Iñaki Urlezaga
10-12-2009 / Presenta mundialmente su versión de La Traviata en el Coliseo. Se planta en la vereda de enfrente de la gestión del Teatro Colón y habla de la cultura popular en Rusia.
Por Tomás Eliaschev
Es la figura más popular del ballet contemporáneo en la Argentina, el bailarín y coreógrafo que levantó la antorcha de Julio Bocca en el difícil arte de crear una danza para las multitudes. Acaba de estrenar mundialmente su versión de La Traviata en el Teatro Provincial de Salta y ahora va por el porteño Teatro Coliseo, donde se presenta el 11, 12 y 13 de diciembre. “Que el interior tenga algo antes que los capitalinos, es algo que nunca sucede: es hacer patria”, se pronuncia Iñaki Urlezaga, quien recorrió el mundo y el país bailando y mostrando sus coreografías. Está acostumbrado a pensar en grande: la obra de Giuseppe Verdi que adaptó cuenta con más de 150 bailarines en escena. Y está habituado a expresar todo con el lenguaje del cuerpo: “Me da curiosidad que a la gente le llame la atención que sea una superproducción. Tiene que ser así, con mucha gente involucrada, es una obra grande. No es para hacer algo intimista, de alcoba. Es una obra muy clara, se entiende muy bien. Es muy sencilla la historia para ser narrada. Y a través del cuerpo uno puede expresar muy bien lo que piensa, lo que siente. El cuerpo es una herramienta, es la totalidad del ser. Alcanza y sobra como para trasmitir lo que uno quiera hablar”. Sin embargo, a Iñaki no le cuesta abrirse para charlar sobre su visión del arte, la política y su vida.
–¿Es posible un ballet popular?
–El ballet tiene que estar para que la gente lo pueda disfrutar o no. No me parece que a esta altura sea una cuestión de elite, aunque el prejuicio está siempre. Quién tenga ganas de ver ballet se va a acercar. Los carteles están en todos lados de la ciudad, la globalización llegó a todas partes. Todo el mundo se entera de todo. La vida misma ha popularizado todo. Antes el ballet era selecto, no estaba la televisión y para conocer a un artista tenías que ir al teatro. Ahora lo ves en la televisión.
–¿Qué balance hace de su participación en el programa de Tinelli?
–¿Cuánto habré estado? ¿Cinco minutos? No me cambió la vida. No es que estuve en un reality o que haga todo un ciclo, eso sería totalmente un antes y después. Todo está más accesible a la gente y no es descabellado ver a Bruno Gelber tocando en Mirtha Legrand.
–¿Pasa lo mismo a nivel mundial?
–Es inevitable que suceda. El mundo está muy correlacionado. Es muy difícil ver algo diferente en algún lugar. Sucede lo mismo en todos lados. Todo se importa, todo se exporta.
–¿De los lugares a los que viajó cuál fue el que más lo impactó?
–Fui a muchos ¿no?... y China es rarísimo, desde nuestra cultura. Rusia es muy diferente... La cultura, la forma de vivir. Ahora no sé si tanto, pero cuando eran comunistas, iban al teatro con la bolsa de mercado, con el pollo en la mano, las milanesas... Bueno, no comen milanesas, pero te quiero decir, van con el tomate, con lo que sea. Son cosas raras: se sentaban en una butaca que está toda labrada en oro, agarraban los pepinos y se iban. Ves, en la época comunista había cultura para el pueblo.
–Ese sería un buen titular...
–¡No! No estoy a favor del comunismo.
El bailarín platense recibe tomando un café con toda tranquilidad en el bar contiguo a la piscina del Hotel Panamericano, desde donde se domina toda la 9 de Julio y el mar de edificios de la metrópoli. Sus viajes le dieron una mirada crítica del país.
–¿Qué opinión le merece la gestión del Teatro Colón?
–Y, ahí está (señala por la ventana el histórico edificio aún en obra). Sigo teniendo la postura que tuve siempre: que un teatro que estuvo cien años abierto, esté dos cerrado, no es nada. El problema es que sepan sanear al plantel que está adentro. Van a tardar mucho menos tiempo en reparar el edificio que la calidad artística. Los directivos tienen que ser idóneos, entender lo que es la cultura. Deberían poner la gente que verdaderamente sepa llevar al Colón al esplendor que supo tener. En otros países la discusión artística no está tan politizada. En este país si no sos peronista hay muchos lugares a los que no accedés.
–¿Qué opinión tiene sobre temas donde parece haber apertura como por ejemplo el matrimonio gay o la despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal?
–Es fantástico que la gente abra la cabeza. Ojalá que estos debates terminen en algo positivo. El hecho de debatir ya es bueno, somos una sociedad todavía emocional. Todo es Boca o River, temperatura o sensación térmica, la guerra o la paz, nunca podemos tener una unidad y una conclusión razonable. Eso hace que no evolucionemos como deberíamos. Si uno piensa que en 200 años de historia hemos construido tan poco... solamente una débil democracia. ¡Es para suicidarse!
–¿Hace otras cosas más allá del arte o éste le requiere una dedicación completa?
–Muy poco. La Traviata me ha consumido los dos últimos años de mi existencia. Mucho.
–¿No tiene tiempo ni para desarrollar una relación de pareja?
–Hay momentos en los que estoy mejor y otros peor. Momentos que me reclaman... Los amigos entienden más. Porque es más libre la relación, creo. Hay algunas parejas que te aguantan, y otras que no lo aguanto yo. He pasado por todas la etapas.
–¿Y ahora?
–No tengo más ganas de presionarme hacia lo que todavía no puedo llegar a hacer. Antes trataba de apuntar hacia una dirección: o sí o no. Ahora es lo que la vida –que soy yo– me vaya permitiendo.
–¿Con qué cosas disfruta? ¿No tiene tiempo para tomarse un vino o comerse un asado?
–Hace muchísimo que soy vegetariano, adentro de las carnicerías huele a muerto. Pero tomo muy buenos vinos. Me gusta mucho estar en mi casa. Será porque no estoy nunca. Soy una persona muy casera, aunque salgo muchísimo a ver teatro. Me gustan muchas cosas que las puedo hacer solo: escuchar música, leer, el silencio, la tranquilidad. Me encanta la bossa nova, sobre todo Caetano Veloso. Brasil es un universo musical. También me gusta la sobremesa, cocinar, el cine.
–Del esteriotipo de argentino, “carne, tango y fútbol”, descarta el primero.
–El tango me encanta. Y soy hincha del Pincha. Pero no estoy nunca para ir a la cancha. Me gusta lo que está pasando ahora. Me gusta “La Brujita” Verón, la dirigencia, la logística y el fútbol que está teniendo Estudiantes. Tienen otro pensamiento.
–¿Se siente el sucesor de Julio Boca?
–No, él tuvo su vida y yo la mía. No sucedo a nadie y nadie me sucederá a mí. No me pongo los zapatos de otro, ni aunque me obliguen. No. Tengo las cosas muy claras. Yo soy yo. Con mis virtudes y mis peores defectos.
Fuente: http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=69119
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