domingo, 20 de julio de 2008

La tecnología sube a escena

PROPUESTAS DE ALEJANDRA CERIANI Y VALERIA PAGOLA

Dos obras trabajan sobre la exploración de diferentes herramientas tecnológicas para potenciar el suceso artístico. Una modalidad que tiene historia.

Por: Ale Cosin
Fuente: ESPECIAL PARA CLARIN

Hagamos un viaje. Estamos en París, alrededor de 1890, sentados en una butaca nada menos que junto a Isadora Duncan, presenciando el siguiente espectáculo: la bailarina Löie Fuller, ataviada con un vestido de mangas alargadas por varillas, es iluminada por extraños focos lumínicos de colores, transformando su figura ante nuestros ojos. Quizá la noche anterior estuvimos en el mismo teatro admirando a Isadora y su sencilla danza de pies desnudos, o al excéntrico bailarín ruso Nijinsky interpretando al no más comprendido compositor Stravinsky.

Podemos seguir viajando ahora, en esta máquina del tiempo, hasta la ciudad de Nueva York en el año 1965, como espectadores de otra experiencia que apela a todos nuestros sentidos: el joven coreógrafo Merce Cunningham, junto al compositor John Cage, realizan la primer obra interactiva en la que sensores electromagnéticos colocados en el escenario modificaban el sonido y la puesta visual con el paso de los propios bailarines.

En nuestro viaje, entonces, llegamos a la Argentina, hoy, y dentro del amplísimo panorama de la danza contemporánea local, encontramos también muchos artistas que indagan sobre las nuevas tecnologías. Damos dos ejemplos que estarán en cartel dentro del COCOA: 10 años - Festival de Danza Independiente.

Alejandra Ceriani es artista visual, académica y bailarina. Se encuentra hace varios años buscando la relación del movimiento del cuerpo con la creación sonora, pero lo está haciendo a través de la exploración de diferentes herramientas tecnológicas. Luego de realizar un seminario de postgrado en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Plata vinculado a las nuevas tecnologías interactivas, canalizó su línea de búsqueda. Si bien en un principio el proponerse trabajar con una determinada interfase fue desde el lugar de la puesta en escena, o como elemento escenográfico (que es hasta ahora lo más común en las puestas de danza y tecnología), luego se tomó la interfase para construir sentido y capacidad de significación: se puede hablar de interfase como de un elemento que media entre dos o más entidades -en este caso, entre el performer, el softwer y el receptor- con alguna finalidad. Ceriani nos explica: "La resultante del comportamiento articular del cuerpo es captada por una cámara web colocada a una mínima distancia de la performer. Esa información digitalizada ingresa a la computadora como señales electrónicas conectando por puerto virtual las programaciones de los sofware de imagen con el de sonido. El parámetro analizado será la zona de luz y procesada vía ordenador. El movimiento modifica la luz que capta la cámara, es decir que no es el movimiento el que se traduce en sonido de por sí, si no cómo se modifica la luz que reflecta sobre el cuerpo. Esto hace que el bailarín se replantee el lugar antropocéntrico que le da a su movimiento, se trabaja desde la humildad". Puede verse una muestra de Speak, junto al músico Fabián Kesler, el viernes 25 de julio a las 15.30 horas, en el Centro Cultural Recoleta.

Por otro lado, Valeria Pagola -artista que está dedicada activamente a la investigación, la enseñanza y la creación en el campo de la Voz y el Movimiento- estrena 55 (sin.cuentay5). La obra es el resultado de una investigación subsidiada por el Fondo de Cultura BA, que aborda el tema "La voz en el cuerpo del bailarín contemporáneo". Se trata de una obra coreográfica en la que el sonido producido por los intérpretes es mediado por una consola de seis canales, que pasa a ser un objeto fundamental en escena. No es ya un programa de computación, ni una cámara de video como en su anterior obra: la magnífica Discontínua, en la que la integración de la cámara a la obra ocurría de manera totalmente orgánica desde la decisión de trabajar en conjunto con una artista visual Nadia Zirulnikoff. Nadia manejaba la cámara en vivo, pero además interpretaba un personaje y aportaba su visión estética para dar vida a la pantalla en escena. Aquí, se trata de una simple consola de sonido que los intérpretes manipulan en vivo. La idea es lograr un despliegue coreográfico que propone el despertar de los sentidos del espectador a un juego sinestésico. Pagola explica: "Lo tecnológico se reduce a ver la trama de los cables y la consola en escena. El sonido y el silencio resultante es un producto trabajado en vivo por los bailarines, no hay banda ni música grabada, todo ocurre en escena, es decir las voces y ruidos de los micrófonos están a veces procesados por algunos efectos simples como la distorsión de una voz aguda pasada a grave o viceversa; o, entre otros, el eco de un ruido percutido del micrófono golpeado rítmicamente en el piso transformado en algo que suena como música tecno. Para llegar a ésto fuimos entrenados por un técnico de sonido".

Es indiscutible que las tecnologías facilitan la generación de nuevos caminos de expresión aunque no son las únicas ni las encargadas de aportar al arte soluciones si no nuevas interrogantes y desafíos sobre la contemporaneidad, tocándole al artista hallar a través de sus obras nuevas significancias para la época en la que les toca vivir.

Fuente: http://edant.clarin.com/diario/2008/07/20/espectaculos/c-01401.htm

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