“PINTA Y PUNTO” Martes 10 | Septiembre 2013
Una compañía de teatro independiente formada por tres jóvenes y talentosas actrices de La Plata se anima al humor y excede las expectativas de su público cada jueves en Saverio (20 y 71), adonde las risas inundan la sala. Los cachetes quedan doliendo.
Por La Culturosa
El grupo se llama Pinta y Punto pero el espectáculo dista de ser improvisado. Por el contrario, es fuera de serie el trabajo creativo y profesional que las tres actrices ponen arriba del escenario de Saverio (20 y 71) cada jueves a las 22 horas. Una apuesta que reafirma que las diagonales platenses cuentan con grandes talentos en cada esquina.
En este caso, tres monologuistas que se nutren de personajes que van del cliché al absurdo en un fino juego que nunca las encuentra en offside: tres actrices que manejan el bizarro con destreza y elegancia. Se animan a caminar por la delgada y peligrosa calle del humor, y salen más que airosas del desafío.
Ellas son Magalí Ventimiglia, Ana Alba y Manuela Quiroga. Cada una luciéndose en pequeños sketches que tienen, como hilo conductor, el tono irreverente, atrevido y burlón de los pequeños sucesos cotidianos.
Una telefonista de callcenter, una mujer policía, una feminista empedernida, un pibe de la calle, un ama de casa, una hipocondríaca, todos tan estereotipados como llevados del estereotipo al ridículo en un mismo acto.
Desde el comienzo hasta el final, el espectáculo de Pinta y Punto cumple su cometido con creces: hacer reír. Las actrices tienen una potencia que logran contagiar a los espectadores desde el minuto cero y que, lejos de decaer, va in crescendo con el correr de los personajes. Mención especial merece el pibe de la calle interpretado por Manuela Quiroga, el punto álgido del show, en donde la actriz roza los límites del humor negro y ácido con la dosis de bizarrez exacta para construir un personaje que deja huella: canta, putea a su público, es tan lastimero y comprador como caprichoso y oportunista, se mofa de Hansel, Gretel y el cliché de los cuentos de niños y con una estética bastante chavodelochesca (pero más parecida a Kiko), hace a todos descostillar de risa.
No hay demasiadas palabras más para describir el buen momento que cada jueves toma forma en la esquina de Saverio gracias a estas muchachas. Es una combinación de registros que se unifican al servicio de la risa: un espectáculo íntimo y que bien podría trascender la escena platense, digno de recomendar y que no defraudará ni hasta a los más exigentes adeptos a la comedia. En una palabra: vayan.
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