Miércoles 26 de septiembre de 2012 | Publicado en edición impresa
Apuntes sobre la difícil ruta que transitan los actores hasta poder construir una red que los defina
Por Alejandro Cruz | LA NACION
Una escena de Mi vida después, pieza teatral en cartel de Lola Arias.
Ser actor y no morir en el intento es un trabajo duro; conseguir trabajo como actor, también. Este último entramado puede incluir (o no) largas jornadas de castings, cursos varios (según datos ni oficiales ni confiables: el 90 por ciento concurre a alguno), tener un representante (o no), padecer incertidumbre laboral (siempre), poner en acción ese imaginario que dice que hay que hacerse ver (¿síntoma de un circuito teatral un tanto endogámico?) y la certeza (en muchos) que en esa red se juega mucho más que lo que podría llamarse "carrera".
Los siguientes relatos hablan tanto de la excepción como de la regla de todo esto. Esteban Lamothe, por ejemplo, fue el protagonista de la película El estudiante , de Santiago Mitre. Fue Mariano Llinás, el creador de la extraordinaria Historias extraordinarias , el que le habló a Mitre de él. Así contado, su llegada a este trabajo tuvo su fluir, pero no es común que la vida sea color de rosa. "Lo común es que alguien te diga que quiere laburar con vos. Pero eso suele darse en medio de una fiesta cuando uno ya anda medio borracho. El problema es que vos te lo creés...", se sinceraba en una charla quien actualmente forma parte de El tiempo todo entero y quien protagoniza Nocturno , film de Edgardo Cozarinsky.
Su comentario parece abonar ese lugar común que indica que el ámbito de lo social (fiestas o estrenos supuestamente glamorosos) es importante para establecer contactos. En el estreno de Las multitudes , obra de Federico León, estaba Lamothe. Al pasar, me cuenta: "Pegué un laburo de cuatro meses. Es de lunes a viernes, desde la mañana hasta tipo 19; me queda un poco lejos, pero está bien...". El trabajo al que hacía referencia es su participación en Sos mi hombre , telenovela de Pol-Ka. Dar cuenta de su primer trabajo televisivo con continuidad de esta manera expresa, por lo menos, dos cosas. Una: su personalidad (la excepción). Dos: cómo ciertos actores de la escena alternativa enmarcan su incursión en la tele muy por fuera del concepto de "llegar". A veces, ese desplazamiento tiene excelentes resultados actorales. Caso testigo: Tiempos compulsivos .
Hay otro lugar común que dice que una manera de formar parte de cierto entramado es estudiar con ciertos directores (sean los que están de moda o los clásicos de clásicos). De paso, eso podría sostener la fantasía de ser llamado para un espectáculo (dicho de un modo complementario: tener un salario).
Diego Velázquez es otro excelente actor. Actualmente coprotagoniza Cock , su primera obra en la escena comercial, y tiene un papel en Tiempos compulsivos . Viene de hacer varios espectáculos de Ciro Zorzoli (el que dirigió Las criadas y Estado de ira). En una nota de hace un tiempo contaba que si le interesa un director se pone a estudiar con él. "Es una manera de que te vean, te conozcan y se interesen por lo que hacés", expresaba.
Velázquez suele trabajar con Paola Barrientos, una de las protagonistas de Las criadas. La posibilidad que expresa él a ella le genera dudas. "Existe mucho esto de que voy a estudiar con tal director para que me vea y me llame. Yo creo que si vas a tomar clases no es un buen punto de partida porque impide la posibilidad de relajarte, de errar, de no gustar. Yo he ido a talleres en los cuales tenía la sensación de que el 80 por ciento de las personas lo único que querían era agradarle al profesor. Para eso es mejor llevar un currículum o un videíto, pero no pierdas tiempo porque seguro no te a va salir bien", aconseja la psiquiatra de Graduados.
ACTUAR PARA VIVIR
Como Esteban Lamothe, Julián Tello trabajó con Federico León. Como el resto, Tello es un actor de talento (de hecho, es uno de los protagonistas de Los talentos). También es uno de los intérpretes de Ostende, película de Laura Citarella. Ahora está en Berlín participando del montaje de Las multitudes, de León. Para Julián, la pregunta de cómo un actor se inserta en el medio es el quid de la cuestión. "Cuando pude dejar de ser camarero me di cuenta de que no hay una manera de conseguir trabajo. Siempre intento ir detrás de mi deseo, aunque este en crisis permanentemente", apunta. Diego Velázquez, como otros, también fue camarero.
Lamothe y Tello son, además, músicos. Lisandro Rodríguez también lo es (además de ser actor, dramaturgo, artista plástico y actor). Lisandro, a la vez, es uno de los dueños de la sala Elefante Club de Teatro. "Yo pienso el trabajo actoral como una conquista constante -agrega-. Pero no como lobby o haciendo un casting, tan frecuentes en este mundillo, sino como un real encuentro con un par, con un interlocutor. Soy de los que creen que el trabajo actoral también se funda. Hay trabajo cuando uno se encuentra con interlocutores válidos; compañeros de ruta, pares o personas que usen, entiendan, compartan, construyan y vibren en códigos comunes."
CASTEAR O NO CASTEAR
Lisandro pasó por los famosos castings. "Siempre me fue bastante mal -reconoce-. En uno de ellos terminé haciendo una escena en un club de San Isidro con un supuesto director de una obra que resultó ser el profesor de gimnasia del lugar. Como no tenía gente, el supuesto director le pegó un grito al profesor de tenis. El tipo llegó al gimnasio trotando y dejando huellas de polvo de ladrillo para hacerme de partenaire. Otras veces terminé pidiendo disculpas porque sentía que estaba haciendo un papelón."
En Elefante Club se presenta Todo verde , con María Inés Sancerni. En estos momentos ella además protagoniza El pasado es un animal grotesco (los trabajos simultáneos son otra de las características de estos tiempos). En ese montaje actúa Javier Lorenzo. En su propia historia algunos castings tuvieron finales felices. "Tener un representante me vino bien para hacer algunos castings. Resultado: hice algunas publicidades y algunos bolos que en ciertos momentos me salvaron. Pero en teatro nunca busqué, simplemente me llamaron. En verdad, creo que lo que «vende» es lo que hacés en el escenario. Yo no soy una figura que atraiga al gran público, por lo único que me va a llamar alguien es porque le guste como actor. Igual, cada vez estoy más enamorado de la actividad y menos preocupado por la carrera (ojalá que así pueda seguir comiendo)."
En el mismo centro cultural, el San Martín, se repuso Mi vida después . Allí trabaja Carla Crespo. Como si fuera una escena extraída de la película Vaquero, de Juan Minujín, cuenta su experiencia en castings: "Lo peor no es la instancia de prueba en sí misma, sino el hecho de que nunca se sepa bien qué está pasando, si salió bien o mal, si eras el perfil que buscaban. Si los actores nos fuéramos de los castings con una impresión más clara, todo sería más simple, más expeditivo y no existiría la instancia traumática de la expectativa".
Otra vez, después de la regla, la excepción. "Sin embargo -acota-, una vez llamé a Federico León, a quien no conocía, para decirle que yo me creía capaz de interpretar a su Lisa, de Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack. Tuvimos unos cuatro ensayos-castings bastante largos, y en el último me confirmaron. Hicimos cuatro temporadas y viajamos por todo el mundo."
Concluye Lisandro Rodríguez: "El trabajo del actor se consigue en el lugar menos pensado, se manifiesta, casi, de forma mágica y no siempre está ligado al dinero. Lamentablemente, ni siquiera a una remuneración digna". Por lo pronto, ellos, y tantos otros, actuando se dignifican (de paso, a nosotros nos dignifican como espectadores).
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