Gustavo López Manzitti es el tenor que hará el papel principal en la ópera Andrea Chénier, que se estrena hoy a las 20.30 en el Teatro Argentino. El músico cuenta sobre su trabajo anterior con Leo Masliah y Les Luthiers, y su actual dedicación a la ópera, que lo llevará a vivir en Estados Unidos
El ascensor baja dos pisos desde la planta baja del Teatro Argentino. Sentado en un rincón del buffet, el tenor Gustavo López Manzitti descansa después del ensayo, sentado a una mesa con un café y un libro con partituras de la ópera Andrea Chénier. Mirándolas, el tenor dice:
“Es una obra exigente. Lo es para todos, y lo es particularmente para Chénier”, su papel. “Pero está tan bien escrito que se puede hacer”, dice sobre esta obra que implica una serie de dificultades técnicas: “Una es el volumen que requiere, porque la orquesta es densa; otra es que las frases son muy largas; y además la partitura juega con pasajes de partes agudas a otras bastante graves”.
“Chénier es como el Cavaradossi de Tosca, aunque éste no tiene un desarrollo dramático como el de Chénier”
Andrea Chénier fue escrita por Umberto Giordano (contemporáneo de Puccini) con la colaboración en el libreto de Luigi Illica. “Hacer este personaje es el sueño del pibe -expresa Manzitti-. El más comparable es el Cavaradossi de Tosca, que no tiene un desarrollo dramático como el de Chénier; tiene una cosa política y social mucho más marcada”. Las acciones transcurren inmediatamente antes y después de la Revolución Francesa, y narran el fallido y trágico romance entre la Condesa Madelaine de Coigny y el poeta Andrea Chénier.
Antes de este papel, López Manzitti actuó en obras como Tosca, La Boheme, Carmen, Rigoletto y La Traviatta, no sólo en el Colón y en el Teatro Argentino, sino también en lugares como el Grand Théƒtre de Québec, Canadá, en el Carnegie Hall, New York, Palma de Mallorca, Basilique de Notre Dame, Canadá.
-¿Cómo se hace para conseguir esos trabajos en el exterior?
-Fue muy difícil. Justo cuando estaba en el momento de despegue en mi carrera de ópera sobrevino la crisis, y los teatros no podían pagar a tiempo. Yo había dejado otr os trabajos y tuve que vender hasta mi casa. Entonces empecé a hacer incursiones en Estados Unidos. La primera vez no sabía a quién iba a ver, agarré la guía y empecé a llamar gente; dos representantes me contestaron y con uno de ellos sigo trabajando ahora. Ya con representante volví y di 30 audiciones de las cuales no surgió un solo trabajo. Fui una tercera vez, hice algunas audiciones y nada. Pero un maestro de allá me escuchó tres compases y me dijo: ¿Querés hacer Tosca en el Central Park? Dije que sí”. Finalmente no pudo hacer esa presentación en el Central Park, porque fue suspendida dos veces por lluvia. “Ahora, ni bien termino de hacer Chenier acá me voy a hacer Tosca en el Central Park”.
Hoy, Gustavo López Manzitti prácticamente no necesita audicionar para trabajar en Estados Unidos. “Hasta 2008 tengo compromisos, y de hecho me voy a mudar para allá con mi mujer, que también es cantante. En Argentina somos muchos los cantantes y son pocos los teatros”, explica.
-¿Existe el divismo en el ambiente?
-Absolutamente sí. Hay una cosa muy fuerte, por momentos casi feroz, pero es parte del juego. Hay cantantes muy divos, y hay otros que no. Pero es bueno que los haya, es hermoso cantar con alguna diva. Antes de dedicarse a la ópera, el tenor (que además es pianista) trabajó con artistas que tenían la particularidad de ser músicos y cómicos: Leo Masliah y Les Luthiers. “Les Luthiers me gustaba desde chico -confiesa-, y justo se dio que cuando entré Daniel Rabinovich tuvo que operarse y Marcos Mundstock tuvo un linfoma que lo tuvo un año con quimioterapia”. Eso lo llevó a tener mucho trabajo. Actuó en los espectáculos Todo por que rías, Las obras de ayer y Bromato de armonio. “Tenía que saber las tres obras, y además tenía que saber los roles de todos”, dice. “Ahora están todos sanos”, se queja en broma.
Antes de dedicarse a la ópera, trabajó con músicos que además eran cómicos: Leo Masliah y Les Luthiers
-Aparte trabajaste con Leo Masliah. Estabas muy vinculado al humor.
-Sí, al humor y a la música popular también. Yo empecé así, soñaba con ser Rick Wakeman (tecladista de la banda de rock Yes), tocar el teclado, tener una banda de rock sinfónico. Pero en casa se hacía ópera, siempre estuve vinculado con eso y tenía una voz que me favorecía y eso estaba como cantado, valga la redundancia. Una nueva función se acerca, y los nervios ejecutan un crescendo.
-¿Cómo es el momento antes de subir al escenario?
-Te querés matar. Los días antes de la función son atroces, y yo particularmente siempre me resfrío. Pero salgo al escenario y se acabó el miedo.
Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2006/07/14/pdf/s01-sup.pdf
El ascensor baja dos pisos desde la planta baja del Teatro Argentino. Sentado en un rincón del buffet, el tenor Gustavo López Manzitti descansa después del ensayo, sentado a una mesa con un café y un libro con partituras de la ópera Andrea Chénier. Mirándolas, el tenor dice:
“Es una obra exigente. Lo es para todos, y lo es particularmente para Chénier”, su papel. “Pero está tan bien escrito que se puede hacer”, dice sobre esta obra que implica una serie de dificultades técnicas: “Una es el volumen que requiere, porque la orquesta es densa; otra es que las frases son muy largas; y además la partitura juega con pasajes de partes agudas a otras bastante graves”.
“Chénier es como el Cavaradossi de Tosca, aunque éste no tiene un desarrollo dramático como el de Chénier”
Andrea Chénier fue escrita por Umberto Giordano (contemporáneo de Puccini) con la colaboración en el libreto de Luigi Illica. “Hacer este personaje es el sueño del pibe -expresa Manzitti-. El más comparable es el Cavaradossi de Tosca, que no tiene un desarrollo dramático como el de Chénier; tiene una cosa política y social mucho más marcada”. Las acciones transcurren inmediatamente antes y después de la Revolución Francesa, y narran el fallido y trágico romance entre la Condesa Madelaine de Coigny y el poeta Andrea Chénier.
Antes de este papel, López Manzitti actuó en obras como Tosca, La Boheme, Carmen, Rigoletto y La Traviatta, no sólo en el Colón y en el Teatro Argentino, sino también en lugares como el Grand Théƒtre de Québec, Canadá, en el Carnegie Hall, New York, Palma de Mallorca, Basilique de Notre Dame, Canadá.
-¿Cómo se hace para conseguir esos trabajos en el exterior?
-Fue muy difícil. Justo cuando estaba en el momento de despegue en mi carrera de ópera sobrevino la crisis, y los teatros no podían pagar a tiempo. Yo había dejado otr os trabajos y tuve que vender hasta mi casa. Entonces empecé a hacer incursiones en Estados Unidos. La primera vez no sabía a quién iba a ver, agarré la guía y empecé a llamar gente; dos representantes me contestaron y con uno de ellos sigo trabajando ahora. Ya con representante volví y di 30 audiciones de las cuales no surgió un solo trabajo. Fui una tercera vez, hice algunas audiciones y nada. Pero un maestro de allá me escuchó tres compases y me dijo: ¿Querés hacer Tosca en el Central Park? Dije que sí”. Finalmente no pudo hacer esa presentación en el Central Park, porque fue suspendida dos veces por lluvia. “Ahora, ni bien termino de hacer Chenier acá me voy a hacer Tosca en el Central Park”.
Hoy, Gustavo López Manzitti prácticamente no necesita audicionar para trabajar en Estados Unidos. “Hasta 2008 tengo compromisos, y de hecho me voy a mudar para allá con mi mujer, que también es cantante. En Argentina somos muchos los cantantes y son pocos los teatros”, explica.
-¿Existe el divismo en el ambiente?
-Absolutamente sí. Hay una cosa muy fuerte, por momentos casi feroz, pero es parte del juego. Hay cantantes muy divos, y hay otros que no. Pero es bueno que los haya, es hermoso cantar con alguna diva. Antes de dedicarse a la ópera, el tenor (que además es pianista) trabajó con artistas que tenían la particularidad de ser músicos y cómicos: Leo Masliah y Les Luthiers. “Les Luthiers me gustaba desde chico -confiesa-, y justo se dio que cuando entré Daniel Rabinovich tuvo que operarse y Marcos Mundstock tuvo un linfoma que lo tuvo un año con quimioterapia”. Eso lo llevó a tener mucho trabajo. Actuó en los espectáculos Todo por que rías, Las obras de ayer y Bromato de armonio. “Tenía que saber las tres obras, y además tenía que saber los roles de todos”, dice. “Ahora están todos sanos”, se queja en broma.
Antes de dedicarse a la ópera, trabajó con músicos que además eran cómicos: Leo Masliah y Les Luthiers
-Aparte trabajaste con Leo Masliah. Estabas muy vinculado al humor.
-Sí, al humor y a la música popular también. Yo empecé así, soñaba con ser Rick Wakeman (tecladista de la banda de rock Yes), tocar el teclado, tener una banda de rock sinfónico. Pero en casa se hacía ópera, siempre estuve vinculado con eso y tenía una voz que me favorecía y eso estaba como cantado, valga la redundancia. Una nueva función se acerca, y los nervios ejecutan un crescendo.
-¿Cómo es el momento antes de subir al escenario?
-Te querés matar. Los días antes de la función son atroces, y yo particularmente siempre me resfrío. Pero salgo al escenario y se acabó el miedo.
Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2006/07/14/pdf/s01-sup.pdf
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