martes, 24 de abril de 2001

El Teatro Argentino abre con "Turandot"

En La Plata: velada de ópera

La primera función se hará esta noche

Thompson y Makris, durante un ensayo Foto: Mauro Mora

Martes 24 de abril de 2001 | Publicado en edición impresa LA NACION

La historia de una princesa frígida, perversa, cruel e implacable, que sólo elige a sus amantes por la capacidad intelectual y elimina a los pretendientes cuando no la demuestran, movió la mano de Puccini hacia latitudes musicales que no había explorado y lo llevó a escribir la mejor música que imaginó nunca y una de las más grandes óperas de la lírica italiana. Ni siquiera tuvo ocasión de sentir piedad por su heroína Turandot, porque murió antes de terminar la obra y no pudo participar de su forzosa redención por el amor.

De todos modos, exigió que su terrorífica protagonista fuera capaz de cantar con un dominio crítico de su instrumento. No la privó de su célebre generosidad melódica, pero la colocó ante alternativas vocales dignas de una soprano con potencial pulmonar considerable, dominio absoluto de sus recursos y aplomo del tipo de las grandes cantantes wagnerianas, como sucedió con Birgit Nilsson y su memorable Turandot, conocida por los argentinos en el Colón en 1965.

Autocrítica sin piedad

Giacomo Puccini empezó a escribir su última ópera en 1920 y la dejó inconclusa a su muerte, en 1924, consumido por el cáncer de garganta y un episodio cardíaco, en un mundo de perspectivas abiertas. Eran los años de "El Rey David" y "Pacific 231", de Honegger, de las primeras obras enteramente seriales de Schšnberg, de la "Exposición Dada" y de "Entreacto", de René Clair. Puccini nunca había tapado sus oídos, pero fue en la orquestación de "Turandot" y en la escritura destinada al canto de la protagonista donde su actitud actualizada y desniveladora empieza a hacerse más notable y a llamar la atención por su originalidad. En la ópera italiana, Puccini fue el primero que se asomó a la oscuridad. Un año después, en otras tierras, irrumpiría "Wozzeck", de Alban Berg.

El antecedente más directo de Puccini, fue la ópera "Turandot", de Ferruccio Busoni, sobre el tema de la princesa china, nacida en la imaginación del veneciano dieciochesco Carlo Gozzi, que tanto fascinó a Goethe, Schiller y Wagner. Ansioso por trabajar en el nuevo libro, convocó a Giuseppe Adami, que fuera su libretista de "La Rondine" e "Il Tabarro", y le asoció un excelente escritor especializado en temática china, Renato Simoni, que trabajaba como columnista teatral en el Corriere della Sera.

Entre 1921 y 1924, Puccini estuvo monopolizado por esta obra, que elaboró sometido a un despiadado sentido autocrítico. La seguridad de estar comprometido en la composición de su testamento lo empujó aún más a desdeñar lo convencional y a fijar la fecha de estreno para abril de 1925 en la Scala de Milan.

El panettone de la discordia

El temperamento pendular del compositor esta vez se mostró menos impulsivo y eligió a Arturo Toscanini para confiarle la dirección musical, como había sucedido antes con "La Bohéme". Las relaciones con el director no eran equilibradas, aunque nunca de antipatía ni de odio, como quedaron retratadas en la célebre y auténtica anécdota del "panettone".

Mientras preparaba sus regalos para Navidad, Puccini olvidó un ocasional enfriamiento de su amistad con Toscanini y le remitió un pan dulce. Pero apenas advirtió que había producido un gesto no deseado, mandó un telegrama al director que decía: " Panettone enviado por error. Puccini". La respuesta le llegó horas después en otro telegrama: " Panettone comido por error. Toscanini".

El estreno se realizó un año después de lo previsto, el 25 de abril de 1926, con la protagonista confiada a la fenomenal polaco-norteamericana Rosa Raisa, que en 1929 haría el mismo papel en el Colón. El rol de Calaf estuvo a cargo del legendario tenor aragonés de voz oscura, Miguel Fleta, mientras Liu fue cantada por María Zamboni, otra soprano no menos distinguida.

Al concluir la escena en que Liu elige el camino del suicidio por amor, Toscanini bajó la batuta, se dio vuelta hacia el público y explicó que hasta ese punto había llegado la mano de Puccini. Y concluyó la representación. Hubo que esperar hasta la función siguiente para que se escuchara el final, encomendado por el mismo Toscanini a Franco Alfano, quien se basó en anotaciones dejadas por el compositor.

Este drama, fabricado con ingredientes tan extraños como la farsa, la comedia y el cuento de hadas, nunca dejó de sonar profundamente humano, con un tipo de pasiones en que los espectadores se ven involucrados de inmediato. Si fuera por la misión que deben cumplir las voces, la obra debería llamarse "Calaf", porque es el tenor el que canta a lo largo de toda la obra, mientras la princesa aparece recién en el segundo acto.

La tarea reservada al tenor es inédita en Puccini, ya que debe cantar como sólo pueden hacerlo aquellos clasificados en la categoría de "heroicos", con un instrumento de gran caudal. Su poder de comunicación debe ser absoluto, porque el público establece de inmediato una relación afectiva con él, sobre el resto de los personajes. De manera que su expresividad debe aparecer fresca, con un gran sentido lírico y no pocas veces épico. ¿Cómo hacer para que al mismo tiempo resulte refinado? Es el gran problema de los tenores de "Turandot", muy pocas veces bien resuelto.

Tampoco es fácil la tarea para la cantante que tiene el rol de Liu, porque la ternura es el componente esencial de su máscara y de su canto. Pero también, en gran medida, de su actuación escénica. No sólo la escena de la muerte es central para ella, sino también cada una de sus intervenciones, desde el primer acto.

La mano exigente e inflexible de Puccini cae sobre la soprano que debe cantar a Turandot. Cargada de efectos contradictorios, fría pero apasionada, con medios vocales nada comunes, mucho más presionada que el promedio, debería dejar en el público la impresión de magnificencia vocal y escénica. Es un rol psicológicamente complicado que, además, se carga con la obligación fundamental de pronunciar un italiano irreprochable.

La potencia no debe influir en ningún momento sobre la calidad del color. Tiene que mostrar la seguridad del poder inapelable y la debe imponer no sólo con su presencia, sino, especialmente, con su canto. Por cierto, no hay muchas grandes Turandot en la escena internacional actual.

Finalmente, la dirección orquestal tiene a su cargo otro de los grandes personajes de esta obra. Puccini se concentró centralmente en la sonoridad y la atmósfera, que es donde se hacen las grandes diferencias con el resto de la lírica italiana. La orquesta tiene que sonar vibrante, pero nunca pasar el umbral de un sinfonismo muy medido. Y la afinación de foco preciso es una exigencia decisiva, porque aquí la orquesta no es una guitarra que acompaña al canto.

Esta noche, cuando "Turandot" inaugure la temporada del Teatro Argentino de La Plata, el público se enfrentará con una obra que conoce bien y, en ciertas oportunidades, con un alto grado de excelencia interpretativa, desde que ingresó al Colón, en junio de 1926, dos meses después de su estreno mundial y con Claudia Muzio como protagonista. Es una verdadera muestra de valentía artística empezar una temporada con una obra de este calibre, algo más que una ópera que gira en torno de un concurso de preguntas y respuestas.

Jorge Aráoz Badí

Stefan Lano dirigirá la orquesta

Las funciones de "Turandot" se realizarán en el Teatro Argentino, avenida 51, entre 9 y 10, La Plata. Teléfono: (0221) 4291733, y tendrán lugar hoy, pasado mañana y el sábado 28, a las 20.30, y el domingo 29, a las 17.30.

Director de orquesta: Stefan Lano. Puesta escénica: Lotfi Mansouri. Escenografía: David Hockney. Vestuario: Ian Falconer. Cantantes: Cynthia Makris (Turandot); Martín Thompson (Calaf); Norah Amsellem (Liu); Erwin Schrott (Timur); Pablo Skrt (Altoum); Gustavo Gibert (Ping); Juan Carlos Valls (Pang); Carlos Duarte (Pong); Juan Barrile (Mandarín); Cecilia Layseca y Sonia Stelman (Doncellas). En la función del domingo habrá algunos cambios por un segundo elenco y los primeros roles serán cubiertos por Marilyn Zschau (Turandot); José Azocar (Calaf); Mariel Bravo (Liu) y Carlos Esquivel (Timur).

Producción escénica de la Opera de San Francisco y la Opera Lírica de Chicago. El público porteño dispondrá de ómnibus gratuitos, previa reserva al teléfono (0221) 4291733. Partirán desde Callao 235 (Casa de la Provincia de Buenos Aires) y desde Cerrito 618 (Teatro Colón). Informes al 0800-666-5151.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=300005

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