Crítica. “Master Class”. La actriz retomó la composición de María Callas, con dirección de Agustín Alezzo. Puro talento.
22.03.2012 | Por Rafael Granado Especial Para Clarín
La actriz se adueña de la cantante En su interpretación de la diva del bel canto María Callas, Aleandro atraviesa infinitos matices.
Es una gran actriz. Así de simple. Señora de la escena, Norma Aleandro acaba de retomar, quince años después, la figura de María Callas, una de sus composiciones más entrañables. Que fue, además, un contundente éxito de taquilla.
Vestida con chaqueta entallada y pantalón negros, envuelto su cuello con un chal blanco, luciendo grandes anteojos (confiesa que es corta de vista), la magnífica cantante de ópera impone su presencia desde el primer minuto a través de la relevante interpretación de Aleandro. Quien acaso hace suyo uno de los consejos que Callas les dispara a sus alumnos: es imprescindible apoderarse del escenario, porque cada función es una batalla que debe ser ganada. Aunque no lo diga explícitamente la diva del bel canto, ese triunfo es una manera de volar. Y Aleandro vuela.
Su labor atraviesa infinitos matices: maneja un humor sutil, de a ratos, cáustico; transmite las vivencias de su personaje con miradas burlonas o implacables; impone gestos expresivos; sus movimientos corporales sugieren los más variados estados de ánimo; su voz recorre un amplio abanico de elocuentes tonos. La actriz se adueña de la cantante.
El trabajo de Aleandro cuenta con el respaldo del texto y de la dirección. El autor estadounidense Terrence McNally arma su relato alrededor de tres clases magistrales que Callas imparte a un grupo que aspira a alcanzar el mejor nivel dentro del mundo de la lírica. Por ese lado surge la rebeldía de una soprano que se enfrenta a Callas, el fervoroso deseo de un tenor que busca aprender al máximo de su maestra, la ausencia de estilo en otra soprano. Las clases no suelen ser apacibles.
A la vez, esas horas de enseñanzas abren las puertas a ciertas vicisitudes de María Callas (1923-1977), en un enfoque con toques biográficos. De a poco asoman el dolor de ella porque el amor de su vida, el millonario Aristóteles Onassis (que odiaba la ópera), la deja por Jacqueline Kennedy; y la tristeza por la pérdida de su calidad vocal, cercenando su carrera de cantante. En un par de monólogos clave, cargados de angustia, Master Class ofrece un espléndido regalo: enmarcando la depresión de Callas se escucha su propia voz, con la sabia decisión de que Aleandro no hace la mímica. Son dos pasajes de alto nivel.
Agustín Alezzo (que asumió la misma responsabilidad en la versión de 1996) concreta una puesta sobria, despojada, con el acento en climas significativos. Simultáneamente, apunta con las clases de Callas al conjunto de sus alumnos y a la platea real, y nadie queda fuera de juego.
El resto del elenco aporta buenas voces (las sopranos Carolina Gómez, Lucila Gandolfo y, en especial, el tenor Marcelo Gómez), mientras que en el terreno actoral cumplen participaciones correctas. Breve y eficaz es la intervención de Hugo Argüello, destacándose en el piano Santiago Rosso.
Más allá de los méritos que se acumulan en general, Master Class es Norma Aleandro, cuyo talento es el innegable imán de este espectáculo, al que dota de una magia singular.
Maria Callas: el éxito y el drama
María Callas, sinónimo de excelencia en la ópera, nació en 1923, en Nueva York, hija de inmigrantes griegos. Con la separación de sus padres, volvió a Grecia con su madre y se dedicó a estudiar canto. La relación madre e hija siempre fue muy conflictiva. Pero no sería la única. Su innato talento y su tesón para el estudio la convirtieron en la soprano más reconocida y exitosa del mundo. Y su disciplina la ayudó a cambiar su silueta (bajó más de 30 kilos) para un personaje. A partir de allí, su imagen también fue centro de atención. En la cima de su carrera conoció al magnate griego Aristóteles Onassis, con quien vivió una historia de amor tormentosa que ocupó durante varios años las revistas del corazón. Después de casi una década, él la dejó para casarse con Jacqueline Keneddy. A partir de ahí, María perdió la voz y se encerró en un autoexilio. Obviamente, su carrera ya no fue la misma. A pesar de que él quiso volver con ella, desilusionado de su matrimonio, Callas nunca lo perdonó. Y dos años después de la muerte de Onassis, María murió sola en París. Fue en 1977 y tenía sólo 53 años.
Fuente: http://www.clarin.com/espectaculos/teatro/Norma-Aleandro-regreso-triunfal_0_668933122.html
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