Elke, baladista under, caféconcertista platense, actriz, profesora de teatro. “Para cantar bien el tango, primero hay que saberlo bailar”. Sus recitales en Alemania, Francia, Suiza. Visión sobre Gardel, Piazzolla, Edith Piaf y otros artistas
Por MARCELO ORTALE
Vive en una casa construida a principios del siglo pasado, bronceada por el tiempo y ubicada a metros del Puente Histórico de la estación ferroviaria de Tolosa. Una casa antigua, con una todavía visible cicatriz de una estrella masónica grabada en el techo de madera verde y con un sótano en el que podría aparecer el Aleph de Borges. Ella está arreglando esa casa y no hay apuro en las reparaciones. Cada tanto se escucha el sirenazo de los trenes cuando pasan lentos por la barrera de 1 y 528.
“Me siento una comunicadora, una portadora de cultura…” dice, cuando define su identidad artística. Elke es cantante, actriz y profesora de teatro. Reflexiona cada respuesta, se mira hacia ella misma, sonríe con timidez y recién después arranca: “No podría elegir entre ninguna de esas tres posibilidades, digamos que soy artista”.
Elke es hija del químico Pedro José Aymonino, especialista en química inorgánica, profesor en la facultad de Ciencias Exactas, premio Kónex en su especialidad, fallecido en 2008. Su madre es Nélida Mercante, nieta del pedagogo Víctor Mercante y sobrina segunda de Raúl Mercante, una familia relacionada a la música. Con ella estuvo emparentada el bajo argentino Víctor De Narké “que se enojó un tanto cuando supo que yo quería cantar música popular…”.
Todos la conocen y llaman como Elke, un nombre nórdico que le llega de algún antepasado. Su hogar familiar quedaba en 12 entre 44 y 45. Allí respiró su infancia, creció y jugó con sus hermanos mayores Fernando (que ahora vive en Tolosa como ella) y Adriana, radicada hace tres décadas en Friburgo (Alemania) en donde trabaja como profesora de música.
“Mi viejo era tan academicista, tan riguroso como intelectual... Lo que me transmitió es que había que hacer una carrera, universitaria, claro. Y me inscribí en Bioquímica… pero ya había empezado el teatro para mí. Una profesora de plástica que tuvimos en el Eucarístico, donde cursé el primario y el secundario, nos dirigió en una obra a fin de año… Allí empezó mi viaje por el arte. Así que estudié en la Escuela de Teatro”.
Pero la música también empezó a llamarla. Hizo estudios de piano en el Conservatorio. Y también empezó a aprender canto, con Estela Crisci (que integra el grupo folklórico de Las Voces Blancas). “Sigo estudiando canto actualmente, así debe ser. También tuve como profesoras a Natalia Varela, a Emilse Vasaro”.
Sentada en su piano berlinés Noeske, cuenta que en la suya y en las demás casas familiares “lo que más había era música: mis tías abuelas eran geniales en el piano. Una de ellas era Nelva Sánchez Viamonte, una pianista fenomenal. Por el lado materno estábamos relacionados con los Taurel, todos músicos. Pero el caso más notable fue el de mi abuelo materno, Ecke Mercante, que sacaba música buena de cualquier lado, de rozar varias copas con las yemas de los dedos, de los serruchos”
Está claro que Elke se dijo un día: “la bioquímica no va más, no sirvo para esto”. Así que se puso a estudiar primero teatro y dice que aprendió mucho, sobre todo de Yirair Mossian en Buenos Aires y, ya en La Plata, en materia de creatividad literaria, de profesores como el mítico Gordo Ferrero, Ana María Lorenzo o Isabel Etcheverry.
Ahora, cada viernes Elke canta por las noches en el porteño Café Tortoni. Pero también tiene presentaciones en teatros y cafés de La Plata y la Provincia. Un público cada vez mayor va siguiendo a esta mujer, que a veces canta el repertorio de Edith Piaf y a veces el de Amelita Baltar. Que ya grabó dos discos y que pronto volverá a Europa, para concretar lo que es la rutina de una gira anual en distintos escenarios de Alemania, Francia, Suiza o España. Y que está grabando ahora su tercer disco.
Cuando no hay tantas recaudaciones, porque llega la temporada baja, Elke ejerce en plenitud sus horas de cátedra como profesora en la Escuela de Estética Nº 1, que es provincial y gratuita, y en la Escuela Anexa, donde armó un elenco con un grupo de padres.
Cuando canta o cuando actúa en teatro, ¿qué es lo que siente? “Siento que me transformo, que viajo… que no sé dónde estoy. Siento que se arma una realidad perfecta. Y a eso le sumo el pacto con el público, que es algo maravilloso. Porque entramos en comunión. Sabe, es cuando todos –protagonistas y público- vemos que hemos logrado salir de este mundo tan vacío…”
¿Usted se siente una artista under, una cantante independiente, que no está en un circuito masivo o comercial?
“Creo que sí, que eso podría definirme. Lo que ocurre es que la fama y el éxito no me interesan demasiado. Me interesa ser feliz con lo que hago... Lo que busco, creo, es reunirme con mi arte”.
¿Se imagina alguna vez alcanzada por el éxito y la fama…?
“No, no me lo imagino. Eso no significa que viva en una torre de marfil”
Son muchos los que creen que el arte es inviable si no hay compromiso social…
“No estoy del todo de acuerdo… Yo digo que todo artista, inevitablemente, se ve atravesado por la realidad en que vive. Pero lo que el artista fundamentalmente debe hacer es abrir posibilidades. El arte debe mirar un poco más allá de esa realidad, que a veces es dura y agobiante, claro… Un artista debe ser permeable ante la realidad que lo rodea, pero también debe ser fuerte para no desviarse de su objetivo, que es el de producir arte. Allí está su talento”.
¿Quiénes son sus cantantes modelo, aquellos en los que más se inspira?
“A ver, hay tantos… Edith Piaf, Liza Minelli, Ella Fitzgerald, Lhasa de Sela, esta última una maravillosa cantante mexicano-estadounidense que murió joven, hace poco. También Chavela Vargas o Eydie Gormé. Pero en esta lista quiero incluir especialmente a Carlos Gardel, que fue un artista único, un transgresor, un vanguardista y un intérprete inigualado. El disco que estoy grabando ahora tiene mucho de Lhasa y de Gardel”.
¿Y algún otro cantante de tango?
“Amelita Baltar. Ella me escuchó cantar un tango una vez y me dijo: mirá, para cantar bien el tango, primero hay que saberlo bailar. Eso cambió mi forma de interpretar. Amelita es muy querida en Europa, en donde Piazzolla es un ídolo increíble”
¿Cómo cantante… al terminar alguna presentación… pasó la gorra? Y si lo hizo, ¿recaudó buenas sumas?
“Claro que sí. Y el resultado fue muy bueno. Una vez debí pasar la gorra en un recital que di en Europa… ¡Junté 150 euros!
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