14 de Octubre de 1999
Por EDUARDO GIORELLO
Gala inaugural del Nuevo Teatro Argentino. "Tango en gris". Música: Atilio Stampone. Coreografía: Oscar Araiz. Fragmentos de las óperas "Romeo y Julieta" (Gounod), "Linda di Chamounix" (Donizetti), "Aida" (Verdi) y obertura de "Amelia al ballo" (Menotti). Director de orquesta: Mario Perusso, Roberto Ruiz y Esteban Gantzer. Director del coro: Luis Clemente. Orquesta, Ballet y Coro Estables. Repetición: hoy, a las 19.30.
Aquello que por mucho tiempo pareció un sueño se transformó en realidad. Los tres elencos estables del Teatro Argentino y las Secciones Técnicas vuelven a tener su "hábitat". Y más allá de los oropeles de una inauguración muy concurrida y añorada por los que no pudieron estar, la tarea del crítico se impone como una responsabilidad profesional que no hay que obviar, sobre todo cuando esta trata de ser orientadora y ayuda de alguna manera a lograr que el artista dé lo mejor de sí en su noble tarea.
La totalidad del Ballet Estable del Primera Coliseo Platense quizo estar presente en la "gala" de apertura. Fue lo más justo. Las grandes empresas se hacen entre todos. "Tango en gris", de Atilio Stampone con él mismo en el piano y la Orquesta Estable conducida con hábil manejo por Roberto Ruiz -hubo excelentes solos de violín tocados por Fernando Favero-, reunió entonces a la compañía guiada por Raquel Rossetti con total probidad en esta visión peculiar del folklore urbano trazada por Oscar Araiz con una perspectiva simbólica y estilizada, donde tango propiamente dicho y danza contemporánea se funden proponiendo una nueva dimensión estética para ambas. Sutil y refinado se vio el trabajo de los bailarines quienes ocuparon el sector de boca del escenario, mientras que la Estable tocó en el fondo. Ahí se pudo comprobar el primer problema acústico: desde las primeras filas de platea, donde nos ubicamos, el sonido aparece apagado, sin brillo, como con sordina. Algo que los técnicos acústicos deberán revisar.
Se oyó en cambio la segunda parte, cuando la masa orquestal fue puesta en la boca escénica. La potencia resultó mayor, hubo una más interesante apreciación de las distintas secciones -que en su totalidad tocaron muy bien durante todo el programa- y naturalmente la voz de la soprano Paula Almerares corrió mucho más y con su brillo natural. Habrá que investigar otros sectores de la sala para saber cuáles son los débiles. Como se podrá entender, recién ahora se pudo realizar una evaluación de la acústica de la sala, cuando casi dos mil personas ocupaban las distintas secciones del teatro. "Je veux vivre", de Gounod ("Romeo y Julieta" y "Ah, tardai troppo...", de Donizetti ("Linda de Chamounix") produjeron los dos momentos más importantes de la velada. La plenitud vocal de Almerares sumadas a una presencia bella y refinada la transformaron en lo más significativo de este recital achicado por la enfermedad del tenor argentino radicado en Europa, Daniel Muñoz, quien debía cantar un fragmento de "Andrea Chenier" y un dúo de "Fausto". En ocasión de la reposición de la ópera de Giordano en el Colón, Muñoz ya había tenido problemas. Entonces, ¿por qué insistir con él? Ni siquiera su nombre es demasiado conocido como para dar lustre a una función de las características de la que comentamos. Hay un nuevo teatro, pero las enfermedades de los tenores continúan. Potencia y magníficas coloraturas, buen gusto y refinamiento vocal, estilo y musicalidad marcaron la actuación, en cambio, de nuestra Paula Almerares.
Simpática resultó la inclusión de la vivaz obertura de "Amelia al ballo" como homenaje a Gian Carlo Menotti, compositor italo-norteamericano presente en la sala y del que el Argentino ha estrenado una de sus óperas fundamentales como "La Santa de la calle Bleecker" junto a las reposiciones de otras de sus producciones.
El segundo acto de "Aida" reunió a un sólo discreto sexteto de cantantes solistas. Aceptable Patricia Gutiérrez en el personaje titular, Malvino en "Amneris" comenzó muy bien, pero tuvo problemas para llegar al registro agudo. Lo poco que le quedó para cantar a Muñoz lo hizo bien, ¿por qué no haber intentado con lo otro, entonces?. Fiorenza, Meneghetti y Yost hicieron lo suyo sin sobresaltos. Estupendos los coros y la orquesta, genuinos créditos de la nueva casa. Perusso conoce muy bien el repertorio y dirigió con su acostumbrada pericia. La figura más ovacionada de la noche -intensa en emociones- fue la del Dr. José Melía cuando apareció junto a las autoridades provinciales, municipales y nacionales. Es que el resultó el artífice de muchos años de lucha por una permanencia digna. Aplicó eleadas y supo mantener un delicado equilibrio entre los cuerpos artísticos y técnicos. Tanta pasión proveniente de ellos fueron encaminados por el camino correcto. No parece poco. El Ave Fénix volvió a volar. Que nada ni nadie detenga su vuelo.
Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/19991014/espectaculos0.html
Por EDUARDO GIORELLO
Gala inaugural del Nuevo Teatro Argentino. "Tango en gris". Música: Atilio Stampone. Coreografía: Oscar Araiz. Fragmentos de las óperas "Romeo y Julieta" (Gounod), "Linda di Chamounix" (Donizetti), "Aida" (Verdi) y obertura de "Amelia al ballo" (Menotti). Director de orquesta: Mario Perusso, Roberto Ruiz y Esteban Gantzer. Director del coro: Luis Clemente. Orquesta, Ballet y Coro Estables. Repetición: hoy, a las 19.30.
Aquello que por mucho tiempo pareció un sueño se transformó en realidad. Los tres elencos estables del Teatro Argentino y las Secciones Técnicas vuelven a tener su "hábitat". Y más allá de los oropeles de una inauguración muy concurrida y añorada por los que no pudieron estar, la tarea del crítico se impone como una responsabilidad profesional que no hay que obviar, sobre todo cuando esta trata de ser orientadora y ayuda de alguna manera a lograr que el artista dé lo mejor de sí en su noble tarea.
La totalidad del Ballet Estable del Primera Coliseo Platense quizo estar presente en la "gala" de apertura. Fue lo más justo. Las grandes empresas se hacen entre todos. "Tango en gris", de Atilio Stampone con él mismo en el piano y la Orquesta Estable conducida con hábil manejo por Roberto Ruiz -hubo excelentes solos de violín tocados por Fernando Favero-, reunió entonces a la compañía guiada por Raquel Rossetti con total probidad en esta visión peculiar del folklore urbano trazada por Oscar Araiz con una perspectiva simbólica y estilizada, donde tango propiamente dicho y danza contemporánea se funden proponiendo una nueva dimensión estética para ambas. Sutil y refinado se vio el trabajo de los bailarines quienes ocuparon el sector de boca del escenario, mientras que la Estable tocó en el fondo. Ahí se pudo comprobar el primer problema acústico: desde las primeras filas de platea, donde nos ubicamos, el sonido aparece apagado, sin brillo, como con sordina. Algo que los técnicos acústicos deberán revisar.
Se oyó en cambio la segunda parte, cuando la masa orquestal fue puesta en la boca escénica. La potencia resultó mayor, hubo una más interesante apreciación de las distintas secciones -que en su totalidad tocaron muy bien durante todo el programa- y naturalmente la voz de la soprano Paula Almerares corrió mucho más y con su brillo natural. Habrá que investigar otros sectores de la sala para saber cuáles son los débiles. Como se podrá entender, recién ahora se pudo realizar una evaluación de la acústica de la sala, cuando casi dos mil personas ocupaban las distintas secciones del teatro. "Je veux vivre", de Gounod ("Romeo y Julieta" y "Ah, tardai troppo...", de Donizetti ("Linda de Chamounix") produjeron los dos momentos más importantes de la velada. La plenitud vocal de Almerares sumadas a una presencia bella y refinada la transformaron en lo más significativo de este recital achicado por la enfermedad del tenor argentino radicado en Europa, Daniel Muñoz, quien debía cantar un fragmento de "Andrea Chenier" y un dúo de "Fausto". En ocasión de la reposición de la ópera de Giordano en el Colón, Muñoz ya había tenido problemas. Entonces, ¿por qué insistir con él? Ni siquiera su nombre es demasiado conocido como para dar lustre a una función de las características de la que comentamos. Hay un nuevo teatro, pero las enfermedades de los tenores continúan. Potencia y magníficas coloraturas, buen gusto y refinamiento vocal, estilo y musicalidad marcaron la actuación, en cambio, de nuestra Paula Almerares.
Simpática resultó la inclusión de la vivaz obertura de "Amelia al ballo" como homenaje a Gian Carlo Menotti, compositor italo-norteamericano presente en la sala y del que el Argentino ha estrenado una de sus óperas fundamentales como "La Santa de la calle Bleecker" junto a las reposiciones de otras de sus producciones.
El segundo acto de "Aida" reunió a un sólo discreto sexteto de cantantes solistas. Aceptable Patricia Gutiérrez en el personaje titular, Malvino en "Amneris" comenzó muy bien, pero tuvo problemas para llegar al registro agudo. Lo poco que le quedó para cantar a Muñoz lo hizo bien, ¿por qué no haber intentado con lo otro, entonces?. Fiorenza, Meneghetti y Yost hicieron lo suyo sin sobresaltos. Estupendos los coros y la orquesta, genuinos créditos de la nueva casa. Perusso conoce muy bien el repertorio y dirigió con su acostumbrada pericia. La figura más ovacionada de la noche -intensa en emociones- fue la del Dr. José Melía cuando apareció junto a las autoridades provinciales, municipales y nacionales. Es que el resultó el artífice de muchos años de lucha por una permanencia digna. Aplicó eleadas y supo mantener un delicado equilibrio entre los cuerpos artísticos y técnicos. Tanta pasión proveniente de ellos fueron encaminados por el camino correcto. No parece poco. El Ave Fénix volvió a volar. Que nada ni nadie detenga su vuelo.
Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/19991014/espectaculos0.html
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