La primera presentación de la ópera Tosca, en una noche inolvidable, dejó en claro que el coliseo platense tiene atributos como para merecer el reconocimiento mundial
Al igual que el 12 de octubre de 1999, el pasado martes nadie quiso perderse la reinaguración de la sala lírica del Teatro Argentino. Personalidades de la cultura, de la política y de distintos ámbitos, tanto platenses como porteños, dijeron presente para acompañar la representación de la ópera Tosca. Y el resultado no pudo ser de otra manera: inolvidable.
Pasadas las 20.45 se corrió el telón. El público (que no completó la totalidad de la sala) comenzó a prepararse para una función de lujo, calidad y buen gusto que se prolongó hasta casi la medianoche y que justificó la ovación del final.
Los amantes de la ópera pudieron escuchar una de las piezas líricas más codiciadas del mundo, en un escenario que implementó remodelaciones respecto al año pasado (una muestra de ello fue el subtitulado, colocado en la parte superior). Y quienes simplemente se dieron cita por cuestiones sociales, disfrutaron en cada intervalo del servicio de cóctel que funcionó en cada uno de los pisos del descomunal complejo platense.
La ópera
La soprano Inés Salazar (Tosca) puso emoción en la composición de la heroína pucciniana y sorprendió con atractivos y caudalosos agudos y gran musicalidad.
Con exitosa trayectoria en títulos de Donizetti, Verdi y Puccini, el buen tenor mexicano Alfredo Portilla encarnó al pintor Cavaradossi y abrió en el primer acto entregando una excelente interpretación del contundente Recondita armonia y meritorio en el tercero con el estremecedor adiós de E lucevan le stelle.
Cerrando el pasional triángulo, el barítono norteamericano David Pittman-Jennings, cautivó con su vigorosa y convincente actuación dramática en el rol del siniestro Scarpia, aportando madurez y seguridad vocal.
Completaron el reparto con eficiencia y homogéneo rendimiento, Marcelo Lombardero como el Sacristán; Ricardo Cassinelli como Spoletta; Mario Basso en el rol de Sciarrone, junto a Vicente de Paul Romero (Carcelero), y fuera de escena Sonia Stelman como el Pastorcillo para este impactante y fuerte drama pucciniano.
En la titularidad de la orquesta estable del teatro, el muy profesional maestro Javier Logioia condujo con precisión aunque a veces permitió que los decibeles en los tutti orquestales alcanzasen niveles algo excesivos en perjuicio del deseable balance entre los atriles del foso y las voces en escena.
Por último, el infalible y multipremiado maestro italiano Vittorio Sicuri llegó hasta La Plata para dirigir el coro estable, logrando del buen y compacto colectivo de voces una performance plena de brillo y musicalidad.
Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2000/11/02/pdf/24.pdf
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