martes, 28 de diciembre de 1999

Iñaqui Urlezaga y Silvia Perillo brillaron bajo las estrellas platenses

28 de Diciembre de 1999

Ballet-Crítica

Por Eduardo Giorello

"Don Quijote" (Suite de los actos primero y tercero). Música: Ludwig Minkus. Coreografía: Marius Petipa. Adaptación coreográfica y dirección general: Lilian Giovine. Iluminación: Juan Garzo. Escenografía: Sergio Massa. Intérpretes: Silvina Perillo, Iñaki Urlezaga, Natalia Mujtar, Alejandra Baldoni, María Massa, Carlos Villamayor, Natalia Pelayo, Noella Negrette y otros. Ciclo "La ciudad del espíritu" en la Plaza Moreno.

Competencia de estrellas en La Plata. Dos, rutilantes, sobre el escenario mirando hacia la Catedral: Iñaqui Urlezaga y Silvia Perillo. Infinitas y brillantes en el cielo amplio de la Plaza Moreno. Feliz idea la de esta contienda para la noche de Navidad. El público, atento, siguió con interés las alternativas de esta rivalidad con destellos propios de ambas fracciones en pugna. No hubo vencedores ni vencidos -lo que no dejó de ser propicio para los tiempos navideños- sino una suma con la multiplicidad de una constelación.

Las alternativas del amor de los jóvenes y ruidosos Kitri y Basilio que centralizan las acciones del ballet de Marius Petipa y Ludwig Minkus -una genuina obra maestra del academicismo ruso con toques de carácter español- fueron vividas por Iñaki Urlezaga y Silvina Perillo haciendo gala -ambos- de una arrolladora vitalidad.

Magnífica pareja de baile, en ellos todo se dio fluidamente, en una amalgama rítmica y espiritual. Complementación auspiciosa en los dúos, cuando cada uno de ellos encaró sus variaciones lo hizo dando muestras de gran virtuosismo y capacidad de resistencia para un despliegue físico de aliento gimnástico. Gran "partenaire", Iñaki sostuvo a Perillo en el aire, donde ella encuentra su espacio ideal: el que le permite volar. La dinámica de Urlezaga le otorga rapidez sin perder elegancia ni carisma. Técnica dancística muy segura, con el toque de la pulcritud británica que le da su permanencia en The Royal Ballet, de Londres, sus saltos y giros poseen el equilibrio y la liviandad necesarias. Manos y brazos demuestran un trabajo a conciencia del refinamiento que exige la danza clásica para la que está especialmente preparado. Silvina Perillo, por su parte, aúna encanto personal, figura privilegiada y preparación técnica de alto rango.

Si bien sus habilidades son muchas, brilla de modo especial en sus briosas "fouettés" y en sus "temps de equilibre". Lo cierto es que la confluencia de las capacidades de los dos bailarines rindió con pródigos frutos. Alrededor de Iñaki-Perillo hubo una agrupación conformada por artistas de Ballet del Colón, del Argentino Platense y de Liberballet, todos bajo la atenta mirada de Lilian Giovine, quien impuso disciplina y vuelo a la compañía. Sobresalieron en roles importantes María Massa, una muy destacada "Bailarina de la calle"; Carlos Villamayor, un aguerrido torero; y un encantador "Cupido" interpretado por la jovencísima Natalia Pelayo. La adaptación y selección de secuencias corrió por cuenta de la misma Giovine, quien eligió los momentos más significativos de los actos I y III. Se extrañó la ausencia de los personajes mimados de Don Quijote y Sancho Panza, provenientes de la novela de Cervantes que le dan título a la obra de Petipa. Más de un espectador poco informado se habrá preguntado el porqué de este título.

La música de Minkus se oyó en cintas magnetofónicas, hubo apropiados telones de Sergio Massa y una iluminación "a giorno" de Juan Garzo. Hay que señalar un detalle que parece no haber sido tenido en cuenta. La altura del escenario construido en la puerta del Palacio Municipal fue en extremo alto y desde la platea dispuesta sobre la calle 12 no se veían los pies de los bailarines ¿Es que la Dirección de Cultura de la Municipalidad no tiene a nadie -que con medianos conocimientos del tema se ocupe de esos detalles? Además, hubo algunos signos de desprolijidad en el escenario que dejaba ver a fotógrafos y "paseantes" en medio de la función.

También es justo decir que haber programado una semana con el título "La ciudad del espíritu" no deja de ser plausible. Estos actos programados para estos días con motivo del fin de milenio no viene más que reafirmar que el espíritu del hombre debe ser celebrado cotidianamente para paliar de alguna manera el avance casi incontenible de la despiadada tecnología y de un materialismo globalizado de signo maléfico. Celebremos, entonces, la belleza y la más pura interioridad del hombre.

Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/19991228/espectaculos3.html

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