ESPECTÁCULOS | HISTORIAS DE CINE
Federico Raúl Bongiorno filmó en su primera película el espacio que conoce de chico y en el cual trabaja: el Teatro donde trabajó y su padre y trabaja él. Allí tejió una ficción que ganó en el Festifreak
El Teatro Argentino es un laberinto en “La casa del minotauro”, primer largometraje de Federico Raúl Bongiorno donde los personajes son los propios trabajadores de ese espacio (interpretados por Omar Sánchez y Ana María Haramboure) filmado detrás de escena, entre talleres, escombros y recuerdos: una ficción entrelazada laberínticamente con lo documental, donde una cantante, Antonia, encarnada por una cantante (Paula Almerares), interpreta a una mujer que si canta, muere; un personaje de la ópera “Los cuentos de Hoffman”, a su vez un juego de referencias e intertextualidades que incluye ideas borgianas y un aliento trágico.
“El film aborda la naturaleza laberíntica de la memoria y encierra su relato ficcional en un teatro donde la realidad es contradictoria, por ser justamente una fábrica de ficciones”, dice Bongiorno, sobre la película que participó de la competencia de largometrajes del Festifreak y se llevó el Premio del Público.
Una película inclasificable, aunque, reconoce el cineasta en diálogo con EL DIA, atravesada por un sentimiento trágico. La película comenzó a filmarse en 2008, de manera intermitente, hasta montarse durante el confinamiento de COVID. En cada jornada de edición, cuenta el realizador, “me acompañaban estas preguntas: si filmamos dentro un teatro, que se puede entender como una fábrica de ficciones, ¿cuál es el límite entre ficción y documental?; ¿cómo mostrar a los personajes recorriendo su memoria?; en la memoria, ¿qué es recuerdo y qué es construcción?; ¿cómo trabajar la coherencia interna del relato en una propuesta que busca una disrupción en la continuidad temporal y espacial?”
Pero además de jugar con los límites y las formas, es una película profundamente personal, que nació en parte de conversaciones entre el director y Almerares, ambos hijos de artistas: Bongiorno, que ha producido audiovisuales escénicos para el Argentino es hijo de Raúl, reconocido escenógrafo y director teatral. “Durante mi infancia, gracias a haber acompañado a mi padre a su trabajo, pude conocer en detalle el funcionamiento de un teatro lírico”, cuenta Bongiorno. Y “en esas visitas al teatro coincidíamos con Paula: su madre fue la primera bailarina del teatro muchos años y su padre primer violín”.
Fueron esas coincidencias y charlas sobre “las problemáticas de las carreras artísticas y las presiones de las familias y del entorno en general” las que llevaron, cuando Almerares se disponía a interpretar a Antonia en una puesta de “Los cuentos de Hoffman” que tuvo lugar en el Argentino en 2008, a la creación del personaje que Almerares interpreta y protagoniza la película: una cantante que interpreta a la trágica Antonia, pero a la vez teme por su propia voz y su propia carrera. Las dificultades del artista codificadas en esa tragedia “se hacen mayores siendo mujer: luego tomarían más visibilidad con las luchas feministas”.
Por entonces, Bongiorno ya trabajaba filmando en el Argentino, y se había interesado en el proceso de edición por “cómo se mezclaban los tiempos y las palabras de los y las cantantes con la voz de sus personajes interpretados”. Así, en su película “incorporé ese interés por entretejer las obras ficcionales con quienes las construyen”. Y también se incorporó a sí mismo, a través de los trabajadores del Teatro Leticia y Pedro, encarnados por el fallecido Sánchez y Haramboure. “Los personajes son ficticios pero quizás me parezco en algunas cuestiones a ellos”, confiesa.
ENTREGADOS A SU DESTINO
Como el minotauro de “La casa de Asterión”, dice Bongiorno, “los dos personajes que a diario trabajan en ese teatro están entregados a su destino, entregados a ser parte de ese laberinto, a ser empleados: a poder recorrer a diario el mágico laberinto pero no a ser artistas”. Leticia cuida los trajes de los personajes del Teatro, pero de chica soñaba, junto a Laura (el personaje de Almerares) con una carrera artística que quedó truncada. Y sobre Pedro, que registra en VHS lo que ocurre, dice Bongiorno: “Yo también juego con las filmaciones como Pedro y también siento que me he quedado atrapado allí dentro desde hace más de 20 años”.
Hacer una película en el Argentino para un trabajador del teatro “Es quizás mi modo de sentir que logre mirar el laberinto desde arriba”, dice. “Pero todo en este film es ambiguo, así que quizás es solo por seguir atrapado dentro”.
Todo es ambiguo en ese laberinto que, desde los créditos iniciales de la película, es el Teatro Argentino, repleto de pasajes abandonados, escombros y zonas fantasmales: “El filme es también un proceso audiovisual de construcción de la memoria de un lugar, de sus procesos artísticos y de mi propia memoria. Amo, y al mismo tiempo, tengo miedo a ese lugar”, dice Bongiorno. Lo que filmó, entonces, ¿es ficción, es documental? “Los personajes son ficticios pero quizás me parezco en algunas cuestiones a ellos: yo también juego con las filmaciones como Pedro y también siento que me he quedado atrapado allí dentro desde hace más de 20 años. Esa cotidianidad de estar filmando allí dentro me benefició en que muchos trabajadores de allí nos ayudaron para poder concretar este proyecto”.
Fuente: EL DIA
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