21-10-2008 / El fin de semana se presenta The Pillowman, la clásica obra del aclamado dramaturgo irlandés Martin Mc Donagh, en el teatro Coliseo Podestá (47 entre 9 y 10), protagonizada por Pablo Echarri, con Belloso, Villamil y Santamaría. El galán se aleja de los gritos de las fanáticas.
La obra narra la historia en la que se ve envuelto Katurian, un escritor de ficción que súbitamente es detenido por la policía, acusado de terribles y sangrientos asesinatos a niños. Cargada de humor negro, esta pieza alterna constantemente entre la comedia y el drama.
Pablo Echarri se refirió a la obra que lo tiene como protagonista, a su público y al teatro donde actuará el viernes y el sábado junto a sus compañeros de elenco, Carlos Belloso, Carlos Santamaría y Vando Villamil, bajo la dirección de Enrique Federman.
–¿Cuál fue el proceso de creación de su personaje?
–Fue un tránsito extenso, agotador, muy interesante, que llevamos adelante los cuatro compañeros. Principalmente, todos estamos hilados en un gran texto, creo que ese es el gran punto de partida, más allá de la recreación que podamos hacer del personaje. Lo que está escrito es tan perfecto que simplemente hay que seguirlo y si uno lo sigue a conciencia y teniendo en cuenta a qué lugar tiene que llegar, seguramente llegará a buen puerto. Y la búsqueda tuvo que ver con eso, con haber creado un grupo muy interesante de trabajo, muy respaldado por una producción que realmente es de las mejores que es posible hacer en el país, y eso nos dio a todos una gran espalda como para poder enfrentar el desafío.
–¿Cómo es la puesta en escena de la obra?
–La puesta es muy simple. El contenido de la obra en sí obliga a que la puesta sea verdaderamente simple y que los actores solamente se dediquen a transmitir o a contar ese cuento que es la obra. Esos cuentos que hay en el medio y que son los que captan la atención. Había que ser muy austero para poder recibir semejante texto.
–¿Qué le parece la sala en la que actuará el fin de semana?
–No la conocía. Es un teatro hermosísimo, mantenido y cuidado, sostenido de una manera impecable, que evidentemente tiene una energía muy fuerte. A nosotros, cada función nos resulta diferente y es importante estar en un teatro como éste, con la posibilidad de tener la sala llena y poder recibir toda esa energía para brindarle al público algo acorde a las expectativas que tienen los que están abajo del escenario. Todo eso puede generar un combo muy interesante. Además, son de esas cosas inolvidables, yo no me voy a olvidar nunca más de la vez que actué en este teatro.
–¿Qué pasa con su público femenino, tan acostumbrado a gritarle y correrlo, cómo se comporta al verlo en esta nueva faceta de actuación?
–La obra no da lugar para eso. Ya desde el comienzo te invita a que te sientes en la butaca y simplemente te limites a ver, a hacer lo que viniste a hacer, a ser espectador de una obra de teatro. Más allá de los pedidos del locutor y del sentido común que cada uno tiene que poner a la hora de ver un espectáculo, la obra directamente te agarra del cuello y si alguien llega a emitir un grito, risa o algún sonido es por la impresión que le puede llegar a causar. La verdad creo que la gente queda un poco shockeada y verdaderamente agradece el hecho de poder haber visto algo de semejante calibre. Y necesitan algo de respeto, sobre todo por los demás, por los que simplemente van a ver la obra y no tienen ganas de otra cosa. Las chicas son más educadas, no son totalmente incontrolables, y me imagino que eso tiene que ver con el contenido que uno les puede llegar a ofrecer: si en ese momento no tuvieran nada más que una mera presencia, en horabuena que griten porque no va a ver mucho más contenido que eso.
–¿Podría decirse que son fanáticas ubicadas las suyas?
–Ojalá sea así. Después de la función, charlamos.
Fuente: http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=11569
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