TEATRO EXTRAVAGANTE
Con el maquillaje fresco, el vestuario preparado y todas las ganas de salir a escena, un grupo de artistas de La Plata sorprendieron con una propuesta extravagante. La Culturosa te presenta a una de sus protagonistas.
Fue el pasado 12 de mayo cuando se estrenó en el bar platense Pura Vida Extravagante Procesión, una obra teatral de difícil catalogación. Y en general, lo que es difícil catalogar sale de lo común; si sale de lo común es original, y si es original puede generar reacciones diversas.
Seis actores, dos músicos, dos cantantes y tres colaboradores en maquillaje e iluminación forman el equipo; proponen una puesta que desafía uno de los postulados más fuertes del teatro tradicional: el escenario como lugar donde se desarrolla la escena. Y esto es porque los actores se mueven por diversos lugares del recinto, murmurando sus dolores, cantando sus angustias, gritando la pena que los envuelve. María Emilia Benítez, una de las actrices de Extravagante Procesión, explica que la idea era poner todos los sentidos en juego, tanto los de los actores, como los del público: “el hecho de que tengas un actor que te actúa al lado, que escuches la batería y la guitarra del otro, que los personajes van y vienen todo el tiempo… el público es parte de lo que puede suceder en cada nueva presentación”, afirmó Emilia.
La función estuvo compuesta por diversos actos, de textos teatrales que no pertenecen a una misma obra, pero que están unidos por un hilo en común. María Emilia comentó a La Culturosa, que “si bien la búsqueda del elemento unificador de los actos estuvo centrada, en un primer momento, en lo estético, luego llegamos a la conclusión de que la unión de las temáticas estaba en que apelaban a lo `prohibido´ y a `la soledad´”. Y mucho de eso lo percibieron los espectadores: una especie de incertidumbre, de soledad en medio de la oscuridad, de desubicación en tiempo y espacio. La música en vivo sorprendió, agregó intensidad a los momentos y generó climas. Los actos fuern distintos, pero algo en común tuvieron una monja cristiana que enseñó sobre sexo –aunque, claro, no lo practique- con un par de solteronas que armaron una cita con un hombre para nunca abrirle la puerta y dejarlo ir. Se sintió ese temor a la promiscuidad, un miedo a traspasar finalmente la barrera de lo prohibido que genera una extraña hibridación con las ganas irrefrenables de hacerlo.
Si bien la idea de construir esta puesta tuvo su origen a fines del año pasado, el tiempo aproximado de ensayo fue de tres meses. La propuesta de mezclar diversos lenguajes fue conformando una fusión que tuvo como resultado un producto teatral-musical y coral. María Emilia lo cuenta como un desafío que el grupo se planteó, y que llevó un proceso de adaptación y entendimiento que se fue generando con la práctica.
Con respecto al género de Extravagante Procesión, algunas voces lo catalogaron como varieté -un género nacido hacia fines del siglo XIX, que propone una ronda de gente donde se entrecruzan habilidades para cantar, bailar o tocar algún instrumento-. Como surgió en los finales de fiesta de la gente rica, estos momentos en donde sólo quedaban los más borrachos, promovían la creación transgresora. Sin embargo, María Emilia se abstiene de la clasificación, definiéndolo como un proceso en construcción y destacando la intención de cohesionar lenguajes diversos.
La gente mira para todos lados, no sabe por dónde puede aparecer el “cortador de calabazas”, un personaje indefinido, vestido de sadomasoquista que grita sin razón y se transforma, aún con el mismo atuendo, en el monaguillo que colabora con la dulce monjita. Es por eso que asusta cuando la batería irrumpe con las primeras notas, mientras todavía quedan las risas del humor irónico, negro y ácido de los pequeños actos-puestas. Una sala llena, que se colma de aplausos al final; algunos fruncen las comisuras de los labios: no saben si reírse, si llorar, si sorprenderse. Es un teatro innovador, que si bien no es único en su especie y su construcción denota el conocimiento de experiencias previas, sí genera una ruptura con lo tradicional. Porque mezcla emociones, al igual que lenguajes, porque produce sorpresa, porque muestra personajes ambiguos, confundidos, que son prueba de la complejidad de la humanidad.
La respuesta del público sorprendió a los actores, por la extraordinaria convocatoria y las buenas críticas; “eso nos dio mucha pila para seguir laburando y saber que estamos explorando por un camino que puede funcionar. Teníamos muchas dudas de lo que podía llegar a pasar”, admite la actriz.
Hay una nueva oportunidad para gozar la extravagancia: el 9 de julio en Zaragoza y el 6 de agosto En Pura Vida. Extravagante Procesión te espera, enfundada en una enorme sábana blanca.
Fuente: http://www.revistalaculturosa.com.ar/
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