Juan Palomino: Mirada sobre sí mismo
20-10-2008 / Vive en Palermo, tiene dos hijos y Pappo era el padrino del más chico. Con decenas de telenovelas en su haber, también hace radio, está por estrenar tres películas y tiene más proyectos.
por Jimena Arnolfi
jarnolfi@miradasalsur.com
Juan Palomino (47 años) declara que es actor porque fue la actuación lo que le permitió entender la realidad en la que estaba creciendo. Además de actuar en Mujeres de Nadie, por Canal 13, está de gira con La tentación, obra escrita por Pacho O’Donnell y en cartel hace más de un año con importante respuesta del público. Dice llevarse bien con el rótulo de “galán” , y que es un precedente de los actores morenos en la televisión argentina: “Al principio no fue fácil trabajar con este porte, mi color de piel y mi forma de hablar” .
–¿Qué te atrajo de tu personaje en La tentación?
–Cuando me llegó el libro, en seguida me sentí identificado con Manuel Dorrego. La obra habla de ideología, de principios, de valores, del amor, de las mujeres. Lo que me queda en concreto son los personajes. La tentación es esto, son dos hombres con sus distintos puntos de vista, por un lado el imperio británico y por otro el gobierno nacional y popular de Dorrego. Cada vez dudo menos de que Dorrego es uno de los grandes próceres oscurecidos por la historia oficial. Esta historia muestra las razones: se recuerda que fue fusilado por Lavalle pero no se sabe por qué. Dorrego se preocupaba por los derechos de los sectores más desposeídos. Se preguntaba por qué había gente afuera de la ciudad, por qué los esclavos indios, por qué el maltrato para con ellos, por qué ellos no participaban de la vida social de Buenos Aires. Y el fusilamiento aparece cuando es evidente que estas preguntas tocan los resortes del poder económico.
–¿Fue difícil la tarea de ponerse en la piel de un personaje histórico de tanta relevancia?
–A la hora de caracterizar un personaje siempre me interesó ponerme en la piel del hombre y su circunstancia. Todo empezó con el Martín Fierro de Gerardo Vallejo. Nunca me imaginé en la piel de Martín Fierro. Son papeles que dependen mucho del pensamiento del hombre que va a encarnar el personaje. Me atreví a bucear en esa historia de gauchos, de originarios, de militares y de grandes egoísmos por parte de Fierro. El se da cuenta recién cuando lo toman a él, pero cuando se iban llevando a sus vecinos nunca hizo nada. Es la historia de siempre, el hombre toma conciencia cuando recién le pasa a él. Esta tendencia se acentuó a finales del siglo pasado, y hoy seguimos atravesando este individualismo. Es el origen de cada uno. La línea de pensamiento que hay en todos los personajes que me interesan es la idea de enfrentarse a un sistema para construir algo mas justo.
–¿Cuál es la respuesta del público?
–Yo pensé que iba a ser muy difícil lograr que el público se interesase. Pero hemos hecho funciones de más de mil personas. Yo me preguntaba si iba a venir alguien o era un capricho mío y rápidamente me di cuenta de que todo tiene que ver con el contexto social y político en que vivimos. Evidentemente hay una necesidad importante por revisar nuestra historia. Creo que en los ’90 no hubiese funcionado, son los tiempos que uno vive. No es casual que una productora como Cuatro Cabezas se involucre con un proyecto como Algo habrán hecho de la mano de Felipe Pigna. Me parece valioso aunque tenga mis diferencias con los muchachos. Pero ahí vieron un negocio. La aparición de Pigna u O’ Donnell para tomar la historia, es decir, esa “otra parte” que no es la oficial, es sumamente necesaria. Es importante hablar de ideales para recuperar las ideologías y el colectivismo.
–¿Suma que los protagonistas sean galanes de las novelas de la tarde?
–Muchas mujeres caen por cholulismo y se encuentran con una obra que les plantea una visión de la sociedad totalmente alejada al universo de la telenovela del almuerzo. Y lo agradecen.
–¿Cómo conjugás las dos facetas siendo trabajos tan diferentes, el de la tele y el teatro?
- Lo transito con mis diferencias y contradicciones. El laburo de la tele también me da satisfacciones. Pero sé dónde estoy. La tele es una parte de mi vida. En cambio el teatro es donde puedo conjugar mi pensamiento con el personaje. En la radio igual.
–¿Qué personaje de televisión recordás más gustoso?
–En Carola Casini hice de corredor de autos. De chico fantaseaba con serlo, y me llegó el personaje y encima conocí a Pappo. Cuando terminó Carola Casini empezamos a correr de verdad. Terminé, en mi corta carrera automovilística, siendo copiloto de Patricio Di Palma en el TC de Río Cuarto. Fue maravilloso. La tele me hizo conocer a Norberto (Pappo), con quien tuve una muy linda amistad, de hecho era el padrino de mi hijo. Le confíe la vida de mi hijo hace diez años, y se fue antes, pero está presente su espíritu. También me gustó Poliladron, un personaje que ponía bombas, un completo psicópata. Y por supuesto disfruté mucho de hacer Televisión por la identidad, que considero un hecho histórico. Por suerte siempre pude hacer las dos cosas a la vez, en paralelo hacía una novela con Cris Morena y teatro en el San Martín. Vengo del teatro, mi formación es netamente teatral.
–Te llevás bien con el rótulo de galán.
–Sí, tengo 47 años, ahora me río. Me divierte, ¡vamos a besar! (se ríe), en realidad son los personajes más aburridos... pero los mejor pagos...
Origen. Nació en La Plata en y vivió hasta los 16 años en Cuzco, Perú, “cosmopolita, mítica, capital de la cultura quechua, de los incas, al irte te das cuenta cómo influye en tu formación”. Volvió a la Argentina en el ’78. Dice no creer en el artista que no es político: “El artista no puede no estar comprometido políticamente. Esa cosa del tipo que dice ‘yo sólo entretengo’. Pues bien, eso no es un artista. Se tapan la boca, la nariz, los oídos, son indiferentes y ‘entretienen’. Yo elegí ser actor, cuento historias que me representan. No soy una estrella que vive encapsulado en autos polarizados y vive en lugares aislados y no sabe qué es lo que pasa. Soy un trabajador”.
–Llegaste al país en plena dictadura militar.
–Sí, y estoy muy agradecido al Teatro. A mis compañeros de teatro, que me ayudaron a darme cuenta qué estaba pasando a mi alrededor. Ellos me hicieron relacionar con autores clásicos y a la vez me informaban sobre lo que pasaba, me destruían esa idea que mucho rondaba en las calles como el “algo habrán hecho”.
–¿Y en el seno de tu familia cómo se vivía ese momento?
–El tema es que nosotros en Perú vivimos el proceso revolucionario de Juan Velasco Alvarado. Él era militar y había golpeado al presidente democrático. Este militar transformó la realidad peruana. Por primera vez se había reconocido al hombre, al originario, al campesino. Se nacionalizó el petróleo, las minas, la reforma agraria. Los obreros participaban de la sociedad. Por eso la imagen del militar que teníamos era buena, era la del militar progresista que quería construir una sociedad más justa y equitativa. Podemos comparar a Velasco Alvarado con Perón, pero más tirado a la izquierda. Un nacionalismo de izquierda. Un socialismo a la peruana.
–Pero llegaste y te encontraste con estos militares...
–Claro, era muy raro todo, antes de entrar a la escuela de teatro, estuvo el Mundial, y la gente salía a las calles, los militares en las calles, Perú perdiendo 6 a 0 con Argentina... El teatro me hizo entender los tiempos que estaba viviendo. Cuando vino la democracia yo ya estaba más cercano al peronismo, voté a Luder, y creía en ese punto visto. Y sigo creyendo. Es un partido bastante complejo pero fue el que más habló de distribución. Los radicales defienden las instituciones, los socialistas... no sé todavía dónde ubicarlos... Las medidas del general Perón fueron las que más hicieron por los desplazados. Ahora bien, dentro del peronismo, soy más de Eva, que quizás era más radical. Hay que revisar la historia.
–Es frecuente encontrarte en marchas y protestas, ¿dentro de tu condición de actor te reconocés un militante?
–Sí, nunca esquivé, siempre les puse el cuerpo a los momentos que me tocó vivir. Por ejemplo, el asesinato de Kosteki y Santillán en el 2003. Aquel momento en el que no dejaban pasar a los piqueteros en el puente Pueyrredón me movilizó en seguida. Me enteré y no dudé en ser testigo de lo que iba a pasar y me fui a poner en el medio. Ahí entendí que no se puede ser indiferente a la realidad que te toca vivir. Es más, hay veces que hay que ser así de rotundo, o estás de un lado o estás del otro. Y yo sabía de qué lado estar. Hemos construido una sociedad individualista y jodida. Mientras disfrutábamos del uno a uno –y yo también me hago cargo de eso– se iban quedando afuera un montón de argentinos, se acabó el trabajo, se vendió el país. Esta es la política que ha resultado desde los distintos golpes de Estado. Genocidios sociales y económicos.
–¿Cómo vivís los juicios a los represores?
–Me parece fantástico, estamos en un gobierno peronista, y lo que tendría que haber pasado hace mucho tiempo, está pasando. Yo si me voy en el tiempo y hago un análisis de los últimos 30 años, es el gobierno que más me cierra, que más me identifica. Quiero ser objetivo, pero hay que reconocer algunas cuestiones que están bien. Derechos humanos, integración con Latinoamérica, justicia. A nivel cultural se está trabajando más, hay libertad de prensa aunque se diga lo contrario, se salió del infierno del 2001, se pudo recuperar el país. Yo critico la distribución. El tema del INDEC. Yo voy al supermercado y gasto una fortuna. Entonces la realidad... ¿cuál es la realidad? ¿Por qué no se puede ser claro? O el tren bala. Todavía no lo entiendo, cuando veo los pueblos abandonados porque dejó de pasar el ferrocarril, ¿para qué un tren bala? Hay que reactivar los ferrocarriles. Entonces me siento identificado pero también soy crítico. De eso se trata la democracia y la república.
Fuente: http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=11274
20-10-2008 / Vive en Palermo, tiene dos hijos y Pappo era el padrino del más chico. Con decenas de telenovelas en su haber, también hace radio, está por estrenar tres películas y tiene más proyectos.
por Jimena Arnolfi
jarnolfi@miradasalsur.com
Juan Palomino (47 años) declara que es actor porque fue la actuación lo que le permitió entender la realidad en la que estaba creciendo. Además de actuar en Mujeres de Nadie, por Canal 13, está de gira con La tentación, obra escrita por Pacho O’Donnell y en cartel hace más de un año con importante respuesta del público. Dice llevarse bien con el rótulo de “galán” , y que es un precedente de los actores morenos en la televisión argentina: “Al principio no fue fácil trabajar con este porte, mi color de piel y mi forma de hablar” .
–¿Qué te atrajo de tu personaje en La tentación?
–Cuando me llegó el libro, en seguida me sentí identificado con Manuel Dorrego. La obra habla de ideología, de principios, de valores, del amor, de las mujeres. Lo que me queda en concreto son los personajes. La tentación es esto, son dos hombres con sus distintos puntos de vista, por un lado el imperio británico y por otro el gobierno nacional y popular de Dorrego. Cada vez dudo menos de que Dorrego es uno de los grandes próceres oscurecidos por la historia oficial. Esta historia muestra las razones: se recuerda que fue fusilado por Lavalle pero no se sabe por qué. Dorrego se preocupaba por los derechos de los sectores más desposeídos. Se preguntaba por qué había gente afuera de la ciudad, por qué los esclavos indios, por qué el maltrato para con ellos, por qué ellos no participaban de la vida social de Buenos Aires. Y el fusilamiento aparece cuando es evidente que estas preguntas tocan los resortes del poder económico.
–¿Fue difícil la tarea de ponerse en la piel de un personaje histórico de tanta relevancia?
–A la hora de caracterizar un personaje siempre me interesó ponerme en la piel del hombre y su circunstancia. Todo empezó con el Martín Fierro de Gerardo Vallejo. Nunca me imaginé en la piel de Martín Fierro. Son papeles que dependen mucho del pensamiento del hombre que va a encarnar el personaje. Me atreví a bucear en esa historia de gauchos, de originarios, de militares y de grandes egoísmos por parte de Fierro. El se da cuenta recién cuando lo toman a él, pero cuando se iban llevando a sus vecinos nunca hizo nada. Es la historia de siempre, el hombre toma conciencia cuando recién le pasa a él. Esta tendencia se acentuó a finales del siglo pasado, y hoy seguimos atravesando este individualismo. Es el origen de cada uno. La línea de pensamiento que hay en todos los personajes que me interesan es la idea de enfrentarse a un sistema para construir algo mas justo.
–¿Cuál es la respuesta del público?
–Yo pensé que iba a ser muy difícil lograr que el público se interesase. Pero hemos hecho funciones de más de mil personas. Yo me preguntaba si iba a venir alguien o era un capricho mío y rápidamente me di cuenta de que todo tiene que ver con el contexto social y político en que vivimos. Evidentemente hay una necesidad importante por revisar nuestra historia. Creo que en los ’90 no hubiese funcionado, son los tiempos que uno vive. No es casual que una productora como Cuatro Cabezas se involucre con un proyecto como Algo habrán hecho de la mano de Felipe Pigna. Me parece valioso aunque tenga mis diferencias con los muchachos. Pero ahí vieron un negocio. La aparición de Pigna u O’ Donnell para tomar la historia, es decir, esa “otra parte” que no es la oficial, es sumamente necesaria. Es importante hablar de ideales para recuperar las ideologías y el colectivismo.
–¿Suma que los protagonistas sean galanes de las novelas de la tarde?
–Muchas mujeres caen por cholulismo y se encuentran con una obra que les plantea una visión de la sociedad totalmente alejada al universo de la telenovela del almuerzo. Y lo agradecen.
–¿Cómo conjugás las dos facetas siendo trabajos tan diferentes, el de la tele y el teatro?
- Lo transito con mis diferencias y contradicciones. El laburo de la tele también me da satisfacciones. Pero sé dónde estoy. La tele es una parte de mi vida. En cambio el teatro es donde puedo conjugar mi pensamiento con el personaje. En la radio igual.
–¿Qué personaje de televisión recordás más gustoso?
–En Carola Casini hice de corredor de autos. De chico fantaseaba con serlo, y me llegó el personaje y encima conocí a Pappo. Cuando terminó Carola Casini empezamos a correr de verdad. Terminé, en mi corta carrera automovilística, siendo copiloto de Patricio Di Palma en el TC de Río Cuarto. Fue maravilloso. La tele me hizo conocer a Norberto (Pappo), con quien tuve una muy linda amistad, de hecho era el padrino de mi hijo. Le confíe la vida de mi hijo hace diez años, y se fue antes, pero está presente su espíritu. También me gustó Poliladron, un personaje que ponía bombas, un completo psicópata. Y por supuesto disfruté mucho de hacer Televisión por la identidad, que considero un hecho histórico. Por suerte siempre pude hacer las dos cosas a la vez, en paralelo hacía una novela con Cris Morena y teatro en el San Martín. Vengo del teatro, mi formación es netamente teatral.
–Te llevás bien con el rótulo de galán.
–Sí, tengo 47 años, ahora me río. Me divierte, ¡vamos a besar! (se ríe), en realidad son los personajes más aburridos... pero los mejor pagos...
Origen. Nació en La Plata en y vivió hasta los 16 años en Cuzco, Perú, “cosmopolita, mítica, capital de la cultura quechua, de los incas, al irte te das cuenta cómo influye en tu formación”. Volvió a la Argentina en el ’78. Dice no creer en el artista que no es político: “El artista no puede no estar comprometido políticamente. Esa cosa del tipo que dice ‘yo sólo entretengo’. Pues bien, eso no es un artista. Se tapan la boca, la nariz, los oídos, son indiferentes y ‘entretienen’. Yo elegí ser actor, cuento historias que me representan. No soy una estrella que vive encapsulado en autos polarizados y vive en lugares aislados y no sabe qué es lo que pasa. Soy un trabajador”.
–Llegaste al país en plena dictadura militar.
–Sí, y estoy muy agradecido al Teatro. A mis compañeros de teatro, que me ayudaron a darme cuenta qué estaba pasando a mi alrededor. Ellos me hicieron relacionar con autores clásicos y a la vez me informaban sobre lo que pasaba, me destruían esa idea que mucho rondaba en las calles como el “algo habrán hecho”.
–¿Y en el seno de tu familia cómo se vivía ese momento?
–El tema es que nosotros en Perú vivimos el proceso revolucionario de Juan Velasco Alvarado. Él era militar y había golpeado al presidente democrático. Este militar transformó la realidad peruana. Por primera vez se había reconocido al hombre, al originario, al campesino. Se nacionalizó el petróleo, las minas, la reforma agraria. Los obreros participaban de la sociedad. Por eso la imagen del militar que teníamos era buena, era la del militar progresista que quería construir una sociedad más justa y equitativa. Podemos comparar a Velasco Alvarado con Perón, pero más tirado a la izquierda. Un nacionalismo de izquierda. Un socialismo a la peruana.
–Pero llegaste y te encontraste con estos militares...
–Claro, era muy raro todo, antes de entrar a la escuela de teatro, estuvo el Mundial, y la gente salía a las calles, los militares en las calles, Perú perdiendo 6 a 0 con Argentina... El teatro me hizo entender los tiempos que estaba viviendo. Cuando vino la democracia yo ya estaba más cercano al peronismo, voté a Luder, y creía en ese punto visto. Y sigo creyendo. Es un partido bastante complejo pero fue el que más habló de distribución. Los radicales defienden las instituciones, los socialistas... no sé todavía dónde ubicarlos... Las medidas del general Perón fueron las que más hicieron por los desplazados. Ahora bien, dentro del peronismo, soy más de Eva, que quizás era más radical. Hay que revisar la historia.
–Es frecuente encontrarte en marchas y protestas, ¿dentro de tu condición de actor te reconocés un militante?
–Sí, nunca esquivé, siempre les puse el cuerpo a los momentos que me tocó vivir. Por ejemplo, el asesinato de Kosteki y Santillán en el 2003. Aquel momento en el que no dejaban pasar a los piqueteros en el puente Pueyrredón me movilizó en seguida. Me enteré y no dudé en ser testigo de lo que iba a pasar y me fui a poner en el medio. Ahí entendí que no se puede ser indiferente a la realidad que te toca vivir. Es más, hay veces que hay que ser así de rotundo, o estás de un lado o estás del otro. Y yo sabía de qué lado estar. Hemos construido una sociedad individualista y jodida. Mientras disfrutábamos del uno a uno –y yo también me hago cargo de eso– se iban quedando afuera un montón de argentinos, se acabó el trabajo, se vendió el país. Esta es la política que ha resultado desde los distintos golpes de Estado. Genocidios sociales y económicos.
–¿Cómo vivís los juicios a los represores?
–Me parece fantástico, estamos en un gobierno peronista, y lo que tendría que haber pasado hace mucho tiempo, está pasando. Yo si me voy en el tiempo y hago un análisis de los últimos 30 años, es el gobierno que más me cierra, que más me identifica. Quiero ser objetivo, pero hay que reconocer algunas cuestiones que están bien. Derechos humanos, integración con Latinoamérica, justicia. A nivel cultural se está trabajando más, hay libertad de prensa aunque se diga lo contrario, se salió del infierno del 2001, se pudo recuperar el país. Yo critico la distribución. El tema del INDEC. Yo voy al supermercado y gasto una fortuna. Entonces la realidad... ¿cuál es la realidad? ¿Por qué no se puede ser claro? O el tren bala. Todavía no lo entiendo, cuando veo los pueblos abandonados porque dejó de pasar el ferrocarril, ¿para qué un tren bala? Hay que reactivar los ferrocarriles. Entonces me siento identificado pero también soy crítico. De eso se trata la democracia y la república.
Fuente: http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=11274
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