"La reina de la noche", de Thomas Bernhard. Intérpretes: Tina Serrano, Roberto Martínez, Pepe Monje, Julia Romero y Josello Bella. Escenografía y vesturario: Oria Pupp. Iluminación: Jorge Pastorino. Dirección: Roberto Villanueva. En la sala Piazzolla del Teatro Argentino de La Plata.
Nuestra opinión: bueno.
Dentro de la programación de la Comedia de la Provincia, en la sala Piazzolla del Teatro Argentino de La Plata, se está ofreciendo "La reina de la noche", de Thomas Bernhard, obra publicada como "El ignorante y el demente".
En la producción teatral de Bernhard, aunque a veces es difícil abarcar su visión dramática, se percibe una constante que actúa, literalmente, como el contexto en el que se instalan las acciones: el teatro.
De una u otra manera, se crea un paralelismo entre el teatro y el mundo, este último como una gran representación escénica. Es decir, como si fuera un enorme retablo en el que juegan sus vidas las marionetas manejadas por un desconocido titiritero o por fuerzas ocultas que manipulan el destino de los hombres.
"Como usted sabe, señora Vargo -dice el Doctor-, se trata de un teatro de marionetas, no son seres humanos los que actúan muñecos. Aquí todo se mueve de forma antinatural, lo que es la cosa más natural del mundo." También hay otra inquietud que Bernhard lleva a escena, y remite al saber científico. No es casualidad encontrar en sus personajes discursos médicos sobre el estudio del cuerpo humano. A pesar de su obsesión por variar, el autor muestra algunas líneas permanentes de narración: la enfermedad, la muerte, la vanidad artística, el conocimiento científico.
Todo esto está presente en "La reina de la noche".
Una cantante de ópera está angustiada porque su voz está perdiendo coloratura. Junto a ella, el padre, un hombre casi ciego y alcohólico, establece su vínculo afectivo con el reproche permanente de la ingratitud de su hija. Frente a ellos, un doctor, admirador de la ópera, que elabora su diálogo con extensas y reiteradas alusiones a la autopsia.
Es precisamente el Doctor, el demente de la obra, el que lleva la voz cantante y muestra al menos, aunque no siempre obtiene una respuesta, un supuesto diálogo coherente.
Estos seres se develan en un clima que se presume tendría que ser placentero y de éxtasis, como es el que se crea en los momentos posteriores a la interpretación de la ópera. En un constante devenir, no encuentran el punto de partida para empezar a ser felices y se muestran encerrados en su propia angustia.
Al observar la puesta de "La reina de la noche", en manos de Roberto Villanueva, no se puede menos que reconocer la interesante y precisa relación que existe entre las ideas del director y los textos de Bernhard.
La pieza tiene un ritmo ajustado, un tiempo preciso para las acciones y una extraordinaria marcación de actores, tal como lo demostró con "Almuerzo en la casa de Ludwig W." y "Minetti", también del autor austríaco.
De esta manera, el trabajo de Tina Serrano como la soprano es justo, sin desbordes, tal como se muestra Roberto Martínez en la composición del padre, a los que se suman Julia Romero y Joselo Bello.
En estas actuaciones se nota el trabajo del director con profesionales dúctiles y de importante trayectoria.
Sin embargo, el logro mayor está en Pepe Monje, no sólo por la composición del Doctor sino por la forma como encaró cada discurso, árido por sus contenidos científicos y de larga extensión, con naturalidad, agregando con la entonación un valor adicional que de por sí las palabras no tienen. Logró redondear un personaje consistente y pleno de significado.
Una propuesta interesante, coronada por la iluminación de Jorge Pastorino.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=39432
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