Como lo hace desde muchos años, compartirá las horas de actuación en cine, teatro y televisión con la gestión pública. De día, el Consejo Provincial de Teatros Independientes, de noche, la calle Corrientes.
Cuesta hablar de Lito Cruz y no apelar al sostén de las frases predigeridas -decir, por ejemplo, que es un "artista de todos los frentes"-: referente de la actuación y de la enseñanza actoral y hombre, ante todo, de teatro, por estos días le presta el cuerpo a Joe Keller, un empresario norteamericano enriquecido en tiempos de guerra que vive una tragedia autoprovocada en Todos eran mis hijos, el clásico de Arthur Miller. Y mientras espera el estreno de un film que lo tiene como protagonista y sostiene un espectáculo tanguero de creación propia, el hombre acaba de embarcarse en la aventura de dirigir el Consejo Provincial de Teatros Independientes, para promover la creación y la subsistencia de salas teatrales en la provincia de Buenos Aires. Actor, director, maestro de actores y funcionario, el ex director ejecutivo del Instituto Nacional del Teatro vuelve a la actividad pública para hacer lo que mejor le sale: comprometerse -valgan los clichés- arriba y debajo de la escena.
Está actuando en Todos eran mis hijos y, justo enfrente del teatro Apolo, tiene lugar otra obra de Arthur Miller, El descenso del Monte Morgan. ¿A qué atribuye la vigencia de este autor?
Supongo que tiene que ver con el momento que está viviendo el país: yo veo que la gente está reflexionando, pensando por qué pasaron las cosas que pasaron y cuál es el camino que tiene que tomar la Argentina. La literatura y el teatro hacen reflexionar sobre la historia y Arthur Miller es un hombre que ha surgido del realismo socialista, que siempre hizo hincapié en la idea de que la sociedad tiene un grado de responsabilidad sobre las que cosas que le suceden, que los seres tienen responsabilidades individuales y colectivas.
Y para usted, ¿qué significa Miller?
En mi adolescencia, Miller y (Tennesse) Williams eran la imagen misma de la vanguardia. Nosotros compartíamos las ideas que ellos tenían, su visión de que una obra de teatro era una herramienta para cambiar la sociedad. Después nos dimos cuenta de que no era tan así, de que como mucho uno puede cambiar la cabeza de algunos espectadores. Pero, de todas maneras, estos autores nos inculcaron un gran entusiasmo y un gran amor por la profesión. Porque el teatro es entretenimiento, pero la gente también debe volverse a su casa con alguna reflexión sobre lo que vio. Y Miller, en ese sentido, tiene obras llenas de contenido y dispara muchas discusiones: en Todos eran mis hijos, por ejemplo, surge el tema de la responsabilidad individual de cada ser. Miller deja a los individuos solos, con todas sus decisiones a cuestas y su responsabilidad individual.
Hablando de responsabilidades, en estos días comienza su trabajo como director en el Consejo Provincial de Teatros Independientes. ¿Qué tareas asumirá en ese rol?
Después de haber declarado la Ley Nacional de Teatros Independientes, el año pasado fuimos por la Ley Provincial de Teatros Independientes, que contempla la creación de este Consejo Provincial. Estamos trabajando en toda la provincia de Buenos Aires para que el teatro independiente tenga recursos y una de las cosas que se consiguieron es que el 8,25% de los premios prescriptos de la Lotería de la provincia de Buenos Aires se destinen al teatro, con un mínimo estipulado de tres millones de pesos. El teatro comienza a tener recursos para cumplir la tarea que empezó hace más de 70 años con Leónidas Barletta una de mis tareas será ayudar a que estos pequeños lugares desparramados puedan seguir existiendo. Voy a reunirme con los intendentes, llevar la fiscalización de las salas, moverme por toda la provincia de Buenos Aires para trabajar en estos espacios, que son parte de la cultura argentina. Porque, si la gente se sigue encerrando en su casa a mirar televisión, la delincuencia gana: un teatro trae luz, lleva gente a las calles y cuando la gente está reunida, las cosas funcionan mejor.
¿Qué otros planes lo aguardan para el resto de 2010?
Pronto se estrena La revolución es un sueño eterno, basada en la novela de Andrés Rivera y dirigida por Nemesio Juárez. Sigo con las participaciones en Para vestir santos y también las giras de Sueños de milongueros, el espectáculo que armamos con María Dutil. Y continúo con las clases de teatro.
Natalia Laube Redacción Z
Cuesta hablar de Lito Cruz y no apelar al sostén de las frases predigeridas -decir, por ejemplo, que es un "artista de todos los frentes"-: referente de la actuación y de la enseñanza actoral y hombre, ante todo, de teatro, por estos días le presta el cuerpo a Joe Keller, un empresario norteamericano enriquecido en tiempos de guerra que vive una tragedia autoprovocada en Todos eran mis hijos, el clásico de Arthur Miller. Y mientras espera el estreno de un film que lo tiene como protagonista y sostiene un espectáculo tanguero de creación propia, el hombre acaba de embarcarse en la aventura de dirigir el Consejo Provincial de Teatros Independientes, para promover la creación y la subsistencia de salas teatrales en la provincia de Buenos Aires. Actor, director, maestro de actores y funcionario, el ex director ejecutivo del Instituto Nacional del Teatro vuelve a la actividad pública para hacer lo que mejor le sale: comprometerse -valgan los clichés- arriba y debajo de la escena.
Está actuando en Todos eran mis hijos y, justo enfrente del teatro Apolo, tiene lugar otra obra de Arthur Miller, El descenso del Monte Morgan. ¿A qué atribuye la vigencia de este autor?
Supongo que tiene que ver con el momento que está viviendo el país: yo veo que la gente está reflexionando, pensando por qué pasaron las cosas que pasaron y cuál es el camino que tiene que tomar la Argentina. La literatura y el teatro hacen reflexionar sobre la historia y Arthur Miller es un hombre que ha surgido del realismo socialista, que siempre hizo hincapié en la idea de que la sociedad tiene un grado de responsabilidad sobre las que cosas que le suceden, que los seres tienen responsabilidades individuales y colectivas.
Y para usted, ¿qué significa Miller?
En mi adolescencia, Miller y (Tennesse) Williams eran la imagen misma de la vanguardia. Nosotros compartíamos las ideas que ellos tenían, su visión de que una obra de teatro era una herramienta para cambiar la sociedad. Después nos dimos cuenta de que no era tan así, de que como mucho uno puede cambiar la cabeza de algunos espectadores. Pero, de todas maneras, estos autores nos inculcaron un gran entusiasmo y un gran amor por la profesión. Porque el teatro es entretenimiento, pero la gente también debe volverse a su casa con alguna reflexión sobre lo que vio. Y Miller, en ese sentido, tiene obras llenas de contenido y dispara muchas discusiones: en Todos eran mis hijos, por ejemplo, surge el tema de la responsabilidad individual de cada ser. Miller deja a los individuos solos, con todas sus decisiones a cuestas y su responsabilidad individual.
Hablando de responsabilidades, en estos días comienza su trabajo como director en el Consejo Provincial de Teatros Independientes. ¿Qué tareas asumirá en ese rol?
Después de haber declarado la Ley Nacional de Teatros Independientes, el año pasado fuimos por la Ley Provincial de Teatros Independientes, que contempla la creación de este Consejo Provincial. Estamos trabajando en toda la provincia de Buenos Aires para que el teatro independiente tenga recursos y una de las cosas que se consiguieron es que el 8,25% de los premios prescriptos de la Lotería de la provincia de Buenos Aires se destinen al teatro, con un mínimo estipulado de tres millones de pesos. El teatro comienza a tener recursos para cumplir la tarea que empezó hace más de 70 años con Leónidas Barletta una de mis tareas será ayudar a que estos pequeños lugares desparramados puedan seguir existiendo. Voy a reunirme con los intendentes, llevar la fiscalización de las salas, moverme por toda la provincia de Buenos Aires para trabajar en estos espacios, que son parte de la cultura argentina. Porque, si la gente se sigue encerrando en su casa a mirar televisión, la delincuencia gana: un teatro trae luz, lleva gente a las calles y cuando la gente está reunida, las cosas funcionan mejor.
¿Qué otros planes lo aguardan para el resto de 2010?
Pronto se estrena La revolución es un sueño eterno, basada en la novela de Andrés Rivera y dirigida por Nemesio Juárez. Sigo con las participaciones en Para vestir santos y también las giras de Sueños de milongueros, el espectáculo que armamos con María Dutil. Y continúo con las clases de teatro.
Natalia Laube Redacción Z
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