25 de marzo de 2000
"El jarrón de leche", interpretada por Silvia Estalles, Javier Cardini, Lucas Unanúa, Patricia Condron y Silvina Marcoval. Diseños de maquillaje: Leandro Romero. Música original: Marcela Monreal. Arreglos y pistas musicales: Tato Finocchi. Operación técnica: Miguel Martín. Libro, letra, coreografías y dirección general: Gastón Marioni. Espacio Teatral del Juglar, calle 59 entre 12 y 13.
Un matrimonio de granjeros, acosados por una larga sequía, deciden vender su último jarrón de leche recién ordeñada a cambio de diez monedas de plata, con las que podrán comprar una nueva granja en una zona más propicia. Al atardecer, la granjera parte rumbo al pueblo, cargando su preciado tesoro. Se ve que la pobre no tiene mucho mundo que digamos, lo cual se percibe por su absoluta ingenuidad y por su desconocimiento de la geografía del lugar.
De pronto, el sendero por el que camina se bifurca, y la lechera no sabe qué camino tomar para llegar a la aldea. Esa será la primera dificultad con la que se topará durante su periplo. Como salidos de la nada, unos pícaros gitanos tratan de engañarla para quedarse con el botín. Una vez sorteado este obstáculo, la campesina se interna en un bosquecillo donde la Bruja Rifusa, lejos de espantarla, termina haciéndose amiga del alma. La tercera tentación: un grupo de desprejuiciados mercaderes la seducen con cantos, bailes y chafalonías, y de no ser por la oportuna aparición de un duende solidario, la lechera habría vuelto con las manos vacías.
El formato de "El jarrón de leche" es de una comedia musical, muy al estilo Cibrián: plataformas y escaleras móviles, que los mismos actores desplazan para ir armando las distintas escenas; más canciones que diálogos; una compleja puesta de luces que ambienta y refuerza los climas de los sucesivos cuadros; un uso integral del espacio; coreografías variadas; actores y actrices que se multiplican en diferentes roles.
La puesta tiene ritmo y color, el nivel interpretativo es homogéneo y la música, los arreglos y las letras ilustran con acierto y sin estridencia la temática de la obra: más que una historia de "senderos que se bifurcan", el camino es sólo uno, y siempre habrá un amigo que te ayude a levantarte después de la caía, y te inspire a seguir adelante y a no perder de vista el objetivo que te has propuesto.
Párrafo aparte merece la apertura de un nuevo espacio cultural para la ciudad, inusual y auspiciosa osadía que implica apostar a los sueños contra viento y marea, jugarle una fichita a la utopía; intentar despegarse un poco de la acuciante realidad cotidiana para recuperar la capacidad del juego, del placer, del disfrute, del goce estético, del arte por el arte; en definitiva, alimentar ciertos valores espirituales que, aunque no coticen en Bolsa, nos iluminan la vida. Porque convengamos que no sólo de pan vive el hombre...
Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/20000325/espectaculos5.html
"El jarrón de leche", interpretada por Silvia Estalles, Javier Cardini, Lucas Unanúa, Patricia Condron y Silvina Marcoval. Diseños de maquillaje: Leandro Romero. Música original: Marcela Monreal. Arreglos y pistas musicales: Tato Finocchi. Operación técnica: Miguel Martín. Libro, letra, coreografías y dirección general: Gastón Marioni. Espacio Teatral del Juglar, calle 59 entre 12 y 13.
Un matrimonio de granjeros, acosados por una larga sequía, deciden vender su último jarrón de leche recién ordeñada a cambio de diez monedas de plata, con las que podrán comprar una nueva granja en una zona más propicia. Al atardecer, la granjera parte rumbo al pueblo, cargando su preciado tesoro. Se ve que la pobre no tiene mucho mundo que digamos, lo cual se percibe por su absoluta ingenuidad y por su desconocimiento de la geografía del lugar.
De pronto, el sendero por el que camina se bifurca, y la lechera no sabe qué camino tomar para llegar a la aldea. Esa será la primera dificultad con la que se topará durante su periplo. Como salidos de la nada, unos pícaros gitanos tratan de engañarla para quedarse con el botín. Una vez sorteado este obstáculo, la campesina se interna en un bosquecillo donde la Bruja Rifusa, lejos de espantarla, termina haciéndose amiga del alma. La tercera tentación: un grupo de desprejuiciados mercaderes la seducen con cantos, bailes y chafalonías, y de no ser por la oportuna aparición de un duende solidario, la lechera habría vuelto con las manos vacías.
El formato de "El jarrón de leche" es de una comedia musical, muy al estilo Cibrián: plataformas y escaleras móviles, que los mismos actores desplazan para ir armando las distintas escenas; más canciones que diálogos; una compleja puesta de luces que ambienta y refuerza los climas de los sucesivos cuadros; un uso integral del espacio; coreografías variadas; actores y actrices que se multiplican en diferentes roles.
La puesta tiene ritmo y color, el nivel interpretativo es homogéneo y la música, los arreglos y las letras ilustran con acierto y sin estridencia la temática de la obra: más que una historia de "senderos que se bifurcan", el camino es sólo uno, y siempre habrá un amigo que te ayude a levantarte después de la caía, y te inspire a seguir adelante y a no perder de vista el objetivo que te has propuesto.
Párrafo aparte merece la apertura de un nuevo espacio cultural para la ciudad, inusual y auspiciosa osadía que implica apostar a los sueños contra viento y marea, jugarle una fichita a la utopía; intentar despegarse un poco de la acuciante realidad cotidiana para recuperar la capacidad del juego, del placer, del disfrute, del goce estético, del arte por el arte; en definitiva, alimentar ciertos valores espirituales que, aunque no coticen en Bolsa, nos iluminan la vida. Porque convengamos que no sólo de pan vive el hombre...
Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/20000325/espectaculos5.html
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