sábado, 26 de junio de 2010

Fast food o la velocidad de la muerte

Vuelve a la ciudad de La Plata, con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro la obra: Fast food o la velocidad de la muerte

de Diana Raznovich

Destacamos que el “Grupo Layave” se enfrenta a un gran desafío con “Fast Food o la velocidad de la muerte” ya que esta obra no se ha estrenado en ningún escenario mundial.

La célebre diva Alicia Bonafé vende su suicidio a la popular Monina Monet -una famosa periodista televisiva- buscando levantar aún más el rating que su figura dispara.

Además de la entrevistada y la entrevistadora (respectivamente), se verá en escena, por pantalla gigante, una suerte de reconstrucción de enredos sentimentales que disparan en Alicia la decisión de quitarse la vida. Desde esa pantalla dialogan con ella distintos personajes: amantes, familiares, reconocidas figuras del espectáculo y de distintos ámbitos profesionales, que le dan emoción y golpes de efecto a un suicidio prefabricado.

Un verdadero duelo para dos actrices. Una obra cruel y negra que, en tono de comedia irónica, reedita la relación de la audiencia con los medios (ya trabajada por la autora en Jardín de Otoño y otras obras) pero esta vez de manera más extrema y sarcástica.

La obra trabaja con la ambivalencia de dos personajes que se admiran y se odian pero se necesitan mutuamente, adoran la muerte y juegan con ella, creen ser felices pero no lo son porque buscan siempre algo más. Desean el éxito a costa de todo, incluso si el precio involucra a la muerte. La presencia de la muerte como algo atractivo a los ojos del espectador, por ser algo que nadie conoce del todo pero despierta unánime curiosidad, es el elemento que sirve a estas dos mujeres para desarrollar un juego perverso y peligroso pero, aparentemente, sumamente ventajoso para ambas.

En definitiva, Alicia y Monina resultan dos caras de una misma moneda aunque no lo sospechen o lo admitan.

La obra muestra la cruda realidad en que vive la sociedad actual donde lo mas importante es, sin importar que sea cierto o no, la exposición de una situación limite y extrema para lograr captar la atención de quienes consumen y conforman el éxito mediático, de quienes roen lo excéntrico, lo superficial, lo lamentablemente atípico y hasta incluso utópico y anhelable para muchos.

Querer ser quien uno no es realmente es intentar dibujar una realidad para ser aceptado por quienes hacen del otro alguien superior. Alicia Bonafé es un personaje, en esos términos, superior. Eso es, al menos, lo que ella ha creado y alimentado en su propia cosmogonía y lo que la gente ha hecho de ella. Entonces ¿qué mejor, además de conocer su vida íntegramente, que saber cómo se despide de su público y ser partícipe de esa espectacular despedida?. Más aún: ¿Cómo no verla morir frente a ese público que la admira, la venera e intenta ser como ella?

Monina no es otra cosa que un fiel reflejo de aquel espectador que, no habiendo tenido la posibilidad de lograr ser tan bella y admirada como Alicia, intenta, de alguna manera, ser ella. Su método consiste en saber qué hace ella de su vida y mostrar al público que puede incluso decidir sobre la muerte de quien ella tanto admira. Después de todo Alicia es quien es gracias a ella y a su publicidad. Monina le ha dado de alguna manera la vida. ¿Porqué no creerse autorizada para decidir y planear su muerte?

Pero Alicia y Monina encuentran un escollo. No pueden imitar a la muerte. No pueden burlarla. Necesitan, entonces, un plan exitoso, falso y preproducido. Mientras tanto, piensan a futuro el modo de superar el rating que seguramente atraerá esta muerte, pero no a costa de ella.

No tienen a nadie. Se tienen a ellas. Ni siquiera el público es de ellas. El público es de quienes ellas inventaron. La realidad es que se necesitan mutua y simbióticamente para crear un mundo irreal que las haga felices, porque fuera de ese mundo mágico, lleno de éxito y superficialidades, les acecha la soledad, el horror, la angustia, la hipocresía, el dolor y la frustración de no ser ni saber quienes son

Toda revolución trae aparejadas consecuencias positivas y negativas. Algunas absolutas, otras relativas según la moral imperante. El desarrollo tecnológico y, dentro suyo, la revolución mediática arrastra secuelas que, indudablemente, en numerosas oportunidades contribuyen a transgredir las normas. La realidad se mezcla con la ficción sin definir donde se asienta el límite de cada una. La televisión profundiza esta zona borrosa en donde lo público y lo privado se fusionan desconociéndose donde termina uno y empieza el otro. La violencia, la corrupción, el horror son naturalizados, estandarizados y expuestos como la inevitable realidad en la que debemos vivir. El crimen, el sometimiento, el abuso son reproducidos en serie y convidados al espectador en pequeñas o grandes dosis; un espectador previamente segmentado en franjas horarias, niveles socioculturales o rangos etéreos en una sociedad fragmentada e incomunicada. O lo que es aún peor: mal comunicada.



No olvidamos en este complejo entramado a ese espectador. Él es parte activa y constitutiva del andamio sobre el cual se erige este fenómeno comunicacional en el cual la realidad se fracciona, para luego decidir qué parte es conveniente mostrar según los fines perseguidos. La paleta de acciones y el rumbo a seguir se fundamentan en esta desintegración del entorno. Las opciones se exhiben como variadas, pero son esencialmente similares. El prisma mediante el cual se evalúan las condiciones imperantes es el mismo que las recorta y es habitualmente aceptado y negociado por el público quien ve en esta farsa el contraste con su propia experiencia y siente la necesidad de pertenecer a ese circuito. Se ve impelido a formar parte de esto porque está siendo constantemente invitado a hacerlo y son pulsadas desde esta arista sus cuerdas más básicas y profanas mediante la seducción y la promesa de ser un poco más dichoso, pero alguien quien en definitiva no es.

Esa es la plataforma sobre la cual basamos nuestra apuesta. La premisa es invitar al espectador a ser testigo de la producción de este entramado, experimentando sensorialmente la percepción mediante no uno, sino varios prismas, a través de los cuales apreciar la misma realidad, seguramente acotados también, pero seleccionados cuidadosamente desde la composición dramatúrgica, la dirección actoral, la distribución del espacio y el soporte tecnológico. Intentamos estimular la lectura crítica y sensata de lo que nos es ofrecido desde los medios, no para rechazarlo de plano sino para desmenuzarlo,

constituirlo, mejorarlo y hacerlo útil.

Es en el juego dicotómico sobre el cual se funda la acción dramática, la elección estética y la frondosa textura dramatúrgica que la obra nos ha

ofrecido el lugar desde el cual el público configurará un mensaje abierto y polívoco, capaz de resignificarse según la perspectiva desde la cual sea alumbrado.

Es, en definitiva, la reacción del espectador la que termina de conformar esta obra y en ellos está plasmado nuestro desafío. En la capacidad de comprender que es cada uno el que construye su propia verdad y, a partir de allí, la realidad común.

Aspectos técnicos de la obra

Por las características de la obra que hemos relatado al inicio, los aspectos técnicos de la misma conforman la estructura es decir los cimientos donde se apoya y modifica el lenguaje hiperrealista del texto.

Se apoya porque creemos que la técnica es por un lado el medio mismo para llegar rápido, claro y a todos por igual. Por otro lado modifica porque utilizamos básicamente la imagen como producto de esta técnica para mostrar las aristas hiperrealistas del texto. En este sentido rescatamos la superficialidad, el poner todo en el mismo plano de la imagen para poder resaltar la crudeza de lo dicho.

De comienzo a fin de la obra se utilizará este criterio. Como elementos técnicos habrá un tele

visor color, una cámara de video digital sobre un trípode, un proyector, un reproductor de DVD y una pantalla que ocupa todo el fondo del escenario. Cada uno de estos objetos ocupan una función y lugar específicos.

La autora de la obra ha logrado en su escrito darle valor funcional, a demás de contextual, a la imagen. Desde los aspectos técnicos sostenemos esta idea, recortando las imágenes (tipos de planos utilizados, espacios físicos, modo de presentar los personajes, luz, material de archivo, etc.) para exponer la trama que muestra la preproducción e intencionalidad de todo producto mediático.

Para poder conformar la idea de atemporalidad y linealidad de la imagen, algunas de las escenas las realizamos en exteriores y en espacios neutrales.

El guión cuenta con dos personajes masculinos, Gerardo y Miguel. Solo aparecerán como objetos y en función al complot entre los personajes femeninos. La elección de remarcar el hombre como hombre mismo sin identidad derivo en que todos los personajes sean realizados por un solo actor. Un mismo actor es todos los personajes que la autora pone sobre la pantalla: Miguel, Gerardo, un psicólogo, una actriz, el productor y un político.

En este recorte también es importante rescatar la idea de poder y éste en relación a los medios, a la fama, a la belleza, a que es importante y que vale en el mundo actual globalizado. En el final de la obra, ante la necesidad de un mejor reiting estos conceptos se reformulan y cobran nuevo sentido.

La propuesta nuestra espera ser la posibilidad de “mirar” otro de los distintos lados de la realidad.

Vestuario

El vestuario resalta las características físicas de las actrices protagonistas por oposición y similitud a partir de las formas y los colores.

Lo que se pretende es darle forma a la personificación de cada actriz.

Alicia Bonafé es una actriz glamorosa. Monina Monet, una periodista mediática especialista en la vida y figura de Alicia Bonafe.

En el caso de los personajes que aparecen solo en pantalla marcamos las características mínimas de cada uno (en relación al objeto), manteniendo los colores rojo y negro.

En el caso de los apuntadores de tv (personajes secundarios no incluidos en el texto de la obra) se destacan por jardineros color naranja fluo con remeras negras

Escenografía

Recrea dos espacios que se alternan , la casa de Alicia y el set televisivo, con objetos polifuncionales, tales como dos sillas altas, una mesa baja, armas, cajas de bombones, almohadones, copas, un televisor, una cámara filmadora sostenida por un trípode y una tela blanca de fondo para la proyección.

Lo que pretendemos es resaltar la imagen y el texto.

“FAST FOOD O LA VELOCIDAD DE LA MUERTE”

de Diana Raznovich

Actores: Graciela Alegre, Valería Soibelzón, Ariel Solá.

Vestuario: Analía Seghezza.

Asistente de vestuario: Agustina Pascual.

Dirección de escenas filmadas: Cristian Schmidt.

Comunicación: Constanza Giacobone y Bárbara Ponce Figliozzi.

Asistencia de dirección: Ariel Solá.

Dirección: Lorena Velazquez.

Producción: Grupo Layave

Funciones los Sábados de Junio en el Centro Cultural Viejo Almacén “El Obrero” Calle 13 esq. 71 La Plata

Reserva tus entradas al 4519497 o 155034789.

Fuente: http://aquilaplata.com/destacados/fast-food-o-la-velocidad-de-la-muerte.html

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