19 de Diciembre de 2000
Por: EDUARDO GIORELLO
"Don Quijote". Ballet en un prólogo y tres actos. Libreto: Marius Petipa según la novela de Miguel de Cervantes Saavedra. Coreografía: Alexander Gorski, revisada y repuesta por Zarko Prebil. Música: Ludwig Minkus. Escenografía y vestuario: Producción Teatro Colón (diseños de Enrique Bordolini). Intérpretes: Elvira Tarasova, Andrei Batalov y cuerpo de baile. Orquesta Estable y Ballet Estable del Teatro Argentino de La Plata. Director de orquesta: Javier Logioia Orbe. En la sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino. Funciones hasta el 23 de diciembre.
Sólo aciertos parciales hubo en la reposición de "Don Quijote", el ballet de Petipa y Gorski, revisado por el coreógrafo croata Zarko Prebil, quien en los años ochenta presentó su versión en el escenario del Colón con la participación de las estrellas Maximova, Vassiliev y Radchenko (¡Qué tiempos!). El Teatro Argentino de La Plata incorporó el trabajo de Prebil algunos años después, transformándose en uno de los mayores éxitos de la compañía por entonces. El nuevo ámbito del teatro reclamaba una nueva puesta de la obra maestra de Petipa donde se observan los postulados de la danza académica fusionados a las danzas de carácter de inspiración hispánica en una síntesis perfecta.
La música de Ludwig Minkus no es de lo mejor, pero sirve a los diseños coreográficos con una funcionalidad admirable, a pesar de muchas caídas en obvio españolismo y en ciertos excesos de efecto dramático. Justamente este último aspecto fue uno de los que no pudo evitar el maestro Logioia Orbe -brillante director argentino en otras ocasiones- que acá no pudo con ciertas desprolijidades de la Orquesta Estable, insólitas en una etapa que consideramos de franca recuperación de sus facultades. Esperamos que en sucesivas representaciones el organismo afiance su desempeño, mejorándolo en consecuencia.
El Ballet Estable conoce la obra largamente. La presencia de Zarko Prebil hizo que ciertos aspectos mejoraran -en referencia a lo escénico y a lo dancístico como algunas escenas de conjunto del primer acto y también en el cuadro del campamento gitano. En cambio, en el último acto -¿no habrán llegado a ensayarlo suficientemente?- se notó una desorientación en las filas y una falta de homogeneidad hacia las que deberá apuntar el director de la compañía. Un director de fuste, naturalmente, que por ahora no tiene.
El conjunto es una compañía sobredimensionado -contamos en el programa de mano entre bailarines de fila, refuerzos y refuerzos exclusivos para "Don Quijote", algo más de cien bailarines- ya que ni algunas de las más celebres agrupaciones del mundo cuentan con tal cantidad de artistas en sus filas, por lo que sería conveniente una selección y una jerarquización de los elementos valiosos. Todos no lo son. Si a ellos se suman los treinta y cinco figurantes de escena que también se consignan en el programa se obtiene la nada desdeñable suma de casi ciento cuarenta personas -no todos bailan por cierto- sonando casi una cantidad demencial. Los cupidos que aparecen en el sueño de "Don Quijote" y en el acto final fueron "importadas" del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón (¿en La Plata no hay un puñado de niñas que puedan bailar estas dos pequeñas secuencias?). Sus actuaciones no fueron nada relevantes.
Hubo algunos roles solistas muy bien bailados por bailarinas de la compañía como María Fernanda Bianchi (estupenda bailarina de la calle); Paula Alves (muy bien en su danza gitana); Paula Elizondo (una graciosa animadora de "Amorcillo") y María Massa (excelente performance en "Juanita" y la primera variación del acto final. Inaceptable desde el punto de vista técnico el torero de Gaik Katjberounian. El "Don Quijote" de Walter Aón acertó en la estatura física pero no en la espiritual del personaje de Cervantes, mientras que José Luis Lozano ofreció el perfil y el "physique du rol" apropiado para Sancho.
Lo mejor de esta reposición se encontró en la labor de una pareja de artistas provenientes del Kirov. Sobre todo Elvira Tarasova (etérea, profundamente identificada con Kitri en su labor teatral, intachable desde la óptica técnica en su refinado academicismo) fue una "etoile" de categoría para nuestro escenario. También lo fue -aunque en un grado menor, sobre todo por su presencia física no ideal para el rol de Basilio- Andrei Batalov. Juntos en el primer acto dieron muestras de una danza segura y rotunda, aunque no totalmente virtuosa. Esto llegaría con el Grand Pas de Deux que corona la obra. Allí, cada uno en sus variaciones exhibieron virtudes casi exclusivas de los rusos (disciplina, rigurosidad, presencia anímica, brillo y rapidez de movimientos) de los que hay mucho que aprender. El caballero de la Triste Figura volvió a cabalgar, esta vez con escenografía y vestuario prestados por el Colón. Esperamos que la próxima salida sea con atuendos propios. Nuestros técnicos lo merecen.
Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/20001219/espectaculos7.html
Por: EDUARDO GIORELLO
"Don Quijote". Ballet en un prólogo y tres actos. Libreto: Marius Petipa según la novela de Miguel de Cervantes Saavedra. Coreografía: Alexander Gorski, revisada y repuesta por Zarko Prebil. Música: Ludwig Minkus. Escenografía y vestuario: Producción Teatro Colón (diseños de Enrique Bordolini). Intérpretes: Elvira Tarasova, Andrei Batalov y cuerpo de baile. Orquesta Estable y Ballet Estable del Teatro Argentino de La Plata. Director de orquesta: Javier Logioia Orbe. En la sala Alberto Ginastera del Teatro Argentino. Funciones hasta el 23 de diciembre.
Sólo aciertos parciales hubo en la reposición de "Don Quijote", el ballet de Petipa y Gorski, revisado por el coreógrafo croata Zarko Prebil, quien en los años ochenta presentó su versión en el escenario del Colón con la participación de las estrellas Maximova, Vassiliev y Radchenko (¡Qué tiempos!). El Teatro Argentino de La Plata incorporó el trabajo de Prebil algunos años después, transformándose en uno de los mayores éxitos de la compañía por entonces. El nuevo ámbito del teatro reclamaba una nueva puesta de la obra maestra de Petipa donde se observan los postulados de la danza académica fusionados a las danzas de carácter de inspiración hispánica en una síntesis perfecta.
La música de Ludwig Minkus no es de lo mejor, pero sirve a los diseños coreográficos con una funcionalidad admirable, a pesar de muchas caídas en obvio españolismo y en ciertos excesos de efecto dramático. Justamente este último aspecto fue uno de los que no pudo evitar el maestro Logioia Orbe -brillante director argentino en otras ocasiones- que acá no pudo con ciertas desprolijidades de la Orquesta Estable, insólitas en una etapa que consideramos de franca recuperación de sus facultades. Esperamos que en sucesivas representaciones el organismo afiance su desempeño, mejorándolo en consecuencia.
El Ballet Estable conoce la obra largamente. La presencia de Zarko Prebil hizo que ciertos aspectos mejoraran -en referencia a lo escénico y a lo dancístico como algunas escenas de conjunto del primer acto y también en el cuadro del campamento gitano. En cambio, en el último acto -¿no habrán llegado a ensayarlo suficientemente?- se notó una desorientación en las filas y una falta de homogeneidad hacia las que deberá apuntar el director de la compañía. Un director de fuste, naturalmente, que por ahora no tiene.
El conjunto es una compañía sobredimensionado -contamos en el programa de mano entre bailarines de fila, refuerzos y refuerzos exclusivos para "Don Quijote", algo más de cien bailarines- ya que ni algunas de las más celebres agrupaciones del mundo cuentan con tal cantidad de artistas en sus filas, por lo que sería conveniente una selección y una jerarquización de los elementos valiosos. Todos no lo son. Si a ellos se suman los treinta y cinco figurantes de escena que también se consignan en el programa se obtiene la nada desdeñable suma de casi ciento cuarenta personas -no todos bailan por cierto- sonando casi una cantidad demencial. Los cupidos que aparecen en el sueño de "Don Quijote" y en el acto final fueron "importadas" del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón (¿en La Plata no hay un puñado de niñas que puedan bailar estas dos pequeñas secuencias?). Sus actuaciones no fueron nada relevantes.
Hubo algunos roles solistas muy bien bailados por bailarinas de la compañía como María Fernanda Bianchi (estupenda bailarina de la calle); Paula Alves (muy bien en su danza gitana); Paula Elizondo (una graciosa animadora de "Amorcillo") y María Massa (excelente performance en "Juanita" y la primera variación del acto final. Inaceptable desde el punto de vista técnico el torero de Gaik Katjberounian. El "Don Quijote" de Walter Aón acertó en la estatura física pero no en la espiritual del personaje de Cervantes, mientras que José Luis Lozano ofreció el perfil y el "physique du rol" apropiado para Sancho.
Lo mejor de esta reposición se encontró en la labor de una pareja de artistas provenientes del Kirov. Sobre todo Elvira Tarasova (etérea, profundamente identificada con Kitri en su labor teatral, intachable desde la óptica técnica en su refinado academicismo) fue una "etoile" de categoría para nuestro escenario. También lo fue -aunque en un grado menor, sobre todo por su presencia física no ideal para el rol de Basilio- Andrei Batalov. Juntos en el primer acto dieron muestras de una danza segura y rotunda, aunque no totalmente virtuosa. Esto llegaría con el Grand Pas de Deux que corona la obra. Allí, cada uno en sus variaciones exhibieron virtudes casi exclusivas de los rusos (disciplina, rigurosidad, presencia anímica, brillo y rapidez de movimientos) de los que hay mucho que aprender. El caballero de la Triste Figura volvió a cabalgar, esta vez con escenografía y vestuario prestados por el Colón. Esperamos que la próxima salida sea con atuendos propios. Nuestros técnicos lo merecen.
Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/20001219/espectaculos7.html
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