sábado, 16 de agosto de 2008

Fanny Mickey: La argentina más colombiana del país


Elpais.com.co - Colprensa 

Muchos saben el año en que Fanny Mikey llegó a Colombia, 1959, pero pocos conocen el año de su nacimiento. También que era argentina y que se le reconoce como una de las mujeres más colombianas de los últimos tiempos. 


Por ello, cuando se tocaba el tema de la edad, ella decía entre risas, “apenas voy a cumplir 50 años... pero de ser colombiana, que es lo importante” . Y la verdad, pocos se han dado a la tarea de descubrir cuantos años tenía, para concentrarse en lo verdaderamente importante, el brillante y extenso legado cultural que han disfrutado los colombianos. 

Pero además, contribuyó al cambio de imagen del país en el exterior, demostrando que aquí se hacía buen teatro, llevándolo por diversos escenarios, y creando el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, uno de los más grandes y concurridos del mundo. 

El teatro la trajo a Colombia y aquí se quedó para que su hiperactividad, su voz chillona e inconfundible, además de su cabello rojo y desordenado, se convirtieran en sinónimo del teatro comercial del país, creando, casi de la nada, la cultura del teatro en su género. 

Argentina no la olvidó, pero fue una relación agridulce, al recordar sus tardes en un cafetín de la avenida Corrientes de Buenos Aires, cuando, según ella, era tímida y se concentraba en sus interminables lecturas. 

Tal vez, se dejó contagiar de la alegría colombiana y la llevó a límites insospechados, pues el cansancio, los problemas económicos que tiene que soportar la cultura en el país, no lograron borrar nunca su amplia sonrisa, con la cual siempre transmitía el mismo mensaje: “Todo es posible, la guerra es lo único imposible” . 

El dolor que guardaba en su corazón, de las pocas cosas que le hacían borrar su sonrisa, era recordar que su padre murió sin verla haciendo lo que más le gustaba, actuar. Cuando Fanny, en su juventud decidió dedicar su vida al arte, su padre le quitó el apoyo económico, pensando que ese tipo de actividades lúdicas no tendrían futuro. Todo esto con el fin de hacerla reflexionar. 

Ella no se dejó amilanar por la situación y se dedicó al teatro, el cual le permitió viajar por el mundo y la trajo a Colombia, donde desarrolló el 90 por ciento de su actividad artística. 

Estando ya en Colombia, actuando y actuando, su padre falleció sin que se diera cuenta que su terca hija había logrado su sueño. 

“Fue mi padre quién sembró la semilla en mí del teatro. De niña, al ser él judío lituano, me enseñaba poesías judías y canciones vernáculas. Pero papá veía en mí una sucesora de su profesión en asuntos legales, mientras yo sentía una rebeldía natural por la educación preestablecida. Amaba la actuación desde pequeña y le aposté a lo que sentía, como siempre lo he hecho”, comentó en una entrevista para el programa “Especiales Pirry”. 

Alcanzó a pisar la facultad de derecho, pero tan sólo seis meses, lo que ocasionó un disgusto familiar y la salida de su casa, para iniciar la aventura del teatro en Buenos Aires. 

Rumbo a Colombia 

Al abordar el barco, en 1959, el cual la traería a Colombia, dejó en Argentina a la joven tímida, para transformarse en una mujer adelantada a su tiempo, con las agallas para generar controversia con sus desnudos y sus públicos amores, algunos confirmados, muchos otros, al parecer, producto de su irreverencia y ganas de sonrojar a la alta sociedad colombiana. Lo cual siempre le divirtió. 

Una joven argentina, inteligente, culta y audaz, era toda una novedad en Colombia a finales de los cincuenta. Su forma de ser hacía que se viera mayor, por lo menos diez años. De ahí que el asedio del género masculino no hizo esperar, con un matrimonio que duró poco, para darle paso a amores relacionados con el mundo de las tablas. 

El barco llegó a Buenaventura, donde como recibimiento, un desconocido se sobrepasó con ella. “Mi primera experiencia en Colombia fue cuando un tipo me tocó el culo, y armé un escándalo que tuvo que llegar la policía para calmarme”, recordaba. 

Bogotá, Cali y de nuevo Bogotá, fueron sus primeros recorridos, actuando y aprendiendo de los grandes maestros nacionales, como Enrique Buenaventura, Jorge Lavelli y Pedro Martínez. Este último la sedujo para radicarse en Bogotá. 

Pero antes de establecerse en la Capital, una ciudad que en su primera visita no le había seducido por su aspecto gris y sus constantes lluvias, pasó una temporada en Cali, gracias a Enrique Buenaventura, quien la llevó para realizar talleres teatrales. 

Confesaba que le había costado enamorarse de Cali, pero el trabajar entre gente cálida, el son y el bolero, se convirtió en su más maravillosa escuela. “Cómo no dejarse impregnar de la ciudad cuando estás en el Teatro Municipal y al ritmo de La Sonora Matancera y Los Matamoros en Juanchito” . 

Luego le dio una nueva oportunidad a Bogotá, ahora siendo madre de un hijo que se habituó al ritmo de vida frenético de una artista con ganas de hacer realidad proyectos artísticos que en Colombia parecían utopías. 

Incluso volvió a su natal Argentina, en 1966, con una gira nacional, como una forma de darle una nueva oportunidad a su patria original, pero a través de Gabriel García Márquez, leyendo “Cien años de soledad” , se dio cuenta que el amor a Colombia era para siempre. 

Influyeron las divertidas noches locas, luego de las funciones y el escuchar “adiós loquita” , cuando caminaba por las calles de Cali, por su actuación en “La Loca de Chaillot” . Pero por encima de todo extrañaba aquel lugar donde todo estaba por hacer, y por el cual hizo mucho, lo sacrificó todo. 

Lo paradójico, es que se fue mientras terminaba en Cali las actuaciones de “Perfume de arrabal y tango” , una remembranza del sabor y estilo de Buenos Aires en el que ella vivió. En él, era usual que aparecieran poemas de Jorge Luis Borges y temas de Troilo, Discépolo, Piazzola. 

Lo hizo todo por el teatro, como quedarse una noche en una estación de policía de Santa Marta, a cambio de un actor de su montaje, a quien habían pillado portando marihuana. AL función debía continuar. 

Fanny al desnudo 

Si un desnudo no causa revuelo hoy en día en el país, es gracias a mujeres como Fanny, quien se atrevió a realizarlo en 1960, el primero del cual se tenga recuerdo. 

Este material fotográfico apareció en el libro “La vida pública", y por supuesto la sociedad mojigata se pronunció. Pero también se escucharon voces en su defensa, como lo hizo Marta Traba: "A Fanny Mikey no la recordarán por Edipo Rey o la Loca de Chaillot, si no por haber hecho parte de la vida pública” . 

No le interesa pensar en la edad o el peso de los años, siempre se sintió con la vitalidad para actuar y vestir con el mismo desparpajo, además de su directa coquetería. Lo que no se sabe es quién tiene más vestidos, si las bodegas de vestuario del Teatro Nacional o su closet personal. 

Si de sus arrugas se trata, no las atribuía a la edad, sino a la expresión de su ser, a la alegría interna que se hacía notar en una extensa sonrisa. De temperamento fuerte pero justo, siempre tenía una sonrisa para todo el mundo. 

Se sentía colombiana y de eso no cabe la menor duda. Tanto así, que aseguraba tener un alma caribeña y un espíritu mulato que se le quería salir del cuerpo, “sin mar, no queda nada... tropical hasta en la sangre” , siempre decía. 

Pasó, luchó y peleó por el TPB, hasta que armó toldo aparte con el café concierto “La gata caliente” , un género que defendía pese a que sus asesores de finanzas le aconsejaban no perder más dinero en ello. 

Declara su independencia 

“Me mamé de los grupos de teatro mamertos!”, ese fue el motivo que la impulsó a lanzarse a la aventura de fundar en Bogotá una sala de teatro donde presentar los grupos, las compañías y los espectáculos que ella sentía necesario presentar en el país, sin estar encerrados en una ideología. 

Se inventó el Teatro Nacional (1981). “Otra vez me tacharon de loca, cómo una argentina venía a Colombia a fundar el Teatro Nacional. Pocos creyeron en este proyecto”, recordó. 

No fue tarea sencilla, construyó con algunos amigos que convenció, vendió sillas, hasta pegó ladrillos y realizó rumbas para conseguir el dinero para convertir una vieja sala de cine de la calle 71, en un teatro y estrenarlo con la obra “El Rehén” . 

“Las cosas jamás cambiaron. En los últimos años me he inventado vacas, subastas y hasta porras para poder financiar las obras del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá. No hay que pensar que no se puede hacer, hay que buscar cómo hacerlo” , aseguraba en época de festival. 

Sin una situación económica óptima, en 1994 decidió crear La Casa del Teatro, con el fin de tener un ambiente académico, donde los actores ganaran por presentación, por los ensayos, “demostrar que los actores valemos. Pueden decir que soy una cascarrabias, pero los actores del Teatro Nacional comen bien y viven bien” , comentaba. 

No se equivocó, sus talleres cuentan con gran número de alumnos, además sus puestas en escena agotan localidades. 

Son 26 años del Teatro Nacional, con dos salas y la Casa del Teatro, las cuales tienen garantizada su sostenibilidad. Pero Fanny hizo más que eso, demostró que se podía hacer teatro profesional con calidad de vida para sus realizadores, lo que impulsó a buena parte del sector del país a seguir sus pasos. 

Festival propio 

Tan sólo siete años después de la inauguración del Teatro Nacional inició la utopía del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá (FITB) . El comienzo no pudo haber sido más duro. La violencia y los atentados estaban a la orden del día en la ciudad en 1988, y un artefacto explotó en una de las salas en las primeras funciones. Afortunadamente sólo causó daños materiales. 

Con la valentía, las ganas y la terquedad que caracterizan a los ganadores, no se dejó vencer, y a la siguiente noche, la función continuó en todos los teatros del FITB. La gente respondió y la boletería de agotó. Tras esa respuesta, sintió que no había obstáculo difícil de vencer si contaba con el apoyo de los suyos: los colombianos. 

El trabajo se duplicó. Tenía que continuar al mando del Teatro Nacional, de la financiación del Festival, e ir por el mundo convenciendo a las mejores compañías de teatro que debían presentar sus espectáculos en Colombia. 

Buena parte de la financiación de los monumentales montajes con los cuales nos solía sorprender dentro del festival, los ha logrado en su faceta de negociante, a través de espectáculos masivos como la realización de conciertos, como “Metallica” , Alejandro Sanz y próximamente Andrés Calamaro. 

“No sé cómo me convenció de venir, hace diez años y mover toda mi agenda de presentaciones por Europa, para venir a Suramérica sólo para cuatro presentaciones. Es como un hipnotismo que me produjo al hablar, y sólo recuerdo que nos abrazábamos mientras le daba mi palabra que asistiría” , recordó el director Tomaz Pandur, quien ha asistido la festival en cuatro ocasiones, dos de las cuales para hacer el estreno mundial de sus nuevos montajes. 

Cuando el festival se acerca, y durante el evento, solía dormir dos o tres horas al día, pendiente de cada espectáculo, de lo que falta, de lo que no llegará, los cambios de última hora e impulsando cada uno de los eventos. Claro, siempre había tiempo para la diversión, y unas horitas de rumba en la Carpa Cabaret del Festival nunca le hicieron daño. 

Las claves de Fanny 

Administró el Teatro Escuela de Cali – TEC. 

Dirigió cinco versiones del Festival de Arte de Cali e impuso la creación de semanas culturales en diferentes ciudades del país. 

Fue directora ejecutiva del Teatro Popular de Bogotá - TPB durante siete años. 

Fundadora de "La Gata Caliente" , primer café concierto colombiano. 

En 1981 creó la Fundación Teatro Nacional, la cual dirigió desde sus inicios. 

Junto con Ramiro Osorio creó en 1988 el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, evento bienal que en 2008 llegó a su onceava versión. 

En 1994 inauguró "La Casa del Teatro Nacional" , un espacio de creación y estudio para las artes escénicas en Colombia. 

En 1995 consolidó, junto a Jorge Alí Triana y Tomás Darío Zapata, el Grupo Colombia Ltda, productora de cine que participó en las películas "Edipo Alcalde" y “Bolívar soy yo” . 

En el 2002 recibió el Título Honoris Causa como administradora de empresas, otorgado por la Universidad Santiago de Cali. 

El 14 de marzo del 2005 fue galardonada con el Premio Max Hispanoamericano de Artes Escénicas, otorgado por la SGAE e Iberautor, de España, por su labor como promotora del teatro mundial. 

El FITB es considerado el hecho cultural más destacado de los últimos 10 años en Colombia.

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