El largo adiós
Estaba retirada desde 1959. Tenía 79 años y sufría del mal de Alzheimer. Protagonista de un filme histórico, Dios Se Lo Pague, fue una de las máximas divas de la época de oro del cine argentino.
OLGA COSENTINO
DIVA Y ACTRIZ. Más de 70 películas cimentaron su prestigio internacional.
Integró una estirpe de divas que se caracterizó por la obsesión puesta en ocultar el paso del tiempo. En su caso, la estrategia no fueron carísimos liftings. Como la sueca Greta Garbo, nuestra vernácula y no menos divina Zully Moreno tomó la decisión de negarse definitivamente a los flashes, las cámaras y las entrevistas periodísticas a los 39 años.
Zulema Esther González Borbón -tal su vervadero nombre, de resonancias reales-, murió anteayer, a las 17, víctima del mal de Alzheimer. Ayer fueron cremados sus restos, que serán depositados en la bóveda de la familia Amadori, en el cementerio de la Recoleta.
Su vida estuvo marcada por circunstancias propias de los personajes destinados a convertirse en mito. Nacida un 17 de octubre de 1920, fue la relación que vinculó a su marido con Perón (Luis César Amadori fue preso y torturado por los militares golpistas del 55), lo que obligó a la pareja a exiliarse en España.
Huérfana de padre a los 10 años, su familia recibió un segundo y duro golpe al morir, poco después, el hermano mayor. Como consecuencia, tuvo que buscar trabajo (como Alberto, su otro hermano) para ayudar al mantenimiento de la familia. A los 14 era costurera. Pero a los 19, la cenicienta se presentó a un casting en los estudios de la calle Lima (hoy Canal 13), donde se rodaba Cándida, con Niní Marshall. El productor Luis Bayón quedó deslumbrado con los ojos y el largo pelo oscuro de una muchachita a la que encontró parecida a Ann Sheridan y que pronto se convertiría en rubia para sintonizar con su nuevo destino. A partir de ese momento hizo modestos papeles en Azahares rojos o Ultimo piso, su primer protagónico. En 1941, filmando Orquesta de señoritas conoció al director y empresario Luis César Amadori, con quien se casó en 1947.
De 1941 datan también otros títulos en los que participó, como El profesor Cero, con Pepe Arias, Los martes, orquídeas y Papá tiene novia, donde conoció a Aída Luz, una de sus íntimas amigas. En 1943 compartió cartel con Mirtha Legrand en Su hermana menor y el mismo año protagonizó Stella, primera película de gran presupuesto, con deslumbrantes vestuarios y escenografía hollywoodense. Integró rubros estelares junto a los más prestigiosos galanes: con Pedro López Lagar hizo Apasionadamente y Celos; con Angel Magaña, Nunca te diré adiós; con Arturo de Córdova, Dios se lo pague, que fue un éxito internacional de la época de oro del cine argentino.
La glamorosa elegancia, la belleza y la distante sensualidad de Zully Moreno coincidieron con el auge del llamado cine de los teléfonos blancos, que incluía en el caso de la estrella las infaltables escaleras de mármol desde las que en alguna escena debía bajar, arrastrando la cola de un traje de soirée o una bata de raso. Ella misma supervisaba sus costosos vestuarios. Para filmar La mujer de las camelias (1952) inspirada en la novela de Alejandro Dumas (h), llamó a un casting de vestuaristas en el que resultó elegido Horace Lannes, que de allí en más sería su modisto personal. Pero fueron sus más de 70 películas, entre ellas la nombrada Dios se lo pague y otras como Nacha Regules, María Montecristo o Un trono para Cristy, las que cimentaron el prestigio y la fama internacionales de una estrella que, además, llegó a demostrar dotes de intérprete dramática.
Durante su exilio español recibió, en 1957, el premio a la mejor actriz extranjera por su rol en Madrugada pero, sobre todo, secundó a su marido en el rol de productora. A partir de los años 60 se alejó definitivamente de la actividad artística y, con el argumento de "Ya no soy noticia" o "Prefiero dedicarme a la crianza y la educación de mi hijo", se negó a cualquier producción periodística. Aun así, en 1963 obtuvo el título de La mujer más elegante de España, otorgado por la prensa ibérica.
Regresó de incógnito a la Argentina en 1966, para que su hijo conociera su país. Después, sus viajes empezaron a hacerse cada vez más frecuentes hasta que, en 1970, se instaló en un piso de Avda. del Libertador. Dos años más tarde, Alejandro Romay intentó infructuosamente convencerla de que reemplazara a Mirtha Legrand en los almuerzos televisivos. Rehuía la noche porteña (fugazmente se la vio en un palco, en 1976, con su marido, para el estreno de Anillos para una dama) y pasaba largas temporadas en su casa de las afueras de Punta del Este. En 1977, poco después de nacer su primer nieto, murió Amadori. Se dice que no tuvo fuerzas para asumir la ausencia del hombre de su vida y se negó a asistir al velatorio. La depresión aumentó su aislamiento.
En 1981 le pidió a su amiga Aída Luz que recibiera en su nombre el premio con que el Museo del Cine había decidido distinguir su aporte a la cinematografía nacional. Sí aceptó asistir, en 1984, al homenaje que le tributó la productora Argentina Sono Film. Su última aparición pública fue en 1989, cuando Clara Zapettini la convenció para que participara en el ciclo televisivo de ATC Historias con aplausos.
La soledad en que transcurrió Zully Moreno sus últimos años estimuló distintas versiones. Se habló de la decisión de la diva de alejarse de la vida social: habría dejado de frecuentar aun a sus nietos Jesús, Iara y Alex, y a sus sobrinos, hijos del matrimonio de su hermano Alberto con la actriz Mimí Pons. El mal de Alzheimer que padeció al final determinó su internación en un geriátrico, del que hasta sus más íntimos negaban conocer la dirección.
Elegido libremente al principio, el ostracismo de Zully Moreno se pareció al final -según algunos comentarios- a un ocultamiento decidido por sus allegados. Como sea, el largo adiós iniciado hace 40 años terminó en la tarde de la última Navidad, cuando Zully Moreno entró, con categoría de mito, en la historia del cine argentino del siglo
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