23/05/14 - 06:15hs
Foto: H.Fouillet. |
La cara roja y ancha, el cerdoso bigote gris y, bajo él, la sonrisa picaresca preceden la verborragia espontánea, sin guión ni pausa, de este “standupero criollo” que es el Gato Peters. No es casual el título de su flamante espectáculo Dichos y hechos, perorata criolla en un solo acto, que mañana, desde las 21.30, presentará en el Teatro La Nonna (47, esquina 3).
“Eso es lo que hacemos los narradores de costumbres, hablar de dichos y hechos de personajes, contar cosas que uno nunca sabrá si sucedieron o son fruto de la imaginación. Yo creo que algo sucedió en el pasado y después, los mentirosos profesionales que somos los narradores, lo vamos caricaturizando”, detalla a Hoy Peters, quien acaba de ganar el premio Carlos 2014 con este espectáculo que, en agosto, también repondrá en el Teatro Maipo, con producción de Lino Patalano.
Pasando por temas como la Papamanía -“porque desde que tenemos un Papa argentino todos nos colgamos de la sotana de Bergoglio”-, relatos sobre personajes pampeanos o describiendo postales de Córdoba, el humorista que estudió y se recibió de Veterinario en La Plata, ofrece sobre tablas 80 minutos de monólogo con su particular estilo campechano.
“Soy yo solo, parado en el escenario, hablando en la más pura y cruda versión del standupero viejo”, explica el artista, y revela que antes “no se decía stand up, pero si stand up es humor de parado, yo lo hago y digo bienvenido al stand up, tan de moda ahora. En Estados Unidos, ese humor es la puerta de entrada a la comedia; pero acá, un tipo tenía que hacer toda una carrera y recién en su cúspide como actor podía hacer un unipersonal -Alfredo Alcón o Pinti-. Lo hacían cuando ya era viejos y gordos (risas), sino no podía”, analiza Peters.
En este sentido, recuerda que él la viene “remando” desde los 20 años, cuando en La Plata “comencé a hacerme el gracioso para entrar a un boliche o arrimarme a una chica. Tuve que ganarme un lugar, un caché y un prestigio a pura personalidad. A diferencia de lo que sucede ahora, nosotros logramos consolidarnos de grandes, porque si sos viejo y gordo te hacés creíble: te parás, empezás a sentenciar y hasta vos te creés lo que decís”, ilustra, pero advierte: “Parece que todos podemos ser standuperos y decir lo que se nos ocurra, pero las cosas tienen que pasar un filtro y, en definitiva, la gente es la que nos acepta o no”.
“Eso es lo que hacemos los narradores de costumbres, hablar de dichos y hechos de personajes, contar cosas que uno nunca sabrá si sucedieron o son fruto de la imaginación. Yo creo que algo sucedió en el pasado y después, los mentirosos profesionales que somos los narradores, lo vamos caricaturizando”, detalla a Hoy Peters, quien acaba de ganar el premio Carlos 2014 con este espectáculo que, en agosto, también repondrá en el Teatro Maipo, con producción de Lino Patalano.
Pasando por temas como la Papamanía -“porque desde que tenemos un Papa argentino todos nos colgamos de la sotana de Bergoglio”-, relatos sobre personajes pampeanos o describiendo postales de Córdoba, el humorista que estudió y se recibió de Veterinario en La Plata, ofrece sobre tablas 80 minutos de monólogo con su particular estilo campechano.
“Soy yo solo, parado en el escenario, hablando en la más pura y cruda versión del standupero viejo”, explica el artista, y revela que antes “no se decía stand up, pero si stand up es humor de parado, yo lo hago y digo bienvenido al stand up, tan de moda ahora. En Estados Unidos, ese humor es la puerta de entrada a la comedia; pero acá, un tipo tenía que hacer toda una carrera y recién en su cúspide como actor podía hacer un unipersonal -Alfredo Alcón o Pinti-. Lo hacían cuando ya era viejos y gordos (risas), sino no podía”, analiza Peters.
En este sentido, recuerda que él la viene “remando” desde los 20 años, cuando en La Plata “comencé a hacerme el gracioso para entrar a un boliche o arrimarme a una chica. Tuve que ganarme un lugar, un caché y un prestigio a pura personalidad. A diferencia de lo que sucede ahora, nosotros logramos consolidarnos de grandes, porque si sos viejo y gordo te hacés creíble: te parás, empezás a sentenciar y hasta vos te creés lo que decís”, ilustra, pero advierte: “Parece que todos podemos ser standuperos y decir lo que se nos ocurra, pero las cosas tienen que pasar un filtro y, en definitiva, la gente es la que nos acepta o no”.
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