24 de junio de 2000
"Hugo Varela en desConcierto": Hugo Varela, acompañado por Claudio Armesto, Rossana Bonetto, Gustavo Calabrese y Hernán Jiménez. Música y arreglos: Varela/Calabrese. Vestuario, pelucas y muñecos: Talleres Magariño. Escenografía: Seto/Hugo Barreto. Libro y dirección: Hugo Varela. Teatro Municipal Coliseo Podestá.
Hugo Varela no es lo que se dice un Adonis, y él lo sabe mejor que nadie, porque utiliza su facha de anti-galán para reírse de sí mismo y provocar la hilaridad de su público fiel. Flaco y desgarbado, realza su quijotesca estampa con unos pantalones que revelan buena parte de sus blancos calcetines. Muy "fashion".
Varela confiesa sin pudor ni tapujos que el 2000 le generó un gran desconcierto, porque él creía a pie juntillas en las promesas de los científicos americanos, cuando aseguraban que el avance tecnológico traería aparejada la felicidad del ser humano. Tecnología hay, y de sobra, pero el hombre parece cada días más desorientado, desconcertado e infeliz.
En ese sentido, y en muchos otros, el show de Varela está teñido de una cierta nostalgia: nostalgia de los entretenimientos pre-tecnológicos, como la payana, la bolita, el huevo podrido, la rayuela; nostalgia del picadito en el potrero, reemplazado ahora por la navegación y el impersonal chateo en el ciberespacio; nostalgia de la franela de zaguán, desplazada hoy por el aséptico sexo virtual; nostalgia de una época bastante más simple, en la que "el artefacto más sofisticado de la cocina era el abrelatas".
La vertiente de humor que cultiva este showman bien criollo es también una especie en franca extinción. Pícaro, ladino, sanatero, Varela apuesta siempre a la ingenuidad, al sobreentendido, al guiñe cómplice, al doble sentido, sin apelar nunca a la chabacanería ni a la obviedad. Nos recuerda las típicas "peñas" estudiantiles de fines de los '60 y comienzos de los '70, en las que se improvisaban guitarreadas y payadas, mientras se degustaban empanadas rociadas de abundante vino tinto.
Por otra parte, este cómico tiene bastantes puntos en común con los Cinco Grandes del Humor, "Les Luthiers", sobre todo en lo que se refiere a la invención de instrumentos no convencionales. Su "violín-plumero", su guitarra eléctrica hecha con una auténtica chata enlozada, su singular pala en la que ejecuta un "pala-pala" de su autoría, Varela ejecuta con maestría todo estos heterodoxos adminículos. Tangos, valses, chacareras, zambas, cumbias, no hay ritmo que se le resista a este gracioso virtuoso.
Varela no está solo en su "desConcierto". Lo acompañan cuatro talentosos y versátiles artistas, que ofician a veces de coro ("Potus Cuatro"), de rellena-baches entre escena y escena, de bailarines o de partenaires. El tango danzado por Jiménez y Armesto (entre hombres, como en sus orígenes), y el asombroso desdoblamiento de Rossana Bonetto (que luego deja a los caballeros sin aliento con su sexy mulatona): dos perlitas del espectáculo.
Fresco, ingenioso, entrador, espontáneo, simpático, Hugo Varela entretiene y divierte con buenas artes, rematando su "unipersonal con elenco" con un clásico, a pedido del público: "La corbata rojo punzó", desopilante relato del triste e indigno destino que corrió una fina corbata de seda a manos de su descompuesto y desconsolado dueño. Broche de oro.
IRENE BIANCHI
Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/20000624/espectaculos11.html
"Hugo Varela en desConcierto": Hugo Varela, acompañado por Claudio Armesto, Rossana Bonetto, Gustavo Calabrese y Hernán Jiménez. Música y arreglos: Varela/Calabrese. Vestuario, pelucas y muñecos: Talleres Magariño. Escenografía: Seto/Hugo Barreto. Libro y dirección: Hugo Varela. Teatro Municipal Coliseo Podestá.
Hugo Varela no es lo que se dice un Adonis, y él lo sabe mejor que nadie, porque utiliza su facha de anti-galán para reírse de sí mismo y provocar la hilaridad de su público fiel. Flaco y desgarbado, realza su quijotesca estampa con unos pantalones que revelan buena parte de sus blancos calcetines. Muy "fashion".
Varela confiesa sin pudor ni tapujos que el 2000 le generó un gran desconcierto, porque él creía a pie juntillas en las promesas de los científicos americanos, cuando aseguraban que el avance tecnológico traería aparejada la felicidad del ser humano. Tecnología hay, y de sobra, pero el hombre parece cada días más desorientado, desconcertado e infeliz.
En ese sentido, y en muchos otros, el show de Varela está teñido de una cierta nostalgia: nostalgia de los entretenimientos pre-tecnológicos, como la payana, la bolita, el huevo podrido, la rayuela; nostalgia del picadito en el potrero, reemplazado ahora por la navegación y el impersonal chateo en el ciberespacio; nostalgia de la franela de zaguán, desplazada hoy por el aséptico sexo virtual; nostalgia de una época bastante más simple, en la que "el artefacto más sofisticado de la cocina era el abrelatas".
La vertiente de humor que cultiva este showman bien criollo es también una especie en franca extinción. Pícaro, ladino, sanatero, Varela apuesta siempre a la ingenuidad, al sobreentendido, al guiñe cómplice, al doble sentido, sin apelar nunca a la chabacanería ni a la obviedad. Nos recuerda las típicas "peñas" estudiantiles de fines de los '60 y comienzos de los '70, en las que se improvisaban guitarreadas y payadas, mientras se degustaban empanadas rociadas de abundante vino tinto.
Por otra parte, este cómico tiene bastantes puntos en común con los Cinco Grandes del Humor, "Les Luthiers", sobre todo en lo que se refiere a la invención de instrumentos no convencionales. Su "violín-plumero", su guitarra eléctrica hecha con una auténtica chata enlozada, su singular pala en la que ejecuta un "pala-pala" de su autoría, Varela ejecuta con maestría todo estos heterodoxos adminículos. Tangos, valses, chacareras, zambas, cumbias, no hay ritmo que se le resista a este gracioso virtuoso.
Varela no está solo en su "desConcierto". Lo acompañan cuatro talentosos y versátiles artistas, que ofician a veces de coro ("Potus Cuatro"), de rellena-baches entre escena y escena, de bailarines o de partenaires. El tango danzado por Jiménez y Armesto (entre hombres, como en sus orígenes), y el asombroso desdoblamiento de Rossana Bonetto (que luego deja a los caballeros sin aliento con su sexy mulatona): dos perlitas del espectáculo.
Fresco, ingenioso, entrador, espontáneo, simpático, Hugo Varela entretiene y divierte con buenas artes, rematando su "unipersonal con elenco" con un clásico, a pedido del público: "La corbata rojo punzó", desopilante relato del triste e indigno destino que corrió una fina corbata de seda a manos de su descompuesto y desconsolado dueño. Broche de oro.
IRENE BIANCHI
Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/20000624/espectaculos11.html
No hay comentarios.:
Publicar un comentario