viernes, 30 de mayo de 2014

Claudia Lapacó: “A mí me encanta estar en la cornisa”

Claudia Lapacó, en la televisión y en el teatro. Ganó un Martín Fierro por interpretar a Tita Merello y todas las noches deslumbra en La laguna dorada junto a Pepe Soriano. El recorrido de una actriz de lujo.


Si el ejemplo cunde por empatía, uno podría esperanzarse con que Claudia Lapacó sabrá transmitir su afabilidad a las generaciones de actores por venir. Dan ganas de que esta actriz de hablar ampuloso y gentil, que compartió escena con grandes de la escena nacional, sea modelo del deber ser. “Me duele más que me critiquen con maldad por lo que me puse para los Martín Fierro, que por hacer un casting y no quedar”, explica la reciente ganadora del premio que entrega APTRA, por su protagónico en el unitario Historia clínica, donde se vistió con las ropas de Tita Merello. A los setenta y pico, esta dama saluda todas las noches al público en La laguna dorada, la obra teatral que protagoniza junto con Pepe Soriano en el Metropolitan Citi, donde interpreta notablemente a una mujer abnegada con 30 años de matrimonio, con hija y nieto completando el combo.

–¿Qué hay en usted de esta mujer entregada enteramente a su esposo?

–Me pasa que siempre me dicen que el personaje que estoy haciendo me va perfecto, será que los vuelvo cómodos. Este en particular tiene mucha energía vital, eso es muy mío.

–¿Y de Merello qué tiene?

–No sé, calculo que la pujanza. La mía fue una carrera de mucho esfuerzo sin ver el claro. Esperé cuarenta años para recibir el primer premio, que fue un ACE en el año 2000, supongo que los que entregan premios prefirieron esperarme a ver si mejoraba (risas).

–¿No tendrá que ver con algún prejuicio?

–Puede ser, ganar ahora es mejor que antes. Es un pequeño momento de gloria.

–¿Por qué?

–Porque no están premiando mi belleza, ni mi peso, ni mi juventud, todas cosas que ya he perdido. Ahora sólo premian mi trabajo, y entonces que esa gente considere que voy por el buen camino me parece emocionante.

–¿Lo dice porque fue una de las primeras en mostrar las piernas sin prejuicio?

–Ah, sí, la pacatería le ha hecho tanto mal a esta sociedad. Es curioso que muchas veces se dice que yo empecé haciendo revista y eso no fue así. Yo empecé en el ’58 y la única revista que hice fue en el ’79 con Antonio Gasalla. Después hice tres meses con Alberto Olmedo en la televisión y listo. El resto de mi carrera no fue en la revista, aunque no tenía pruritos con el cuerpo.

–¿Cuál fue su secreto para perdurar?

–Creo que todo lo que uno hace con el corazón en algún momento se nota. En mi caso tuvieron que pasar cuarenta años. Esto lo repito para que los angelitos de 20 años que reciben un premio a los 15 no se malacostumbren. Yo los y las espero a mi edad, a ver cuántos llegan.

“Con tu vida hacé lo que quieras, pero te vas a tener que destacar”, dice que casi le ordenó amorosamente su padre, inmigrante ruso en estas tierras australes. Lapacó todavía recuerda la extraña sensación que la recorrió cuando a los 14 años la llevaron a ver a Edith Piaf al Gran Rex. “Desde antes yo soñaba con ser actriz y cuando empecé a decirlo nadie protestó, pero papá me pidió que terminara la secundaria”.

–Sus padres murieron muy jóvenes, ¿llegaron a verla cumplir el sueño?

–Sí, aunque hubiera preferido que estén ahora que es mi mejor momento profesional.

–¿Por qué es el mejor momento?

–Te diría que hace diez años que recibo propuestas interesantes, con compañeros que son un lujo. Para mí, estar casi dos años con Alfredo Alcón fue soñado.

–¿Qué recuerda del tiempo que compartieron en Filosofía de vida?

–Alfredo era admirable, ético y un gran compañero. El hecho de que me aceptara como compañera fue un orgullo. Ahora con Pepe Soriano me pasa igual; él con 86 años tiene la vitalidad que no veo en muchos colegas.

–Trabajó bajo las órdenes de Nené Cascallar. ¿Hoy duda a la hora de aceptar trabajos en televisión?

–Mirá, a mí me encanta estar en la cornisa. En la primera lectura del libro yo sé si debo aceptar la propuesta o no. Yo actué con un bailarín de Butoh cuando nadie conocía la disciplina.

–¿A la gente de su generación le preocupa el rating?

–No me muero por eso, los mejores programas nunca fueron los de mayor rating. También hay algo de los programadores que es incomprensible porque, por ejemplo, yo hice capítulos de La celebración y en Telefé nos pusieron a las doce de la noche, para que no nos vean. Las decisiones empresariales no tienen mucho que ver con el encendido ni con el interés del público.

–¿Piensa en el retiro?

–¡Dios mío! Retirarme ¿a qué? Si me obligaran al retiro me deprimo, me seco como una planta. Lo único que siempre quise es actuar. Uno olvida los dolores por esa adrenalina, yo me mato en el escenario, a mí el teatro me organiza la vida.

–¿Y no existe el miedo a que el teléfono deje de sonar con propuestas?

–Siempre el mejor papel me está esperando y lo que tenga que ser va a ser. La vida siempre me sorprende con cosas que no esperaba.

–¿No será que usted es una optimista empedernida?

–Sí, yo nací para ser feliz. El ser feliz es una actitud de vida que siempre tuve. Mis padres fueron muy buenos, mis hijos también y ahora mis nietos me dan todo lo que puedo desear.

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