Seccion: Espectáculos
Por: Margarita Pollini
«Doña Francisquita», zarzuela en tres actos de Amadeo Vives. Libreto: F. Romero Sarachaga y G. Fernández Shaw. Coro y Orquesta del Teatro Argentino. Puesta en escena: J. Martorell. Dirección musical: G. Brizzio (Teatro Argentino de La Plata, 20 de mayo).
Jaime Martorell manejó estupendamente los movimientos de masas, cuestión problemática en toda obra que incluya coro, figurantes y ballet.
Una de de las cumbres del repertorio de la zarzuela (para algunos su más alto exponente), «Doña Francisquita» de Amadeo Vives, tuvo un «regreso con gloria» al Teatro Argentino de La Plata. La pieza estrenada en 1923 y basada en «La discreta enamorada» de Lope de Vega encierra una calidad musical descollante en su trama de «comedia de enredos», ofrece variedad dentro de la unidad y tiene todos los elementos característicos de un género al que muchas veces no se le brinda la adecuada calidad de realización.
La producción del Argentino constituyó un éxito artístico cuya responsabilidad primaria le corresponde al director de escena Jaime Martorell, además de a un elenco sólido y en algunos puntos sobresaliente. Su planteo no podría haber tenido mayor sobriedad y dinamismo: unas sólidas y bellas estructuras móviles diseñadas por Daniel Feijóo van desplazándose en una constante metamorfosis del espacio, sobre un ciclorama que varía sus tonos según la hora del día, elementos «tradicionales» y no tanto (como el globo aerostático que se lleva a la Beltrana) entran y salen como un mecanismo de relojería.
Los movimientos de masas, una cuestión problemática en toda obra de cualquier género que incluya coro, figurantes y ballet, son resueltos aquí sin inconvenientes. Otros puntos para destacar en la puesta de Martorell son la fluidez y naturalidad de los diálogos (pese al verso en el que están estructurados), la gracia de la marcación escénica -perfectamente llevada a la práctica por todos los cantantes- y la continuidad general de la acción. El impecable vestuario de Pedro Moreno unió colorido y sobriedad.
Las mayores palmas del elenco le correspondieron al tenor mexicano Ricardo Bernal, un Fernando solvente, que hizo de su celebérrima romanza «Por el humo se sabe dónde está el fuego» un momento inolvidable. Como la protagonista, Marisú Pavón, excelente cantante argentina que brindó en este teatro recordadas performances desde el 2010, no pareció encontrarse a gusto en un papel de soprano lírico-ligera, incomodidad que compensó con su musicalidad de hierro y su encanto personal. Impagables en lo teatral y perfectos en lo vocal, el joven tenor Santiago Bürgi y el muy experimentado barítono Luis Gaeta se compraron al público con sus personificaciones de Cardona y Don Matías, respectivamente, y Marta Cullerés fue una encantadora Francisca. Mónica Sardi resolvió bien los desafíos de Aurora
La Beltrana, muy bueno resultó el Lorenzo de Ricardo Crampton y los papeles menores fueron cubiertos con eficacia.
Con algunas dificultades de concertación y balance, Guillermo Brizzio condujo a una orquesta que tuvo su talón de Aquiles en los violines pero que en líneas generales sonó bien. Una línea especial merece el cuerpo de baile en todas sus intervenciones y en especial en el brillante «Fandango» que fue convenientemente bisado.
Fuente: http://www.ambito.com/diario/noticia.asp?id=637778
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