Martes 29 de octubre de 2013 | Publicado en edición impresa
1937-2013
Por Susana Freire | LA NACION
El actor (aquí en Jettatore!) tuvo además una destacada labor sindical. Foto: Gorrini y Cáceres
De perfil bajo, apariencia serena, mirada transparente y sonrisa afable, Aldo Barbero fue de esos actores cuyo rostro se familiarizó por sus trabajos tanto en televisión, como en cine y en teatro, y, gracias a su profunda voz, se distinguió en la radio y en el doblaje. Murió anteayer, a los 76 años, dándose el gusto de interpretar hasta hace pocos días, en el escenario de El Picadero, la obra Gris de ausencia , en un homenaje a Teatro Abierto, dirigido por su gran amigo Agustín Alezzo. Fue su último trabajo.
Esta es la imagen pública que proyectó con su tarea, pero hubo otra lucha, anónima, que apuntaba a jerarquizar los derechos laborales del actor a través de su trabajo en la Asociación Argentina de Actores, donde se desempeñaba en la secretaría de Interior, tarea que lo hizo acreedor a un galardón por sus 50 años de afiliación al sindicato en la entrega de los premios Podestá.
Barbero había nacido en 1933, en San Guillermo, provincia de Santa Fe, y comenzó su carrera en radioteatros, para luego alcanzar una enorme popularidad con su desempeño en televisión. El mérito radicaba en la ductilidad que demostraba a la hora de encarar sus personajes, que le permitían imponer una estampa recia para luego volcar sus emociones con suma ternura. Esto le permitió encarar distintas obras, tanto nacionales como extranjeras.
Debutó en 1963, en Canal 13, con el Teleteatro Colgate-Palmolive del aire y esa presentación le sirvió para seguir acumulando experiencia en otros ciclos importantes, como Las grandes comedias , Alta comedia , Nosotros y los miedos , Los especiales de ATC y en las telenovelas Dos para quererse, Andrea Celeste, La extraña dama, Estrellita mía, Mi nombre es Coraje, El oro y el barro, María de nadie y Alén, luz de luna , entre otras tantas.
Combinó esta actividad con el teatro para no desprenderse de la rutina diaria del contacto directo con el público. Llegó a los escenarios para quedarse. En 1964, actúa en Romeo y Raquel!!!, luego seguirán Deolinda Correa, Así es la vida , de Arnaldo Malfatti y Nicolás de las Llanderas; Un tal Servando Gómez , de Samuel Eichelbaum; Panorama desde el puente , de Artur Miller; Lorenzaccio , de Alfred de Musset; Jettatore , de Gregorio de Laferrère; Las d'enfrente , de Federico Mertens; En familia , de Florencio Sánchez; La profesión de la señora Warren , de Bernard Shaw; Narcisa Garay, mujer para llorar , de Juan Carlos Ghiano, sólo por mencionar algunas obras.
También su carrera cinematográfica fue prolífica. Entre las películas de las que participó se encuentran El santo de la espada , de Torre Nilsson; La venganza del sexo , de Emilio Vieyra; Bajo el signo de la patria , de René Mugica; La tregua , de Sergio Renán; Volver , de David Lipszyc; La isla , de Alejandro Doria; Tiempo de revancha , de Adolfo Aristarain; Los extermineitors , de Carlos Galettini; Un muro de silencio , de Lita Stantic; La patria equivocada , de Carlos Galettini; J uan Manuel de Rosas , de Manuel Antín; La flor de la mafia , de Hugo Moser; Bodas de cristal , de Rodolfo Costamagna; El grito de Celina , de Mario David, y Contragolpe , de Alejandro Doria.
También se desempeñaba como actor de doblaje, brindando su voz en series y películas como Cuero crudo, Có ndor Crux, Comisario Ferro, Bahía Mágica, Expreso a la emboscada y La república perdida II , entre tantas otras.
Más allá de su sencillez y modestia, toda esta trayectoria hizo de Aldo Barbero un actor popular y apreciado por todos los públicos argentinos.
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