UN RECORRIDO
Por Mariana del Mármol
Omar cuenta que llegó a La Plata desde Tres Arroyos en el año 1975 para estudiar arquitectura. Dice que en ese momento era muy difícil decir que uno quería estudiar teatro, porque no estaba legitimado como profesión y eso resultaba complejo para una familia que confiaba más en las profesiones tradicionales y que tenía que costear los estudios de uno de sus integrantes. Cuenta que lo que le entusiasmaba de la arquitectura tenía que ver con una búsqueda más social, ligada al acceso a la vivienda, y sin embargo ese enfoque se perdió por completo en la carrera a partir del golpe del 76.
Relata que un día, yendo para la Facultad por calle 51, encontró un cartel que decía “Escuela de Teatro de La Plata”, se metió a ver qué era y se inscribió. Y que luego de dos años de hacer convivir las dos carreras, se quedó con el teatro para siempre.
Se recuerda a sí mismo como un flacucho alto, caminando inseguro, que encontró en la Escuela de Teatro un lugar diferente, con unas formas de aproximarse a la realidad distintas a las que había conocido en otros espacios y con propuestas y herramientas que cambiaron sustancialmente el vínculo con su cuerpo. Recuerda especialmente a Isabel Etcheverry como una de las docentes que más influyeron en su trabajo posterior como actor, director y docente, permitiéndole descubrir el cuerpo como forma de comunicación y como puerta de acceso a un mundo expresivo, metafórico, y simbólico riquísimo.
Otro docente que lo marcó fue Yirair Mossian, quien lo introdujo en el apasionante mundo de Chéjov. Recuerda que en sus clases, Mossian los conectaba con Chéjov con las estaciones, con el paso y las particularidades de cada una de las estaciones. Con “esos personajes rusos que vivían el paso del invierno, el verano, de la primavera” y a partir de ahí les proponía todo un trabajo de la piel, que les llevó a descubrir un montón de potencias que les aproximaron a un mundo perceptivo distinto.
Pero no sólo sus docentes lo marcaron durante su formación, sino también sus pares. Entre ellos menciona especialmente a Nora Oneto, a quien Omar le propuso dirigirla en un unipersonal sobre Fuenteovejuna. Cuenta que ensayaron esta obra dos años seguidos cuatro horas por día en una piecita en la que corrían los muebles y que lograron todo un desarrollo expresivo del cuerpo. Eran los últimos tiempos de la dictadura y la obra contaba la historia de un pueblo que no estaba, que había desaparecido y que había que ir a buscarlo.
Habla de los 80 como una década muy interesante a nivel teatral. Marcada por la búsqueda de una expansión cultural y de una participación muy fuerte. Señala que en los 70 era tal la necesidad de denuncia que el teatro era “casi un panfleto político”, mientras que en los 80 aparece el desarrollo de un lenguaje propio, centrado en el trabajo del actor y con el cuerpo del actor. Una década dónde se contaron historias colectivas.
Además dice que fue la década en la que él “salió al ruedo”. Recuerda que viajaba mucho a la ciudad de Buenos Aires, donde participaba activamente de “la movida teatral” que allí se estaba gestando y donde compartió espacios con “las Gambas, con los Melli*, con Bartís, con todo un montón de gente que hacía teatro en ese momento y buscaba formas distintas de hacer teatro” y había una diversidad muy rica.
Dice que también fue un tiempo de muchos festivales internacionales de teatro en los que “todo se ponía en discusión: el teatro, el actor, todo”. Esos fueron grandes espacios de formación para Omar y lxs teatristas de su generación. Recuerda especialmente el Festival Latinoamericano de Teatro realizado en 1984 en Córdoba, en el que participó la Fura dels Baus. Y su participación en estos festivales internacionales, y en eventos que se realizaban en torno a los mismos, con obras como Tragedia de una familia guaranga y Fuenteovejuna.
Paralelamente, su búsqueda por potenciar los recursos expresivos de los cuerpos se siguió profundizando, tanto a partir de la lectura de teóricos como Kantor, Brecht, Le Boulch, Barba y Savarese como a partir de su formación en diferentes técnicas corporales.
Cuenta que a principios de los ‘90 se formó en Contact Improvisación con Alma Falkenberg, y que de los cinco años que estudió con ella dos estuvo gateando en el piso y descubriendo principios como la fuerza de gravedad, la localización del centro y la recuperación del peso.Todo este recorrido le dio un sello distintivo a su tarea como actor y como director, pero también a la labor docente que durante tres décadas desempeñó en su querida Escuela de Teatro en la que luego de graduarse fue ayudante, profesor, vicedirector y director.
En paralelo a su participación como público, actor y director de lo que le gustaba llamar el circuito teatral alternativo (“porque independientes no somos de nada”) y a su compromiso con la educación pública, Omar dejó también su huella en la historia de la producción cultural estatal con Tragedia de una familia guaranga, obra con la que se inauguró, a fines de los 80, la Sala B de la Comedia Municipal, localizada en el Pasaje Dardo Rocha de La Plata, y que marcó un antes y un después en la construcción de la poética teatral de nuestra ciudad. A la vez, participó en la creación y coordinación de dos importantes espacios culturales.
Entre los 80 y los 90 fue uno de los impulsores de La Rosa de Cobre, un espacio paradigmátio dentro de la historia teatral de la ciudad, que creó y coordinó junto a Víctor Galestok, Nora Oneto y Laura Valencia. Dos décadas más tarde, junto a Alejandro Santucci, quien fuera su alumno y se convertiría en su gran compañero, construyó y sostuvo Saverio Bar, un espacio localizado en el barrio Meridiano V que poseía una sala de teatro y un bar en el que se realizaban obras y otro tipo de espectáculos. Gran parte del relato que da forma a este recorrido surge de una conversación que tuvimos con Omar en ese espacio en 2013, entre el humo de sus cigarrillos y el olor a los cafés que iba preparando. Su participación en la escena teatral platense no se apagó nunca, siempre andaba haciendo teatro, viendo teatro, pensando teatro.
A inicios de este año participó del estreno de Entremedio, una película de factura platense en la que compartió elenco con queridxs colegas locales y que vió girar por el Cine Gaumont, varias salas platenses y espacios en distintos puntos de nuestro país.
Cuentan sus amigxs y su familia que con unxs y ortxs tenía proyectos y deseos, que seguro poco a poco se irán materializando, mostrando que su huella seguirá viva en el teatro de nuestra ciudad.
* Se refiere a las Gambas al ajillo, grupo humorístico formado por Alejandra Flechner, María José Gabin, Verónica Llinás y Laura Markert, y al dúo los melli, formado por Damian Dreizik y Carlos Belloso. Dos de las propuestas que emergieron del Parakultural, un centro artístico multidisciplinario que entre mediados de los ́80 y principios de los ́90 se convirtió en un icono de la cultura alternativa y el underground porteño.
Fuente: Año 6 Núm. 8_ El Anzuelo (2024)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario