27.06.2012
ANA CELENTANO (LA PLATA), DE VUELTA EN EL CINE
Protagoniza, junto a Jean Pierre Noher, la última película de Pablo Torre. Además, es la secretaria adjunta de Actores. Militancia y arte.
Antonio Birabent camina hacia el norte por la calle Defensa. En la vereda de enfrente, Daniel García Moreno transita en sentido opuesto. “Eh, Antonio”, grita el hermano menor de Charly. Birabent cruza, se unen en un abrazo, charlan por unos segundos y siguen sus destinos. Unos minutos más tarde, sobre la misma calle, Monoto –bajista de Miranda– marca sus pasos en el empedrado y sube por la vereda rumbo a la Plaza Dorrego. Unas baldosas más atrás, Ana Celentano –de lentes oscuros y con un embarazo de siete meses– entra en escena con su delicada belleza estilo Juliette Binoche.
San Telmo tiene la fotografía perfecta para convertir a ese momento en un suspiro cinematográfico. Se acomoda en el extremo sur de un bar de esquina y asegura que su humor no sufrió alteraciones desde que se enteró que iba a ser madre de América –en homenaje a América Scarfó, la mujer del anarquista Severino Di Giovanni–. “Tengo fecha para el 17 de agosto. Si era varón, se iba a llamar José o Germinal, un nombre que no tenía ni el aval de mi pareja”, dice, entre risas, la actriz, quien esta semana vuelve a poner en juego su promedio de una película por año.
En Las voces, de Pablo Torre –hijo de Leopoldo Torre Nilsson–, Celentano interpreta a una mujer que se enamora de manera ingenua del personaje de Jean Pierre Noher, un ventrílocuo obsesionado con su muñeca. “Siempre me tocan personajes fuertes, de carácter. Por lo que me gustó la historia y la idea de cambiar. Además, también nació en mí el cholulismo de trabajar con Pablo. Soy fanática de las películas de su padre. Creo que soy actriz gracias a su cine. Y eso que cuando las veía de chica no las entendía”, asegura Celentano, quien en su vasta trayectoria en la pantalla grande interpretó a mujeres como Salvadora Medina Onrubia –la poeta anarquista que se casó con Natalio Botana y dirigió el diario Crítica luego de la muerte de su fundador– y Alicia Eguren –poeta y ensayista, casada con John William Cooke, que continúa desaparecida desde 1977–.
–Actrices de carácter y con peso histórico. ¿Cómo es interpretar a alguien que ya tiene un bagaje tan personal?
–Son viajes en los que aprendo mucho. Tienen el atractivo del riesgo de un imaginario instalado. Salvadora tenía posiciones políticas muy fuertes, pero en el ámbito familiar parecía un monstruo. Sin embargo, es una de las mujeres más interesantes de la época.
–¿Le gustaría hacer de Evita?
–Hace poco me lo sugirió mi hermano. Pero la respuesta es que ya está todo hecho. Se hicieron todas sus facetas. Hacer estos personajes me permite unir mis dos pasiones: la actuación y la política. Hacer de Alicia Eguren me encantó porque creo que es un personaje que se merece una película. Tuvo una vida y una valentía extraordinaria. Desapareció por defender sus ideas desde el llano.
–¿Cómo es su labor en el gremio de actores?
–Soy la secretaria adjunta. Estamos hace siete años con esta conducción y es muy agotador. Creo que estamos en un buen momento porque logramos equilibrar algunas cosas. Es una conducción que labura mucho. Muy heterogénea, con una visión similar y también con sus propias diferencias.
–¿Cree que los actores están involucrados con su gremio?
–Hay respeto por el gremio. Mucho más que el que nosotros apreciamos desde la conducción. Desde los empresarios también se nota, aunque no en lo que refiere a los convenios.
–¿Cuál es el ámbito más conflictivo?
–El cine y la tele. Pero la televisión más. Ahora estamos con algunos problemas de trabajo en negro en teatro. Nuestra lucha en esta última etapa tiene que ver con la ley de jubilación.
–¿Por qué cree que todavía no se dio?
–Tengo esperanzas de que va a salir. Se jubilaron las amas de casa, las empleadas domésticas. Creo que es justo que nos podamos jubilar. Hay señales de que eso va a suceder, pero hay obstáculos que ponen las patronales. La ley tomó estado parlamentario hace unos años y cuando tenía que tratarse en conjunto con la Comisión de Cultura y Trabajo el bloque de radicales no bajó y los socialistas tampoco. Había abogados de la televisión pululando por los despachos.
–…
–Perdió estado parlamentario. Es complicado. Nosotros somos como los trabajadores de la construcción, pero al mismo tiempo un actor trabaja dos días y gana lo mismo que un albañil durante todo un mes. Es una actividad compleja.
–¿Qué le dicen sus pares cuando se los encuentra en un set de filmación?
–Me preguntan por qué no cobraron cierta cosa. Si se va a poder usar la pileta en verano (risas). Es un poco agotador. Nunca dejás de ser dirigente. Y está bueno. Porque en el ámbito de trabajo ves lo que les pasa a los compañeros.
–Ya que está hablando del set. ¿Se considera una actriz de cine?
–No, es cierto que si tengo que elegir me tira mucho el cine. Pero siempre estoy abierta. Me gustaría hacer tele, creo que se hacen cosas muy buenas pero no estoy familiarizada. Me pasa que me gustan y digo: “Qué lindo sería estar acá”. Me pasó con El elegido. Me encantaría hacer un culebrón, para salir de registro. Ese cambio de género me llama. Además, en la tele hacés una toma y queda, mientras que en cine podés probar más. 6, 7, 8 veces.
La enumeración no es casual.
“Eh, Okupas”. Celentano se sorprende cuando los pibes de 15 años le gritan por la calle para recordarle su papel en la genial serie que Bruno Stagnaro dirigió hace más de diez años. “Fue un batacazo y la pasamos muy bien haciéndolo. Era medio épico, porque había muy poca plata. Pero se empezó a mostrar algo distinto desde la tele. Y así los estratos sociales se empezaron a ver por la pantalla chica. Y ahí apareció el pibe que se comía una Ugis en el Obelisco. Algo que sucedía en la calle”, rememora la actriz, quien acaba de terminar de grabar una película sobre una mujer vengadora dirigida por Adrián Caetano, con Juana Viale, Florencia Raggi y Luisana Lopilato, entre otras.
–Desde hace un tiempo, el cine y la televisión comenzaron a hablar sobre la violencia de género. ¿Cómo analiza la situación actual de las mujeres?
–Es un momento donde se pone de relieve que hay que pelear por la igualdad de las mujeres. Lo que pasa últimamente es atroz. El último fallo contra el baterista de Callejeros no lo pude creer. No entiendo en qué piensan los jueces cuando ponen emoción violenta como un atenuante. Es algo muy polémico y la mujer siempre termina muerta. Pero el film no se mete en una cuestión reivindicativa.
–Se nota que se compromete con las causas.
–Es que son cosas que me interesan. Fijate que mi primer papel fue La Noche de los Lápices, en el ’86. Toda una marca. Y encima, soy platense. Yo militaba en GESA –Grupo de Estudiantes Secundarios Antiimperialistas–, una agrupación de la que desaparecieron, diez días antes de “La Noche de los Lápices”, varios integrantes.
–¿De dónde viene su pasión por la política?
–Mis viejos son re militantes. Mi mamá también es sindicalista, es secretaria adjunta de los docentes universitarios de La Plata. Y mi viejo fundó el Movimiento Democrático Popular –MDP–. Tienen una historia de militancia en la izquierda nacional que no es antiperonista.
–¿Cómo ve al país en términos políticos?
–Estamos en los mejores años desde la vuelta de la democracia. Es una situación bisagra. Yo la voté a Cristina y sé que se están tomando decisiones que apuntan a la justicia social, a la igualdad, a la inclusión. Básicamente recuperamos el país de una hecatombe. En eso el peronismo es muy loco. Uno piensa: “¿Quién puede llevar adelante un proyecto así?”.
–¿Y qué respuesta encuentra?
–Que en nuestro país es casi imposible creer que no sea otro que el peronismo. Y al mismo tiempo el padre del monstruo también fue el peronismo en la época de (Carlos) Menem. Creo que es un muy buen momento para participar. No desde la visión de la crítica sino desde la construcción. Hay cosas que se hacen que no están en los diarios. Lo de YPF entusiasma. Yo vengo peleando por muchas cosas de las que pasan. También creo que hay que militar en la construcción de algo nuevo, distinto. No nos podemos recostar nada más que en el PJ.
–¿Qué opina de la oposición?
–En relación a la oligarquía argentina nada nuevo. Siempre es capaz de cualquier cosa con su discurso paleontológico. Lo de las cacerolas fue una expresión que demuestra que están inquietos. Y cuando la derecha está inquieta hace jugadas como las de Paraguay. Por eso siempre hay que estar alerta.
Fuente: Veintitres
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