26 de junio de 2000
"El Amante", de Harold Pinter, con Lorenzo Quinteros, Alejandra Rubio y Mariano Cáceres. Escenografía y vestuario: Leonel Luna y Ximena Bustamante. Realización: Jorge Clarke. Banda original de sonido: Rick Anna. Asistencia de piso: Lorena Barceló. Producción general: Julio Belando. Puesta en escena y dirección: Raúl Serrano. Sala Astor Piazzolla del Teatro Argentino de La Plata.
"¿Hoy viene tu amante?", le pregunta despreocupadamente Richard a su esposa Sara antes de irse al trabajo. Comienzo provocativo e inquietante, si los hay. Punzantes palabras que definen el particular estilo del actor y dramaturgo inglés Harold Pinter (1930), cuyas obras más destacadas son: "Fiesta de cumpleaños" (1958), "El cuidador" (1960), "Retorno al hogar" (1965), "Viejos tiempos" (1971), "Tierra de nadie" (1975) y "Traición" (1979). Entre sus guiones cinematográficos figuran "El sirviente", "Accidente", y "El mensajero" de Joseph Losey, "El último magnate", de Elia Kazan, y "La amante del teniente francés", de Karel Reisz.
"El amante" fue en principio un guión televisivo, cuya adaptación teatral corrió por cuenta del propio Pinter en 1963. Esta singular obra contiene muchas de las "obsesiones" del autor: la incomunicación entre los seres humanos; el lenguaje como barrera infranqueable que separa y no como puente que acerca; diálogos plagados de banalidades y frases hechas, vacías de contenido ("smalltalk"); personajes encerrados en el espacio y detenidos en el tiempo; relaciones estériles e insatisfactorias, pistas falsas que desorientan y confunden deliberadamente al espectador, induciendo al error; una tensión amenazante que presagia violencia; un clima agobiante, ominoso, enigmático y oscuro; fusión del presente con el pasado, en una simbiosis de sucesos que se superponen en un "aquí y ahora" permanente.
La línea argumenta: Richard y Sara llevan diez años de matrimonio. La rutina, como la gota que orada la piedra, ejerce su implacable efecto corrosivo y desgastante en la relación. Para contrarrestarla, la pareja incurre en un consensuado (y simulado) "menage a trois" (o más bien, "a quatre"), aceptando como si nada que cada uno tenga su amante. Así, mientras su marido trabaja, Sara recibe a Max, sujeto fogoso y bohemio (la antítesis de su frío y prolijo marido), que enciende el fuego casi todas las tardes a la hora del té. Richard, por su parte, se encuentra con una prostituta que, como buena profesional del sexo, satisface todas sus apetencias. Al reencontrarse a la noche en la paz del hogar, ambos cónyuges comparten sus respectivas experiencias sin falsos pudores. Todo muy civilizado, casi posmoderno.
El problema surge cuando Richard decide unilateralmente ponerle punto final al juego. Y en esto nos recuerda una desgarradora escena de ¿Quién le teme a Virginia Wollf?, esa memorable obra de otro exponente del teatro del absurdo y la incomunicación, el norteamericano Edward Albee. Se trata de la escena en que George le comunica a Martha que el hijo de ambos ha muerto. Aquí George también está dando por finalizado un "juego" que ambos habían inventado, puesto que ese hijo nunca existió. El efecto de la noticia en Martha es devastador, como lo es en Sara, que no puede seguir adelante si no es en el ámbito de la ficción, de esa suerte de comedia de enredos que ella y su esposo habían pactado.
La impecable puesta de Raúl Serrano de "El amante" rescata con absoluto rigor el espíritu y el "tempo" pinterianos. Para ello cuenta con una formidable dupla de actores. Tanto Lorenzo Quinteros (de quien recordamos su magnífica "Metamorfosis" de Kafka, año '93), como Alejandra Rubio, dibujan sus personajes con una amplia gama de matices, multiplicándose en distintos roles, transformándose interna y externamente, según las exigencias del papel que les toque jugar. Mordaces, irónicos, sutiles, sarcásticos, desbordados, sensuales, crueles, compasivos, Richard y Sara sufren las consecuencias de un juego atractivo y necesario, pero sumamente peligroso, caminando siempre por la cornisa, agazapados y a la defensiva, vulnerables hasta la médula. Mariano Cáceres, en su breve pero eficaz intervención, incremente la intriga y aporta otra pieza (¿otra pista falsa?) a este inquietante rompecabezas. "El amante": Pinter en estado puro.
Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/20000626/espectaculos2.html
"El Amante", de Harold Pinter, con Lorenzo Quinteros, Alejandra Rubio y Mariano Cáceres. Escenografía y vestuario: Leonel Luna y Ximena Bustamante. Realización: Jorge Clarke. Banda original de sonido: Rick Anna. Asistencia de piso: Lorena Barceló. Producción general: Julio Belando. Puesta en escena y dirección: Raúl Serrano. Sala Astor Piazzolla del Teatro Argentino de La Plata.
"¿Hoy viene tu amante?", le pregunta despreocupadamente Richard a su esposa Sara antes de irse al trabajo. Comienzo provocativo e inquietante, si los hay. Punzantes palabras que definen el particular estilo del actor y dramaturgo inglés Harold Pinter (1930), cuyas obras más destacadas son: "Fiesta de cumpleaños" (1958), "El cuidador" (1960), "Retorno al hogar" (1965), "Viejos tiempos" (1971), "Tierra de nadie" (1975) y "Traición" (1979). Entre sus guiones cinematográficos figuran "El sirviente", "Accidente", y "El mensajero" de Joseph Losey, "El último magnate", de Elia Kazan, y "La amante del teniente francés", de Karel Reisz.
"El amante" fue en principio un guión televisivo, cuya adaptación teatral corrió por cuenta del propio Pinter en 1963. Esta singular obra contiene muchas de las "obsesiones" del autor: la incomunicación entre los seres humanos; el lenguaje como barrera infranqueable que separa y no como puente que acerca; diálogos plagados de banalidades y frases hechas, vacías de contenido ("smalltalk"); personajes encerrados en el espacio y detenidos en el tiempo; relaciones estériles e insatisfactorias, pistas falsas que desorientan y confunden deliberadamente al espectador, induciendo al error; una tensión amenazante que presagia violencia; un clima agobiante, ominoso, enigmático y oscuro; fusión del presente con el pasado, en una simbiosis de sucesos que se superponen en un "aquí y ahora" permanente.
La línea argumenta: Richard y Sara llevan diez años de matrimonio. La rutina, como la gota que orada la piedra, ejerce su implacable efecto corrosivo y desgastante en la relación. Para contrarrestarla, la pareja incurre en un consensuado (y simulado) "menage a trois" (o más bien, "a quatre"), aceptando como si nada que cada uno tenga su amante. Así, mientras su marido trabaja, Sara recibe a Max, sujeto fogoso y bohemio (la antítesis de su frío y prolijo marido), que enciende el fuego casi todas las tardes a la hora del té. Richard, por su parte, se encuentra con una prostituta que, como buena profesional del sexo, satisface todas sus apetencias. Al reencontrarse a la noche en la paz del hogar, ambos cónyuges comparten sus respectivas experiencias sin falsos pudores. Todo muy civilizado, casi posmoderno.
El problema surge cuando Richard decide unilateralmente ponerle punto final al juego. Y en esto nos recuerda una desgarradora escena de ¿Quién le teme a Virginia Wollf?, esa memorable obra de otro exponente del teatro del absurdo y la incomunicación, el norteamericano Edward Albee. Se trata de la escena en que George le comunica a Martha que el hijo de ambos ha muerto. Aquí George también está dando por finalizado un "juego" que ambos habían inventado, puesto que ese hijo nunca existió. El efecto de la noticia en Martha es devastador, como lo es en Sara, que no puede seguir adelante si no es en el ámbito de la ficción, de esa suerte de comedia de enredos que ella y su esposo habían pactado.
La impecable puesta de Raúl Serrano de "El amante" rescata con absoluto rigor el espíritu y el "tempo" pinterianos. Para ello cuenta con una formidable dupla de actores. Tanto Lorenzo Quinteros (de quien recordamos su magnífica "Metamorfosis" de Kafka, año '93), como Alejandra Rubio, dibujan sus personajes con una amplia gama de matices, multiplicándose en distintos roles, transformándose interna y externamente, según las exigencias del papel que les toque jugar. Mordaces, irónicos, sutiles, sarcásticos, desbordados, sensuales, crueles, compasivos, Richard y Sara sufren las consecuencias de un juego atractivo y necesario, pero sumamente peligroso, caminando siempre por la cornisa, agazapados y a la defensiva, vulnerables hasta la médula. Mariano Cáceres, en su breve pero eficaz intervención, incremente la intriga y aporta otra pieza (¿otra pista falsa?) a este inquietante rompecabezas. "El amante": Pinter en estado puro.
Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/20000626/espectaculos2.html
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