Danza y ópera en forma de concierto. Himno Nacional Argentino; "Tango en gris", de Atilio Stampone-Oscar Araiz. Ballet Estable, dirigido por Raquel Rossetti y Roberto Ruiz; concierto lírico con Paula Almerares, Alejandra Malvino, Patricia Gutiérrez, Daniel Muñoz, Jorge Fiorenza, Nino Meneghetti y Ricardo Yost. Programa: arias de Gounod y obertura de "Amelia al ballo", de Menotti, y segundo acto de "Aída", de Verdi. Coro Estable preparado por Luis Clemente. Coro de Niños preparado por Oscar Escalada. Dirección musical: Mario Perusso. Función inaugural del Teatro Argentino de La Plata.
Nuestra opinión: muy buena.
Estuvo plenamente justificado que la función inaugural del Argentino tuviera como protagonistas principales a los cuerpos estables de la institución que durante más de veinte años debieron trabajar en forma precaria, a la espera de contar nuevamente con su sede central, y que el director del teatro, José Melía, recibiera un gran aplauso cuando fue presentado en el escenario. Después de la emotiva versión del Himno Nacional Argentino, se pudo apreciar el ballet "Tango gris", a cargo de un disciplinado cuerpo de baile, que dibujó en el espacio las formas sugerentes de una creación de Araiz cargada de la esencia e idiosincrasia del tango, con su imagen y clásicos modos porteños.
Mientras por un lado el propio autor de la música, Atilio Stampone, desde el piano, y un conjunto orquestal conducido con buen estilo por Roberto Ruiz ofrecían la música, sensuales bailarinas y bailarines con gesto arrabalero pero refinado matiz desgranaron con perfección rítmica las variables coreográficas del creador, que alcanzó el momento de mayor relevancia en las dos últimas escenas, con un final brillante que motivó una larga ovación. También se lucieron el bandoneonista Carlos Buono, el violín de Fernando Favero, cuyo solo fue de muy alta calidad, y el guitarrista Miguel Irazu, todos ellos y el conjunto con sonido amplificado, como parece ocurrir siempre cuando se penetra en el mundo de la música popular, por más estilizada que ella esté, como en este caso.
Luego del intervalo, que se prolongó más de lo previsto por la natural necesidad de comentar y conocer opiniones sobre el acontecimiento, se desarrolló la parte lírica, que tuvo la baja de Daniel Muñoz, quien por razones de enfermedad no pudo cantar las partes de tenor anunciadas en el programa, salvo en la breve intervención en "Aída". Entonces sólo se escuchó el vals "Je veux vivre...", de Gounod, a cargo de la soprano Paula Almerares, alcanzando buen nivel y solvencia en la zona aguda de su registro, y la gran aria de "Linda de Chamonix", de Donizetti, donde reiteró su aplomo profesional.
Entre las dos arias de la soprano, Mario Perusso intercaló en una correcta interpretación la obertura de la ópera "Amalia al ballo", del célebre compositor italiano Gian Carlo Menotti, presente en la sala, saludado con un sostenido y cálido aplauso cuando fue señalado en su localidad de la platea.
Luego llegó el turno de Verdi, con su inspirada vena lírica y la grandeza de "Aída", en la escena triunfal, donde se lucieron de manera excluyente el coro preparado con la calidad de siempre por Luis Clemente; el barítono Jorge Fiorenza, de voz caudalosa, temperamental expresión y justeza musical, todo ello para causar una grata sorpresa que compromete a un trabajo más frecuente; las seis trompetas que anuncian a Radamés victorioso; Alejandra Malvino, de voz poderosa, y la soprano Patricia Gutiérrez, que confirmó ser una cantante de excelentes medios.
Con relación al tenor Daniel Muñoz no sería justo hacer un juicio negativo por su condición vocal, en razón de que quedó muy en evidencia que su actuación significó para él un verdadero esfuerzo.
Asimismo, ver sobre las tablas del nuevo Teatro Argentino a dos grandes nombres de la escena lírica nacional, como Nino Meneghetti y Ricardo Yost, fue la justicia al reconocimiento de quienes tanto de bueno dieron en La Plata para escribir aquella rica historia del viejo teatro.
En líneas generales la orquesta cumplió su cometido con buen nivel de ejecución, pese a que en varios pasajes de conjunto hubiera sido necesario mayor tiempo de ajuste, aunque el ascendiente que Perusso y su aplomo salvaron esos momentos.
Como en los mejores actos festivos, todos los integrantes de los cuerpos artísticos, incluyendo a los niños coreutas y jóvenes del cuerpo de baile que habían actuado en la primera parte, se apretujaron sobre la superficie de la escena, se abrazaron entre sí, aplaudieron con fervor y crearon una atmósfera de júbilo indescriptible.
Cuando todos ellos agradecían el aplauso, hubo una actitud y un gesto de Mario Perusso señalando con sus brazos en alto la sala, elocuente por su mensaje y suficiente para agregar una cuota mayor de emotividad al cierre de un episodio inolvidable de la historia cultural de nuestro país.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=157229
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