Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/20000606/espectaculos6.html

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