domingo, 15 de octubre de 2006

Novedosa puesta para Donizetti

Eleonora Sancho y Ricardo Ortale, en sus roles de Norina y Don Pasquale

Domingo 15 de octubre de 2006 | Publicado en edición impresa LA NACION

Opera en tres actos Don Pasquale , de Gaetano Donizetti. Libreto de Giovanni Ruffini, Elenco: Eleonora Sancho (Norina), Ricardo Ortale (Don Pasquale), Sebastián Sorarrain (Malatesta), Carlos Natale (Ernesto), Carlos Iaquinta (Un notario). Director de Coro: Miguel Martínez. Régisseur: Alberto Félix Alberto. Escenografía e iluminación: Raúl Bongiorno. Vestuario: Sergio Massa. Orquesta y Coro Estables. Dirección musical: Bruno D Astoli. Función en homenaje a Ricardo Yost. Teatro Argentino de La Plata.

Nuestra opinión: bueno

Don Pasquale es una de las obras de Donizetti más logradas de su vasto catálogo, no sólo por la gracia y fina ironía de la acción dramática, sino también por su inspiración melódica y el rico uso de recursos de orquestación. Los personajes, lejos de la simpleza de L elixir d amore , están mejor delineados, y en su conjunto la obra se constituye en una de las cumbres del género, simplemente por el equilibrio singular de los aspectos cómicos con los formales y sensitivos, dando como producto final una creación lírica de singular calidad.

Por su parte, desde el punto de vista musical es una partitura chispeante y espontánea con el valor agregado de un admirable y muy peculiar tratamiento rítmico, que fue novedoso en la época de su gestación y que continúa vigente por su variada gama de contrastes como se escucha desde la obertura. Las tres grandes arias para tenor lírico, los admirables dúos y tríos, la colorida diafanidad de las escenas con el coro, la riqueza de los concertantes y la audacia para la utilización de una trompeta solista en el preludio del tercer acto, ubican a esta creación en el plano de las de mayor calidad musical del género.

Sin embargo, en la versión ofrecida en el Teatro Argentino de La Plata la mayor debilidad surgió de la faz musical (excepto en las partes corales) a partir de que Bruno D Astoli, de reconocidos méritos y experiencia, ofreció una versión con poca chispa y diafanidad, desajustada y con poca intensidad expresiva en los momentos líricos, con una orquesta que por su volumen cubrió a la mayoría de las voces de los cantantes. En cambio, uno de los factores positivo de la representación estuvo a cargo del coro, preparado con solvencia por su titular Miguel Martínez, que se lució con su justeza, equilibrio y perfecta amalgama de voces. Otro punto a destacar fue la excelente actuación teatral.

El diseño estético

En este sentido fue novedosa la puesta escénica de Alberto Félix Alberto que llevó la acción al siglo pasado, detalle que lejos de desvirtuar el libreto, demostró las posibilidades infinitas que otorga un texto con temática de la vida real, posible en toda época y lugar que habla de las intenciones de un hombre mayor de casarse con una jovencita. Además, la visión propuesta fue muy buena desde el punto de vista estético: diseño sintético y atractivo, variada coloración en la iluminación y en la idea de enmarcar a los personajes en grandes cuadros antes de que tomen vida. Fue impecable el trabajo, como actriz, de quien encarnó a un servidora cuyo nombre no se encontró en el programa.

Sólo cabe el reparo de haber utilizado un espacio muy grande y de no haber enfocado la obra como una ópera íntima, casi camarística, como fue en su estreno en el París de 1843 y como sigue siéndolo en la mayoría de los antiguos teatros europeos. En este sentido, las pocas grandes salas del mundo deberían tener en cuenta que además de respetar un estilo, el uso de decorados que cierran la escena contribuye, a modo de campana, a que las voces se proyecten con mayor presencia.

Por último, en el elenco se destacó como la voz más sonora la de Ricardo Ortale, que interpretó el rol protagónico. En tanto que el tenor Carlos Natale que avanza con paso firme, lució su segura musicalidad como Ernesto, al igual que la soprano Eleonora Sancho, que encarnó con gracia, belleza a su Norina. Sebastián Sorarrain fue un Malatesta muy desenvuelto como actor y en el decir, y Carlos Iaquinta un curioso notario. Sin embargo, en conjunto, el cuadro de cantantes se escuchó con limitaciones como para abordar con brillo y distinción esta obra, nada fácil por cierto, en una sala grande como la del Teatro Argentino.

Fue emotivo el aplauso ofrecido por el público cuando se anunció, antes de comenzar la obertura, que la representación era en homenaje al bajo-barítono Ricardo Yost, recientemente fallecido.

Juan Carlos Montero
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=849479

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