De Africa, la compañía Cirque Mandingue deslumbró por la energía física desplegada. / Gentileza Daniel Harper
Circo / Concluyó el encuentro
Casi 40.000 personas asistieron al festival que conjuga la vanguardia con lo popular
Miércoles 11 de mayo de 2011 | Publicado en edición impresa
Alejandro Cruz y Verónica Pagés
Anteanoche, con una conmovedora gala que llenó la carpa central, culminó la tercera edición del Festival Internacional de Circo de Buenos Aires, que congregó a elencos nacionales y del extranjero. Pero antes de pasar a realizar un apretado balance, los últimos cartuchos de obras internacionales merecen un comentario.
Elsa Caillat y Clémentine Lamouret son Toron Blues, la compañía francesa que trajo al Polo Circo Tendre sui. Se trata de una particular mirada sobre A puerta cerrada , la obra de Jean-Paul Sartre, en el que el otro se instala como el infierno tan temido, a la vez que es su única salvación frente a la soledad. Así los sucesivos personajes que entre las dos interpretan encaramadas en una única cuerda lisa se atraen, se rechazan; se aman, se odian y se necesitan con la misma vehemencia con la que se abandonan. El resultado también tiene sus dobleces: así como la primera parte -en la cuerda- es de una emoción contenida y magnificada por el solo sonido de los cuerpos; en la segunda, la representación sobre el piso pierde la magia inicial.
Pffffff! también llegó de Francia de la mano de la compañía Akoreacro, integrada por un grupo de acróbatas y músicos en el que es difícil distinguir a ciencia cierta a unos de otros. Es que así de intrincada es la propuesta entre acrobacia y música que ofrece este espectáculo que de a poco -y con la llegada de la única mujer- se va transformando casi en una lucha sin cuartel entre ellos para ganarse a la dama, quien casi sin darse cuenta vuela y hace volar (en más de un sentido) a sus potenciales enamorados. Divertido, original y con una frescura y un ritmo contagioso, los ocho jóvenes franceses se meten en el bolsillo a una platea boquiabierta a fuerza de pruebas y resoluciones inesperadas.
Coulisses es el nombre de la obra, también gala, que trajo el grupo Sacékripa (bastidores). Esta creación colectiva propone jugar con eso que se oculta, pero también con lo que se deja ver; desde el cuerpo desnudo hasta la prueba y error de algún número. Por momentos, los intérpretes son cinco asistentes de escena a los que les ha ido ganando el métier artístico, y les surge como algo hasta involuntario. De jean, zapatillas y anteojos, ellos pueden transformarse en grandes malabaristas y acróbatas a la vez que en expertos manipuladores de luces y escenografías. Una maravilla que no da ganas que termine.
Ante tanta avalancha de espectáculos franceses, la frutilla del postre en cuanto a los espectáculos internacionales del último fin de semana la pusieron los africanos de Guinea dirigidos por Luc Richard. Blanco/negro , así se llamó el espectáculo, fue una demostración de adrenalina pura a cargo de acróbatas, bailarines y músicos increíbles que llevaron a escena una propuesta basada en el despliegue físico. Probablemente, el punto de partida de la obra (encuentro entre dos culturas) haya sido un dato innecesario ante la vitalidad de estos intérpretes.
Memorias, balances
A diferencia de las otras ediciones del Festival Internacional de Circo de Buenos Aires, esta vez el encuentro que dirige Gabriela Ricardes apostó la mayoría de sus fichas a darle protagonismo a la sede de Polo Circo, ubicado en Combate de los Pozos y Garay. El único desplazamiento que hizo fue haber programado Coulisses en la sala Martín Coronado, del Teatro San Martín. Hacía 26 años que un grupo de nuevo circo no copaba esa sala (el último fue Foolsfire). O sea que el más importante teatro estatal del país le dio la espalda a esta expresión de vanguardia que, durante ese cuarto de siglo, no detuvo su búsqueda. Desde ese aspecto, fue todo un gesto político.
La asistencia de público tuvo sus altibajos que se notaron durante los días de semana. Sábados y domingos, y aún durante la gala del lunes, Polo Circo se llenó de gente. El año pasado se programaron dos impactantes espectáculos al aire libre (impactantes, por lo menos, desde lo visual) que sirvieron para instalar al festival en los medios y entre la gente. En esta oportunidad, la difusión terminó dependiendo de la prensa y los afiches públicos. Lo cual, para un encuentro escénico de tan buen nivel, parece requerir de una campaña más agresiva.
En lo que hizo a la programación internacional, de un indudable nivel, estuvo centrada en los propuestas francesas (6 sobre un total de 9). Eso implicó confrontarse con búsquedas estéticas y una factura técnica de una calidad inobjetable, como es la producción francesa. Claro que, desde otra perspectiva, se pierde la posibilidad de observar la producción circenses de otras latitudes.
Durante doce días, el Polo Circo fue una fiesta y mostró claras señales de crecimiento tanto en lo organizativo como en lo que se refiere a infraestructura. En ese sentido, todos (pibes, elencos nacionales, adultos y programadores) ganaron en este encuentro circense que, de toda la batería de festivales que organiza el gobierno porteño, es el único esencialmente familiero. Por lo cual, sea cual sea el resultado de las próximas elecciones, merece seguir creciendo.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1372216-el-arte-circense-afianza-su-busquedael-arte-circense-afianza-su-busqueda
No hay comentarios.:
Publicar un comentario