LA APLANADORA PASO POR LA CIUDAD
El trío repasó en La Plata su costado rockero más ortodoxo
RICARDO MOLLO, DIEGO ARNEDO Y CATRIEL CIAVARELLA REVISARON EN UN SHOW DE DOS HORAS Y MEDIA SUS 25 AÑOS DE TRAYECTORIA.
Por Diego Dipierro
Como si alguien se lo hubiera pedido, Divididos volvió a confirmar su vigencia inoxidable ante el lleno total del estadio Atenas. El show del sábado a la noche se pareció a una revisión de su historial rockero, aquél que le valió su mote archiconocido de “aplanadora”.
Con una lista compacta y haciendo gala de un engranaje sincronizado, Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella se dieron el gusto de divagar ante cada canción, hasta estirarla varios minutos más al principio y sobre todo al final.
A 26 años y medio de la disolución de Sumo, la única alusión a la banda de Prodan en toda la noche fue “El ojo blindado”. Y después, una andanada ininterrumpida con “Tengo”, “Tanto anteojo”, “La ñapi de mamá” y “Vida de topos”.
¿Es la banda que más tarda en terminar los temas? Por lo menos, es la que en cada zapada saca a relucir una destreza individual que, sin ser ninguna novedad vuelve a dejar embelesados a todos.
“Sábado” puso a calentar lo que al público le esperaba para el resto de la noche. ¡Dale azulejo!
Fueron dos horas y media de rock condensado, salvo el remanso que implicó “Lavate los deditos” con Mollo con un violín al cuello, más un mini-set menos vertiginoso pero tampoco acústico. La banda descansó sobre “Par mil” y “Spaghetti del rock”, para que un minuto después todos se enloquecieran de nuevo.
De la destreza y versatilidad de Mollo debe quedar muy poco para decir. El mismo se encargó de aportar una anécdota de antología.
“¡Te gustan los hombres!”, lo acusó su profesor de artística cuando Ricardito aún cursaba el secundario. El ¿docente? le lanzó esa conclusión cuando lo único que veía en su cuaderno eran dibujos de Hendrix y Page.
“Esos eran los hombres que me gustaban”, remarcó el guitarrista, un segundo antes de empezar a dibujar la intro de “Voodoo child” con una Converse negra que despegó tras el vallado. En ese tema y en “Qué tal”, cada uno en versiones de al menos 12 minutos, Mollo recordó que Carlos Santana sigue siendo una de sus influencias más evidentes.
Las revoluciones se calmaron un rato con “Amapola del 66” sumado al ojo de la tormenta de “Tomando mate en La Paz”. Lo único que pudo opacar la clase abierta que dio el trío fue el sonido enturbiado que se logró en el estadio de básquet. Más allá de eso, queda abierto el debate acerca de si Arnedo es el mejor bajista de rock en actividad, o si la enajenación electrificada de Catriel puede ponerse a la par de las bases que pergeñaba Jorge Araujo.
Con la infantería policial en la puerta hasta que dejaron por fin entrar a 100 personas que escucharon casi todo el show desde la vereda, Divididos remató con “Paisano de Hurlingham”, “Sucio y desprolijo” y “Aladelta” una noche en la que, de nuevo, para ellos todo pareció fácil de crear, tocar y estirar. Como pasa siempre que cada cual sabe qué hacer y cómo lucirlo.
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