TENDENCIAS
Una maestra de la vida. Una técnica de danza para liberar los cuerpos, para transformarlos. Bailar hasta nacer
Por JOSE SUPERA
Escritor
1.
Hay una barrera, una pared enorme. También cadenas, cadenas que salen del suelo, que nos atan, que nos vuelven prisioneros de nuestra propia existencia. Y estamos quietos. Quietos de alma y cuerpo, pero nunca de mente, porque ella se mueve rápido, ahora se está moviendo, dicta estas palabras, arma estas frases, y el cuerpo quieto, sentado, estático y errático, cada vez más lejos de la edad de piedra, pero cada vez más de piedra, más duros y firmes de cuerpo, la tonificación de los músculos y los sentimientos. Escribo esta nota casi quieto. Me cuesta moverme. Mi cuerpo ha comenzado a atrofiarse hace un tiempo. Manos de piedra. Me cuesta hasta escribir esto. No puedo liberarme. No puedo articular bien los dedos. Creo que mi atrofia espiritual está llegando a mis falanges. Una barrera, una pared enorme, una siesta de cuerpo y espíritu.
2.
“¿Hace cuánto que no me despierta la música?”
La voz de María José Vexenat. María José lleva las riendas del taller de danzaterapia. Participan personas discapacitadas de todas las edades. Ciegos, autistas, chicos con síndrome de down. La danzaterapia es un movimiento creado por la mítica coreógrafa María Fux: una forma de liberar el cuerpo y la mente y el alma a través del baile y la música. Conectarse y desconectarse a la vez. Estamos en uno de los tantos cursos de Integración por el Arte, en “la pecera” del Teatro Argentino. “¿Hace cuánto que no nos despierta la música?”, plantea María José. Y agrega, preocupada, con voz triste pero esperanzada, que alguien en la sala está llorando. Y de un baúl viejo saca una guitarra sin cuerdas y la deja en el medio de la sala, en el suelo. Los alumnos miran la guitarra preocupados. Se sienten tristes por la guitarra. Alguien dice que no tiene cuerdas, que por eso está triste. Y María José: “Pero nosotros sí tenemos cuerdas. Y se las vamos a dar a la guitarra”. Y ellos: ríen y aplauden, son felices devolviéndole el sonido imaginario a la guitarra. Son felices devolviéndose el sonido a sí mismos.
3.
“Esto me cambió la vida, me hizo un clic en todas las relaciones en la vida cotidiana”. Ahora el que habla es Gustavo Mansi, el director de Integración por el Arte. Imaginen a Gustavo con ese semblante poderoso y algo maldito de Narciso Ibáñez Menta. Pero no hay nada de maldito más allá del semblante, todo lo contrario. Es actor y director teatral, y por eso mueve las manos con soltura al explicarme que “este programa está hace 14 años. La idea es integrar a personas con capacidades diferentes al arte en diferentes disciplinas. Los talleres siempre funcionaron como sede acá en la Ciudad, pero después recorremos todos los distritos de la Provincia. Los chicos especiales tienen siempre un referente dentro del taller, alguien a seguir”. Estamos hablando cuando pasan al lado nuestro, chicos acompañados por sus padres o tutores. Van al taller. María José los espera en la pecera, en ese fondo del mar donde son libres como pececitos de colores y respiran, vaya si respiran. Le pregunto qué le pasa por adentro al trabajar todos los días con chicos, al tener un trabajo que es dar amor. “Comencé con esta actividad artística integrada hace 20 años. Ellos nos devuelven más de lo que nosotros les damos... Aquí no sólo damos danzaterapia, también coro, canto popular, teatro. Te cuento algo: una vez llegó una chica en silla de ruedas a uno de los talleres de danzaterapia; cuando vino por la mañana no le veíamos la cara, estaba encerrada en su propio cuerpo, envuelta en sus brazos, con la espalda hecha un bollito. Terminó ese mismo día el taller de la mañana y ya le veíamos los ojitos; a la tarde volvió, y para cuando terminó ese día, ya estaba danzando a la par del resto de los chicos. Se ve un crecimiento importantísimo en las personas que vienen al taller”.
4.
“Yo siempre digo que so y una privilegiada por haber bailado y sido educada desde muy chica por María Fux. La metodología de la danzaterapia, es una metodología verdadera, firme, que tiene solidez y raíces. Este mismo trabajo se puede hacer con distintos grupos, con adultos mayores, con integración, con no videntes o autistas, con chiquitos de 3 años. Soy de capital y me levanto antes de las 6 de la mañana para venir acá a La Plata a enseñar, y la verdad que vengo feliz, es muy gratificante esto”. La que habla es María José. Una voz dulce, con algo de miel. Los ojos puros y sinceros y llenos de amor para dar. “Tengo una cosa muy fuerte con La Plata, me gusta originar proyectos acá: ahora estamos ensayando con los alumnos un espectáculo de danzaterapia y rock progresivo llamado ‘Convivencia sagrada’, lo vamos a presentar en la sala Piazzolla el martes 18 a las 20, con entrada gratuita”. Le hablo del arte como fuerza creadora del espíritu, como fuerza de cambio. “Yo sobrevivo a través del arte. Cuando uno está mal, cuando uno está atravesando momentos muy duros, es el arte el que siempre nos salva. En mis clases hablo de despertar las cuerdas, porque hay partes del cuerpo que están dormidas, cuánto nos falta despertar de nosotros mismos; y esas cuerdas a lo que ayudan es a despertar esas fibras íntimas”.
5.
Una niña ciega acostada en el suelo. Acaricia la guitarra sin cuerdas. Otra vez la voz de María José, omnipresente, llena de amor. “Nosotros tenemos cuerdas. El cielo puede darnos cuerdas. La tierra puede darnos cuerdas, el aire, los árboles, todos puede darnos cuerdas”. Ahora todos bailan, hacen como si juntaran cuerdas imaginarias. Mirándolos pienso, reflexiono: siempre trato de cortar cuerdas, de eliminarlas; puede que sea lo contrario, buscarlas, hacerlas más fuertes. No sentirme atado, o sí sentirme, pero atado a la vida. Uno de los chicos se ríe. Se junta las manos contra el pecho, después se rasca la cabeza, sonríe: “Qué fácil, qué fácil”. María José los insta a todos a bailar con sus cuerdas, les dice y les repite que la guitarra está feliz, y que es porque algo hicimos con ella. Su planteo es claro, convivir con las cuerdas, pero no cuerdas que nos atan, sino todo lo contrario, cuerdas que nos aferran a la vida, a la liberación. “La guitarra ahora está feliz”, vuelve a decir María José. “Y yo soy más feliz que nunca”, contesta uno de sus alumnos.
Fuente: http://www.eldia.com.ar/edis/20120902/danzar-liberacion-septimodia5.htm
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