Sábado 2 de mayo de 2009 | Publicado en edición impresa
El sostenido protagonismo de Eiko Senda (Salomé) reveló la versatilidad de su talento Foto: LA NACION / Fernando Massobrio
Salomé, con música de Richard Strauss, sobre el drama homónimo de Oscar Wilde. Con la Orquesta Estable del Teatro Argentino, dirigida por Mario Perusso; dirección escénica, diseño escenográfico e iluminación: Roberto Oswald; vestuario: Aníbal Lápiz; efectos sonoros: Luciano Marzani. Con: Carlos Bengolea, Graciela Alperyn, Eiko Senda, Homero Pérez-Miranda, Enrique Folger, Alicia Cecotti, Sergio Spina, Christian Casaccio, Rubén Martínez, Gabriel Centeno, Fabián Veloz, Federico Sanguinetti y otros. Teatro Argentino de La Plata. Ultima función: mañana, a las 17.
Nuestra opinión: muy buena
La expectativa general creada en torno a la apertura de la temporada lírica del Teatro Argentino se vio coronada por una representación de notables características en materia de concepción escénica del episodio bíblico inmortalizado por la obra de Oscar Wilde. Dos nombres se erigen como puntales de esta difícil realización, que tuvo asimismo dignas intervenciones en el terreno vocal y escénico: Roberto Oswald, como responsable de la puesta en escena junto a un sentido excepcional del espectáculo, y Mario Perusso, quien dio desde el podio representativa vida sonora a la excelente y compleja partitura de Richard Strauss conduciendo a la Orquesta Estable del Argentino.
Ambas vertientes confluyeron para que la excelente dicción alemana del texto, el gesto y la música alcanzaran una amalgama inextricable, haciendo de la acción un todo explicitando sus contenidos psicológicos subyacentes. El tratamiento vocal de la partitura, aun con los diversos niveles de rendimiento de sus intérpretes, alcanzó sin fisuras climas de intensa tensión dramática que revelaron una mano segura en la conducción escénica. Particular desempeño tuvo en este sentido la actuación de la soprano Eiko Senda (Salomé), cuyo sostenido protagonismo reveló la versatilidad de su talento, aun cuando los requerimientos de su cuerda exceden -en parte- las valiosas condiciones actuales de su voz. Senda dio muestras, asimismo, de excelente desempeño como bailarina.
Carlos Bengolea (Herodes) adaptó bien su voz a los requerimientos de su papel que fue cumplido con buen desempeño escénico; en una nueva reaparición en escenarios locales la mezzo Graciela Alperyn (Herodías), dio renovadas muestras de la holgura con que maneja su registro, su presencia escénica, y su dramatismo gestual. Otro tanto debe decirse del tenor Enrique Folger (Narraboth), cuya voz corrió perfectamente y a la par de su correcto desempeño dramático.
El papel del San Juan el Bautista (Iokanaán) asumido por el bajo barítono Homero Pérez-Miranda comunicó en mayor medida la fuerza interior de su personaje con gestos enérgicos, que con un caudal concomitante requerido por el carácter admonitorio de su personaje profético. En un papel menor, aunque significativo, la mezzosoprano Alicia Cecotti (paje de Herodías) tuvo eficaz presencia escénica y voz bien timbrada. El resto del elenco, constituido por buenas voces, tuvo un desempeño bien calibrado en materia de movimiento escénico. Un aspecto significativo fue el cuidado puesto en el diseño del vestuario y su realización, en el trasfondo lunar con riqueza alegórica, y la iluminación en las cuatro escenas, siempre impregnadas de sugestión. alegórica.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1123663
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