Con más de cien propuestas para este tiempo de receso escolar, la cartelera infantil porteña bate récords en el mundo
De lujo, Locos ReCuerdos, la obra de Hugo Midón vuelve hoy a escena, en el Cervantes. Foto: Teatro Nacional Cervantes
Buenos Aires es la ciudad con la cartelera infantil más nutrida del planeta. En vacaciones de invierno excede largamente el centenar de propuestas diarias de teatro, música, danza, circo, títeres y narración. Niños y padres ocuparán en esas dos semanas desde las 2500 butacas del teatro Opera, junto al Obelisco, acompañando el "chu-chu-a" de Piñón Fijo, hasta las apenas 40 ante las que se despliega el sutil juego titiritero de Popigami, del Grupo El Bavastel, en la sala de Pan y Arte, en Boedo.
Los orígenes históricos de la movida son diversos. Entre ellos, la existencia de una clase media masiva y de una tradición teatral para adultos fuerte desde siempre. También la iniciativa de las escuelas de llevar el teatro a la escuela o salir a las salas, costumbre condicionada siempre por los vaivenes económicos del país. Pero sin duda contribuyeron mucho a la consolidación del teatro para chicos la inclusión de la obra de María Elena Walsh en el imaginario popular y el prestigio alcanzado por las puestas en escena de Hugo Midón. En un justo homenaje retornan a las dos salas mayores de la ciudad, el Teatro San Martín y el Teatro Nacional Cervantes, sendas obras de estos dos grandes creadores, La farolera y Locos ReCuerdos (ver aparte). No siempre les fue igualmente favorable la gestión cultural del Estado.
Durante un tiempo, parecía que tras ellos se estaban formando generaciones enteras de directores teatrales que consolidarían una tendencia renovadora sobre el escenario. Héctor Presa con el grupo La Galera Encantada, Carlos de Urquiza junto a la autora María Inés Falconi y durante un tiempo -hasta que se lo llevó el éxito logrado con público adulto- también Manuel González Gil unían temáticas ligadas a la vida y fantasía cotidianas del chico con puestas en escena cargadas de poesía y humor. Y en los dos primeros casos siguen haciéndolo, como en C. Niciento o Tengo un dinosaurio en el ropero. Pero siempre dentro del ámbito relativamente reducido de sus salas en Belgrano y Palermo. La excelente versión de Robin Hood, protagonizada por Osqui Guzmán y Omar Calicchio, que dirigió Presa la temporada pasada en una gran sala de la calle Corrientes, terminó en un fracaso comercial.
Así las cosas, vale la pena dirigir la mirada a esos espacios un poco más pequeños -tal vez también más adecuados a la escala de los chicos- en que sí se encuentran algunas propuestas valiosas. Como Gotitas de primavera y Los fabulosos Grimm, las obras del dúo que forman Gustavo Monje y Giselle Pessacq, como Apalala, el espectáculo de juegos coreográficos que estrena Teresa Duggan en Polo Circo, como los imperdibles espectáculos de Pablo Nojes (Qué pasa en la plaza y Titiriteando) y la titiritera Gabriela Marges (La flauta mágica y Pequeños y gigantes) en el de por sí mágico espacio de la biblioteca La Nube. En el Museo del Títere, fundado por Sarah Bianchi, se desarrolla una programación variada, en la que recalan todos los retablos que, venidos del interior del país o de otros países, están de paso por Buenos Aires, una ciudad que suele ser bastante impermeable a las visitas teatrales de otras latitudes, en particular si provienen de las provincias argentinas.
La vertiente circense de impronta acrobática que introdujo Gerardo Hochman con su grupo La Arena se puede encontrar tanto en las carpas de Polo Circo, en Parque Patricios, como en Mamushka, en el Club de Trapecistas de Caballito. La corriente clownesca, que tiene su referente mayor en Marcelo Katz, se replica en el reciente estreno de ¡A la obra!, de la autodenominada compañía de circo artesanal La Pipetuá, en la que se destaca además la constante reinvención de la funcionalidad de materiales poco usuales sobre un escenario.
También en las salas menores de los teatros oficiales se abre el juego de las tendencias más contemporáneas del teatro de los chicos. En la Orestes Caviglia del Teatro Cervantes cabalga el Don Quijote de las Pampas, de Los Macocos. En la Sala Sarmiento, junto al Zoo porteño, sube a escena Una lágrima de María, por el Grupo de Titiriteros del San Martín, con dirección de Ariadna Bufano. Vale la pena seguir también la cuidada programación del Centro Cultural de la Cooperación, donde presenta actualmente el grupo de titiriteros El Nudo Un ovillo de pelusa, mostrando cómo se puede montar para los más chicos un espectáculo sin tener que simplificar hasta lo simplote.
MÁRGENES
Desde los márgenes es que parece alimentarse con más fuerza el escenario infantil. No sólo en lo que se refiere a las dimensiones y la ubicación geográfica de las salas en que se desarrolla, sino también desde las vertientes artísticas de las que abreva la innovación. La irreverencia de los títeres, la versatilidad del unipersonal, la poética corporal de la danza y la acrobacia, la intimidad generada por los narradores y el humor de los clowns encuentran en los niños interlocutores potentes. Y a veces se fusionan en espectáculos eclécticos que inauguran nuevas estéticas. Como en la reciente versión de Rojo, un cuento de Liliana Bodoc representado con singular potencia en la sala El Extranjero. O en la sumatoria de literatura y piruetas de Cuento con vos, un poema acrobático, del mismo Gerardo Hochman, que se podrá volver a ver en vacaciones de invierno.
Esa marginalidad es quizás algo propio del niño. Aun cuando busque ponerse en el centro de atención, aun cuando sea cuantitativamente una parte sustancial de la población, es la infancia un territorio de movimientos subordinados a las voluntades adultas (incluso en la elección última del espectáculo a ver). A pesar de ello, se desarrolla en sus juegos y ocurrencias con una autonomía conceptual notable, a veces difícil de seguir por los mayores. Algo así le ocurre al teatro de los chicos. Gran parte de los que sostienen el gran cartel van por andariveles que atienden a necesidades que se tocan sólo en algún punto con el interés del chico y lo sumergen en una dinámica que tiene muchos componentes extrateatrales. En algunas de las salas menores, en cambio, se produce una indagación más profunda sobre el alma de la infancia y de la teatralidad.
No por ello deja de ser deseable que, como con Midón y María Elena, se abra alguna brecha para producciones que sumen un alto nivel estético y conceptual a una gran trascendencia pública. Aunque más no sea para afirmar que se trata de un género artístico potencialmente tan valioso como cualquier otro.
HOY TODOS AL OBELISCO
Como para entrar en clima de vacaciones de invierno, hoy en pleno centro de la ciudad podrán verse fragmentos de muchas de las obras para chicos que nutren la cartelera porteña, con entrada libre y gratuita. Entre 11.30 y 14, en el escenario montado en Corrientes entre Cerrito y Libertad, se verán partes de El señor de las Burbujas, Mundo Arlequín, Hansel y Gretel y otras. Allí mismo, un poco más tarde, comenzará el festival rockero y solidario que encabeza Vicentico.
ESTRELLAS DE LA TV
Un fuerte acoso de vendedores de espadas, luces, capas, diademas, máscaras y demás productos vinculados al show suele anunciar desde la vereda la presencia en la cartelera de la avenida Corrientes de algún espectáculo derivado de un éxito de la televisión o el cine. En vacaciones de invierno se multiplican, tomando por unas pocas semanas las salas mayores, para luego volver a sumergirse, como el genio de Aladino en su lámpara, al frasco de la pantalla pequeña.
Algunos de estos espectáculos recalan en Buenos Aires haciendo escala en una gira internacional, como el reciente show de Batman. Otros son montados mediante franquicia por una producción local. En ambos casos puede haber tanto decepciones como sorpresas. Muchas versiones se reducen a reproducir con caricaturas de TV con muñecotes poco gráciles. Pero también se vieron en los últimos años algunas versiones que hacen alarde de despliegue de efectos especiales, como la del hombre murciélago, o de creatividad para trasladar al escenario con dinámica teatral la trama de la pantalla, como ocurrió hace unas temporadas con la puesta del Hombre Araña, en la que se lucía Carlos Belloso en el rol del Duende Verde.
Este año nos visitan Bob Esponja, el Ratón Pérez, Topa y Muni, Hi5, Hello Kitty, el show musical de Grachi, los inmortales Tom y Jerry, el igualmente veterano Zorro, toda la troupe de Disney celebrando sus cien años con el tradicional show de patinaje sobre hielo, Frutillitas en un inesperado retorno y nuestra Panam presentando su show circense-musical.
CON SON Y TON
Los músicos lograron abrirse un espacio propio en la cartelera infantil. El mérito pertenece en gran parte al Momusi, el Movimiento de Música para Niños, animado desde hace quince años por María Teresa Corral, Daniel Viola y algunos grupos como Los Musiqueros. La fructífera idea de armar ciclos de recitales en que se rotan conjuntos avalados por el nucleamiento generó una franja de público fiel.
Hoy se han multiplicado las propuestas musicales que se intercalan en la programación de diversas salas teatrales. Mariana Baggio, Jorge Marziali, Mariana Cincunegui, Coco Romero, Lalá y el toque toque, el grupo Caracachumba, los saxos de Cuatro Vientos y los mismos Musiqueros son algunos de los nombres que harán escuchar sus voces e instrumentos en estas vacaciones de invierno. Además de Adriana y Luis Pescetti, dos fenómenos de público de características muy disímiles, pero que en ambos casos exceden a lo estrictamente musical. Y tampoco faltará la música clásica, con el concierto didáctico de La vuelta al mundo en un violín y en la puesta en escena de Bastián y Bastiana, la ópera juvenil de Mozart.
PERIFERIA
Desde los márgenes es que parece alimentarse con más fuerza el escenario infantil.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1488687-teatro-de-invierno-buenos-aires-la-reina-de-los-chicos
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