Opinión / Teatro
Por Ernesto Schoo | LA NACION
El 28 de marzo de 1994 murió en París Eugène Ionesco, que había nacido en Rumania en 1909. Es considerado, junto con el irlandés Samuel Beckett, uno de los padres del llamado "teatro del absurdo". La mayor parte de su vida transcurrió en París, ya que al año de nacer fue llevado allí por sus padres y no volvió a Rumania sino trece años después, para instalarse definitivamente en la capital francesa en 1938. Mientras desempeñaba modestas tareas en un banco, primero, y luego en una editorial, se vinculó con el grupo surrealista, al que se atribuye alguna influencia en su obra. Influencia relativa, ya que Ionesco rechazó siempre la adhesión a cualquier dogma, sobre todo los proclamados por supuestos redentores.
De la relativa oscuridad lo sacó, en 1950, el éxito fulminante de su primera obra de teatro, La cantante calva , estrenada en el Théâtre des Noctambules por el elenco de Nicolas Bataille y que desde 1957 viene representándose sin pausa en la salita Huchette. Ionesco informa: "En 1948, antes de escribir mi primera pieza, La cantante calva , no quería convertirme en autor teatral. Ambicionaba, simplemente, aprender inglés. Me convertí en dramaturgo porque no lo logré". El autor lo explica así: seguía un curso elemental, donde se trataba de una familia, los Smith, que en cada diálogo entre marido y mujer parecían descubrir "que tenían varios hijos, que vivían en los alrededores de Londres, que se apellidaban Smith, que el señor Smith era empleado de oficina, que tenían una sirvienta (?)Yo pensaba que el señor Smith debía estar un poco al corriente de todo aquello; pero, vaya a saber, hay gente tan distraída".
"En la quincuagésima lección llegaban los Martin; la conversación se entablaba entre los cuatro y sobre los axiomas elementales se edificaban las verdades más complejas: el campo es más tranquilo que una ciudad populosa (?) Toda una parte de la pieza está hecha colocando una a continuación de la otra frases extraídas de mi manual de inglés. ¿Cómo hubiera podido permitirme cambiar lo más mínimo en palabras que expresan de una manera tan edificante la verdad absoluta? (?) El texto de La cantante calva , compuesto de expresiones hechas de los clisés más gastados, me revelaba, por eso mismo, los automatismos del lenguaje, del comportamiento de la gente, del hablar para no decir nada, el hablar porque no hay nada personal que decir, la ausencia de vida interior, la mecánica de lo cotidiano, el hombre inmerso en su medio social sin diferenciarse de él".
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En suma, lo que Ionesco había descubierto era la relatividad del lenguaje cotidiano, la tragedia de una civilización cada vez más informada y menos comunicada. O comunicada de manera perversa, a través de artificios Los años y los críticos no fueron benévolos con el rumano: aunque incorporado, en 1970, a la Academia Francesa, y aunque su obra se siguió representando (y la Argentina ha sido uno de los países más fieles), al contrario de Beckett, que ya ha ingresado al Olimpo de los clásicos, la estrella de Ionesco ha menguado su luz. Pero no la virtud de sus reflexiones. Por ejemplo: "Nadie es dueño de la multitud, aunque crea tenerla dominada". O esta, enigmática: "Sólo valen las palabras, el resto es charlatanería".
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1459096-ionesco-las-palabras-y-las-cosas
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