21.05.2011 | Hasta el 12 de junio en el Teatro Argentino se puede visitar la muestra Arte y Provocación, que reúne casi un centenar de piezas del mítico “cantaor” español que dan cuenta de su vida. Catalogado como el embajador de la copla, Miguel fue un artista completo que no dio puntada sin hilo. Del hombre a la figura.
Miguel es uno de los tantos casos donde el tiempo no hizo justicia. Justo a él que se encargó de diseminar su obra por todos los medios a su alcance, la tecnología no supo acompañarlo y al día de hoy no quedan registros de sus shows en vivo a excepción de algunas representaciones realizadas de sus coplas más conocidas para las películas. Sin embargo, el espíritu, su entrega en el escenario, corrió como reguero de pólvora entre quienes llegaron a conocerlo, conformaron su público o escucharon lo que había para decir de Miguel. Porque si bien es cierto que su época no fue del todo justa con él, Miguel tuvo la capacidad de ver más allá de su tiempo. Y dejar mucha tela para cortar.
Arte y provocación propone un recorrido cronológico por la vida del “cantaor” a través de los tesoros que supo guardar en baúles en sus giras y diferentes moradas. Fotos autografiadas, dedicatorias de personajes de la talla de Margarita Xirgu, Paco de Lucía, Mercedes Sosa, entre otros, su máquina de coser y sobre todas las cosas, su vestuario ponen de cuerpo presente a Miguel nuevamente en el centro de la escena. Porque como afirma la dedicatoria del escritor Ramón Gómez de la Serna: “sólo el gabán de pieles se acuerda de los perfumes idos…”.
Desde el hall de entrada del Teatro Argentino una explosión de color y sonido sorprende al visitante atraído por los telones rojos que fascinaban al cantante. Suspendidos en una ronda los blusones escenifican el torbellino que era Miguel en escena con o sin cuerpo de baile. Bordados, blusas de seda, gasa, con canutillos o lentejuelas cada uno por sí mismo es un universo donde posar la mirada aunque cuentan que él no te daba tiempo. Según Alejandro Salade, director general de la Fundación Miguel de Molina, “el material es de una gran contemporaneidad. Son piezas de hace más de 70 años pero que aún hoy generan un impacto visual que da que pensar, lo que habrán generado salir al escenario vestido de esa manera.
Pero lo más interesante era su propuesta escénica completa, era demasiado trasgresora para la época. Él no sólo revolucionó el mundo de la canción a partir de su forma de interpretar la copla, creó su propio concepto de estético sobre el escenario. Miguel fue una especie de precursor del videoclip porque por cada tres minutos de copla, cambiaba toda la escenografía y vestuario de forma íntegra. Vestuario que él mismo diseñaba y que cuando el dejó de trabajar en los escenarios lo llevó a coquetear con la moda de gente de alta sociedad que le pedía que le hagan vestidos de noche. Era una persona que salía a cantar con los labios pintados, con un cigarrillo en la boca, unos anillos impresionantes y con una propuesta de vestuario excesivamente barroca pero muy interesante a la vez. Él fue generando su propio mito y su propio lenguaje atrayendo a diferentes generaciones en España, México y Argentina. Él vistió al teatro de lujo y tenía completamente controlados todos los estadios de la producción. Se encargaba absolutamente de todo, fue un artista global”.
Miguel no daba puntada sin hilo y sin desestimar su talento como cantante, seducía a su público con diversos detalles que los distinguían del resto de los artistas. Colocaba una alfombra roja que iba desde la puerta del teatro hasta su camerino o ramos de flores en cada una de las butacas de los palcos. Según Salade “cuando entrabas parecía un inmenso jardín y de alguna manera esos ramilletes de flores que él mismo ponía en la butaca eran los que después la gente le tiraba al escenario. Era un detalle sumamente marketinero”.
Biopic
Miguel de Molina, nació en Málaga el 10 de abril de 1906 pero desde muy joven se unió a una compañía de gitanos “robagallinas” con los que subió a los escenarios de las principales ciudades españolas y de donde heredó según Alejandro Salade su forma aflamencada al cantar: “sucedía algo muy llamativo con la copla en ese momento, estaba reservada a poquísimas exclusivas personas que tenían sus propios compositores, cosa que no pasaba con Miguel. Él sin embargo agarró coplas que habían sido creadas para otros, que pasaban desapercibidas y las hizo obras muy grandes como la ‘Bien Pagá’. Miguel hacía de cada canción una creación, desmenuzaba las letras además de aportarle una voz muy sentida, muy rasgada y mezclarlo con sus orígenes flamencos. No sé sabía bien qué era lo que tenía, pero Miguel cautivaba”.
El “cantaor” brilló durante la época previa a la Guerra Civil pero luego fue perseguido por el franquismo al punto de tener que exiliarse y recalar en tierras argentinas. Aunque esta no sería la última vez que tendrá que marcharse, en noviembre de 1942 en Buenos Aires fue detenido “por diversos escándalos” derivados de su “conocida condición de anormal” e invitado a abandonar el país. A pesar de la trascendencia de estos hechos y de su condición sexual según Alejandro: “él nunca fue un abanderado del orgullo gay, no iba diciendo y militando su homosexualidad, simplemente era una persona que no escondía su forma de ser. Él era lo que era, una persona que por su atrevimiento, por su descaro, por su provocación generaba repercusiones, pero Miguel no hablaba generalmente de su condición sexual. Era un artista que vivía para y por el teatro. Lo que pasa es que era un personaje por las formas hacía hablar a la gente”.
Luego de dejar el país se instaló en México donde la historia se repitió gracias al frente encabezado por Cantinflas y Jorge Negrete que comenzaron una campaña para desprestigiarlo. Muy a pesar de quienes querían acallar su voz, su deambular por distintas tierras no hizo más que multiplicarla. Salade afirma que “él fue un gran embajador español en tierras sudamericanas y eso es lo que estamos recogiendo por donde va la muestra. Miguel era un pedazo de España, que tuvo que exiliarse y se ancló en Buenos Aires”.
Esa mujer
Cuando parecía que no había un lugar en el mundo para Molina, recibió una invitación que le abriría nuevamente las puertas de la Argentina. Él retorna como artista invitado al país en 1946 según consta en sus anotaciones porque “en esta ocasión entró en mi vida una persona que me brindó mi tan ansiada libertad: Eva Perón. Nunca olvidaré lo que esa mujer hizo por mí”. En la muestra además de las cartas del general Perón y de Evita, también hay fotos autografiadas de ambos mezcladas con imágenes de Tita Merello, Susana Giménez, Pichuco, Discépolo, la Coca Sarli, Juan Manuel Serrat, Niní Marshall. Un recorte arbitrario de celebridades de nuestro país, aunadas por el cariño que le profesaban a Miguel.
Según Alejandro “durante la etapa del exilio el vivía con la pena de que sus mejores años no los podía disfrutar en su país. Él nunca pudo trabajar, ni siquiera en los años dorados en España, en su querida Málaga y ni en ninguna parte de Andalucía. Miguel murió con esa deuda pero acá en Buenos Aires encontró su tan ansiada libertad, todo lo que necesitaba. Por eso a pesar que se lo reclama desde Andalucía nosotros creemos que Miguel murió donde quiso morir y en una tierra que le dio su tan ansiada libertad”.
Libertad a la cual Miguel nunca renunció, ni arriba ni debajo del escenario, con los labios pintados, su figura esbelta y su andar “a lo loco” que lo llevó a estar en boca de la gente. Que hoy lo invoca y nuevamente lo pone en el centro de la escena.
Daniela Camezzana
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-140168-medios-122-Quien-quiere-ser-Miguel-de-Molina.html
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