jueves, 17 de junio de 2010

Dos actores platenses reconstruyen en una obra la juventud de sus padres en los ‘70

Teatro y memoria

Mi vida después se presenta los fines de semana en el barrio porteño de Abasto

Mi vida después, dirigida y escrita por Lola Arias –a partir de material original aportado por los actores–, se presenta en La Carpintería, en el barrio porteño de Abasto (Jean Jaures 858), los sábados a las 21 y los domingos a las 20. En esta obra, seis actores/personajes, Carla Crespo, Liza Casullo, Blas Arrese Igor, Vanina Falco, Pablo Lugones y Mariano Speratti, reconstruyen en escena la juventud de sus padres en los años '70 a partir de fotos, cartas, filmaciones, ropa usada y recuerdos propios y ajenos.

Los actores Pablo Lugones y Blas Arresse Igor son platenses y la historia de sus padres transcurrió en esta ciudad. Con ellos habló Diagonales sobre el tan difícil como gratificante trabajo de ahondar en su propia historia y contextualizarla en la nada fácil historia argentina de los '70 para contárselas a los demás desde un escenario.

–¿Cómo les llega la propuesta de Mi vida después?

Pablo Lugones: –La propuesta me llegó por medio de la directora, Lola Arias. Ella estaba buscando seis actores nacidos aproximadamente entre 1976 y 1983 para que cuenten las historias de sus padres durante la dictadura. Era importante para ella que en este grupo de relatos se contaran no sólo las historias personales, sino que cada historia-actor pudiera representar las diferentes posturas sociales en relación al tema. Mi historia cuenta la vida de las personas que no participaron activamente de la militancia política pero que fueron de todas maneras atravesados por el contexto político-social de la época.

Blas Arresse Igor: –Yo trabajé con Lola Arias en obras y performances anteriores a Mi vida después, por eso ella sabía algo acerca de mi biografía. Yo le había comentado más de una vez que mi padre había estado en el seminario y había dejado los hábitos cuándo conoció a mi madre. En diciembre de 2007 le escribo por su cumpleaños y me contesta el mensaje preguntándome si me interesaba formar parte de su nuevo biodrama. Cuando me contó a grandes rasgos de qué se trataba me resultó tan interesante que no lo dudé ni un segundo. Y cuando conocí a mis compañeros de obra, me cerró por completo la propuesta. Además de gustarme mucho la obra en particular, me resulta muy potenciador a nivel artístico trabajar con Lola. Ella cuenta con una mirada muy singular sobre el teatro, su búsqueda de teatralidad en los límites entre la realidad y la ficción siempre me pareció una apuesta y un riesgo artístico más que valioso. También me pareció muy buena la propuesta porque, además de actores, también somos colaboradores autorales.

–¿Qué tanto se identifican con sus demás compañeros de elenco y qué tanto se diferencian de ellos?

P.L.: –Me identifico plenamente con todos. Creo que eso es en gran parte el resultado de la obra. Todos hicimos un gran esfuerzo para poner sobre escena nuestras historias personales. Y lo que nos diferencia, aunque no lo llamaría así, son las historias de nuestros padres y, a raíz de eso, los sucesos personales que cada uno atravesó y que se cuentan en la obra. Pero creo que por sobre toda historia personal o hecho particular, sobrevuela en la obra un clima generacional, un mapa de las vidas de nuestros padres, de la generación de nuestros padres y una voluntad nuestra, propia, de mostrarnos lo más transparentes posibles, función tras función.

B.A.I.: –Todos tenemos un posicionamiento parecido en relación a lo que sucedió en los '70. Por otra parte, todos compartimos la misma generación y eso hace que la obra tenga humor, sea muy vital, sensible y, a la vez, crítica de la historia reciente de nuestro país.

Entre ficción y realidad. En Mi vida después, cada actor hace una remake de escenas del pasado para entender algo del futuro. Como dobles de riesgo de sus padres, los hijos se ponen su ropa y tratan de representar su historia familiar. La obra transita en los bordes entre lo real y la ficción, el encuentro entre dos generaciones, el cruce entre la historia del país y la historia privada, como una forma de revivir el pasado y modificar el futuro.

En los años '70, el padre de Blas dejó la sotana cuando conoció a quien después sería su esposa y la madre de sus hijos. Los padres de Pablo no se interesaban por la política, pero trabajaban en el entonces intervenido Banco Municipal de La Plata.

–¿Cómo realizaron la reconstrucción de la juventud de sus padres?

B.A.I.: –La reconstrucción de la vida de mi padre la llevé a cabo buscando fotos, ropas, objetos de la juventud de él. Tuve largas charlas con mi papá preguntando y repreguntando sobre la iglesia y el seminario en los '70. Me gustó el trabajo de investigación ya que, al ser también yo periodista, pude indagar de manera sistemática y profunda. Me resultó muy divertido volverme un poco investigador privado de mi propia biografía.

P.L.: –Yo realicé junto con mi padre un proceso bastante particular: tuve que indagar profundamente en su historia personal y contextualizarme en esa época en la que yo no viví, ponerme en su lugar, tratar de ver las cosas a su manera, pensar en sus proyectos, etc. No-
sotros ahora vivimos a varios kilómetros de distancia así que aprovechaba cada encuentro esporádico para poder hacerle preguntas, grabarlo, pedirle objetos personales o transmitirle preguntas de la directora. Hablábamos por ejemplo de como entró a trabajar al Banco Municipal, en qué pensión vivía cuando llego a La Plata y cómo eran sus amigos. También hablábamos del trabajo en el banco y de cómo fue tomado por los militares, qué decisiones políticas tomaron los nuevos directivos, que según mi padre de bancos no sabían nada, y de las diferencias que tuvo con ellos cuando, por ejemplo, recomendaba para algún puesto a algún amigo suyo que había sido militante y los militares que estaban al mando del banco le decían que eligiera bien a sus amistades.

–¿Qué fue lo que más les costó emocionalmente al afrontar este trabajo?

B.A.I.: –Lo que más me impactó fue encontrar fotos en blanco y negro y ver a mi padre con sotana y en contextos eclesiásticos. De chico había escuchado muchas anécdotas del seminario, pero ver las fotos de él me resultó muy impresionante. Recién cuando vi esas imágenes me di cuenta de que yo podría haber no nacido. A mi padre le faltaban muy poco para ordenarse de cura cuando conoció a mi madre. Si él hubiese tomado los votos de castidad, y los hubiese cumplido, ni yo ni mis hermanos existiríamos. A nivel de actuación me paso algo muy extraño. Siempre cuando trabajo como actor trato de ver cómo me conmueven los textos y los materiales ficcionalizados que abordo, pero en esta obra me pasó lo contrario. Tuve que distanciarme porque, al ser historias reales, no podía trabajarlas si por momentos no me distanciaba un poco.

P.L.: –Quizás lo que a mí me costo más emocionalmente fue sentir que gran parte de la población que no estaba a favor del Golpe pero que en contrapartida tampoco militaba, por temor o por lo que fuera, tuvo que continuar con su "vida cotidiana" soportando que aquel mismo que comandaba, por ejemplo, el Banco Municipal, era el mismo que posiblemente realizaba actos atroces en otra parte de la ciudad.

–¿Cómo fue ese repaso de su propio pasado y del de sus padres para contárselo a los demás?

P.L.: –Para contar escénicamente las historias tuvimos que buscar recursos que generalmente estaban amparados por un soporte documental que cada uno de nosotros trajo a los ensayos. Así aparecieron fotos, cartas, libros, cintas de súper 8, grabaciones en cassette, etc. Estos mismos soportes "físicos" se convierten en soportes "emocionales" al momento de la función. Cada momento de las historias se apoya en una puesta escénica que nos da la libertad de poder abarcar, función tras función, la dura pero grata tarea de mostrarnos ante un público y contar nuestras historias.

–¿Les fue difícil afrontar como actores una historia personal?

B.A.I.: –En general no me resultó difícil. Lo más trabajoso en mi caso fue, a partir de mi historia personal, encontrar algo para decir que pueda llegar a ser de interés social. Por eso fue muy buena toda la información que pude encontrar sobre la Iglesia en los '70, tanto desde los posicionamientos de las cúpulas eclesiásticas con la derecha ligada al proceso militar, como de la franja minoritaria de curas ligados a la izquierda y a ideas de contenido comunitario y social.
P.L.: –Para mí fue un desafío, nunca había hecho una obra de este tipo. Pero sí fue difícil, fue difícil para todos los actores y creo que entre todos, como grupo, logramos encontrar una manera, un tono en el cual plantarnos a hablar de nosotros, de nuestros padres, de otra generación.

–¿Qué sentimiento los invade después de cada función?

B.A.I.: –Después de cada función siento algo muy parecido a lo que siento en general cuando actúo en otras obras. Cansancio, felicidad, ganas de volver a actuar. Claro que con esta obra hay un agregado emocional muy importante. Hablar sobre uno, del padre, de la familia, es siempre conmovedor. Igualmente, para mí lo más fuerte de la obra es que mediante la biografía privada de cada uno de los actores se habla de la historia de la Argentina en los '70, de proyectos políticos, del proceso militar, etc. Siempre un actor trabaja desde su sensibilidad, sus emociones… por eso, con el paso de las funciones trato de conectarme cada vez más con el margen de ficción, mínimo, que la obra propone. Si no hago eso, me resultaría muy difícil hacer funciones todas las semanas.
P.L.: –Estamos hablando de una época difícil, de historias duras, y de momentos no muy felices en la vida de varios de los actores de la obra. Siempre algo en el orden de esos sentimientos aparece, dolor o tristeza, y en algún lugar del cuerpo se acomoda. También ver al público conmovido y emocionado hace como una especie de caja de resonancia sobre uno. De todas maneras, por lo general, salgo muy satisfecho de cada función, muy feliz. Me da mucho placer poder mirar a la gente y contarle parte de mi historia.

La obra Mi vida después nació en 2009 en el marco del Ciclo Biodramas (que creó Vivi Tellas en el porteño teatro Sarmiento). Desde entonces giró por Alemania, Holanda, Noruega, Austria, Suiza, España y Francia.

El año pasdao participó de los siguientes festivales: International Summer Festival Hamburg, Theater Spektakle Zurich, Noordezon Performing Arts Festival Groningen, Sterischer Herbst Festival Graz, BIT Theater Garasjen Bergen, Spielart Festival Munich, Theater am Kirchplatz (TAK) Lichtestein y HAU Berlín. Y durante mayo y junio de este año participó en los festivales Radicals de Barcelona (España) y Extra de Annecy (Francia)

El fin de semana pasado se reestrenó en Buenos Aires, ciudad en la que presenta su segunda temporada.

Fuente: Diagonales

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Las tablas le hicieron fuerza a la motosierra

  Balance de teatro 2024 En un año con fuerte retracción del consumo y un ataque inusitado al campo de la cultura, la caída de la actividad ...