jueves, 5 de julio de 2001

Brecht y Weill llegan a La Plata

Los siete pecados capitales: con la dirección de María Crovetto

Música, teatro y danza en un espectáculo nunca antes presentado en el país y que se estrenará en el Teatro Argentino

Un elenco nacional con buenos cantantes y bailarines Foto: Gentileza Teatro Argentino

Jueves 5 de julio de 2001 | Publicado en edición impresa LA NACION

Mañana y pasado mañana, a las 20.30, y el domingo a las 17.30, en la sala Alberto Ginastera del Centro de las Artes Teatro Argentino de la Plata, ubicado en la Avenida 51, entre 9 y 10, de La Plata, se ofrecerá el espectáculo "Los siete pecados capitales", con música de Kurt Weill y libreto de Bertolt Brecht.

Será una producción artística del grupo Encuentros 21, con la dirección de María Crovetto, la dirección musical de Andrés Juncos, un reparto integrado por la soprano Eliana Bayon, en el personaje de Ana 1; la bailarina Leticia Latrónico, como Ana 2; el bajo Víctor Castells (la madre); el barítono Alberto Jáuregui Lorda (el padre), y los tenores Alejandro Crea y Pablo Skrt (los hermanos), además de bailarines del Ballet estable del Teatro Argentino, para encarnar a los siete diablos.

La iluminación será de Jorge Pérez, la coreografía de Claudio Longo y la producción de María Eugenia Troisi y Luciana Rico.

La información del teatro Argentino dice que las entradas costarán $ 5, mientras que las localidades serán gratuitas para los estudiantes con credencial que pruebe esa condición. Deberán retirarlas de la boletería, habilitada todos los días, de 10 a 20.

Asimismo, se dispondrá de micros desde la Capital Federal, previa reserva de asientos a los teléfonos 0221-4291732/33, hasta 48 horas antes de la función. Los micros partirán a las 18, en las dos primeras funciones, y a las 15, en la última, desde Callao 235, Casa de la Provincia de Buenos Aires, y desde Cerrito 618, Teatro Colón.

El binomio Weill-Brecht

Si bien se anuncia como ópera en un prólogo, siete cuadros y un epílogo, "Los siete pecados capitales", concebida en 1933, es un ballet con canto. Prueba de ello es que el encargo al compositor fue formulado para la compañía Le Ballet, para una coreografía especial creada por George Balanchine, fundador y director del grupo, al que también se denominó Le Ballet 1933. Tuvo en la tantas veces alabada Tamara Taumanova a una brillante protagonista en la presentación, en París.

También integraron el reparto de la velada inaugural las cantantes-actrices Lotte Leyna (esposa de Weill) y Tilly Losch, y fueron brillante la coreografía y las intervenciones de los integrantes de la compañía francesa.

La partitura, que el propio compositor consideraba su mejor trabajo, constituye una síntesis perfecta del estilo de Weill antes de emprender viaje a Estados Unidos, desterrado de su Alemania natal por el advenimiento del régimen hitleriano, por su condición de judío y sus convicciones políticas.

Como en otros trabajos del compositor, la primera superficial impresión que causa su música con influencia del jazz, la canción de cabaret y una sensación de placentera despreocupación, va dejando paso a una inquietante sensación de pesimismo y amargura, para concluir en un sentimiento de opresión.

"Los siete pecados capitales" se centra en Ana 1, que es la soprano, y en Ana 2, la bailarina. Ellas representan dos aspectos de una misma persona, que abandona Louisiana con el propósito de obtener dinero suficiente para que su familia se construya una casa frente al Mississippi. Para ello viajan por siete grandes ciudades de los Estados Unidos, enfrentado un pecado distinto en cada una de ellas y poniendo en juego su integridad física y moral.

Ana 1, que simboliza lo racional, le solicita a Ana 2, que representa lo instintivo, que se someta a esas reglas. Finalmente logran el objetivo que sus padres les habían impuesto, pero al precio de haber ido perdiendo por el camino lo más preciado de sí mismas.

Resulta interesante recordar que Weill, nacido en Dessau el 2 de marzo de 1900, fue alumno de Hummperdinck, Busoni y Jarnach, en Berlín, y que esos notables maestros influyeron en su primera época creadora, con obras como el concierto para violín e instrumentos de viento de 1924, con reminiscencias de Stravinsky.

Pero su postura de la música como fuerza social llevó al compositor a un redescubrimiento de los elementos tonales propios de un lenguaje vernáculo, incluyendo al jazz, y así nació su cantata "Der neur Orpheus" y la obra escénica en un acto "Royal Palace".

Después llegaría su casamiento con Lotte Lenya, que fue la mejor intérprete de su música, y su vinculación con Brecht, con el que compuso "La ópera de tres centavos", "Auge y caída de la ciudad de Mahagony", que Buenos Aires conoció en una impactante puesta de Jaime Kogan en el Teatro Colón durante la temporada de 1987, y "Happy End". En esas obras hizo uso del diatonismo corrompido y debilitado de la música comercial como arma de crítica social que, de modo paradójico, llegó a ser el epítome de la cultura de preguerra que pretendía menospreciar. Desde luego, el controvertido autor poseía un talento natural para crear un lenguaje propio y distintivo.

En marzo de 1933 huyó de Alemania y se estableció por un tiempo en Francia, donde además de esta obra, completó su segunda sinfonía, que sería su primera obra instrumental extensa. Luego llegó a Nueva York y se dedicó casi exclusivamente al teatro musical de Broadway. Aunque Weill permaneció en íntima comunión con la canción popular norteamericana, su habilidad para asimilar los acentos y las inflexiones de la lengua inglesa le permitieron producir valiosos musicales de éxito, como "Señora en la oscuridad", "Un toque de Venus", "Escena callejera" y "Perdido en las estrellas".

Es posible que estas obras significaran un freno a su estilo más vanguardista y un paso atrás sobre su insistencia en la crítica social mordaz contenida en su producción anterior, pero es indudable que ejercieron notable influencia en autores populares de la escena, como lo fueron Leonard Bernstein y Stephen Sondheim.

La posibilidad de conocer "Los siete pecados capitales" en el Argentino de La Plata habla de una muy oportuna y elogiable actitud renovadora en la programación, que por otra parte permite que un grupo de artistas locales -agrupado en "Espacio 21"- haga realidad el proyecto de ofrecer piezas de óperas y ballets poco conocidos, tal como ocurrió en la pasada temporada con el estreno sudamericano de la ópera "El arca de Noé", de Benjamín Britten.

La versión de "Los siete pecados capitales" contará con la participación de una orquesta de 40 instrumentistas, como lo estableció el autor para la versión de París.

La puesta de María Crovetto es una visión que no parte de una reconstrucción histórica sino de una lectura amplia de la obra de Brecht y plantea un predominio del espacio oscuro. Pero la composición de la luz que permite ver cada cuadro es aportada con especial efecto por los personajes, en alusión metafórica a los diferentes ángulos desde los cuales ven el pecado.

"Si bien cada personaje -dice Crovetto- nos muestra que sólo es capaz de ver una parcialidad, los espectadores tienen un punto de vista global. Los elementos aportados permitirán al público sacar sus propias conclusiones." Es interesante la propuesta de la artista, porque en la imagen creada se tomaron como fuente de inspiración las obras del pintor inglés Francis Bacon, gran retratista de la deformación moral y cuyos cuadros, dice Crovetto, "están poblados por hombres y mujeres a los cuales el alma se les sale para fuera. Eso -añade- es lo que se pretende mostrar en el espectáculo".

Juan Carlos Montero

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=317412

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