Martes 07 | Mayo 2013
El enigma de Le Corbusier. Dos miradas sobre su vida y obra que se complementan en una búsqueda expresiva y estética. De la mano de Mallach y Aramburú, eso que no se puede decir, traducido a un espacio emblemático de la ciudad: la Casa Curuchet. El espacio indecible, una apuesta para recomendar.
Por Clarisa Fernández
Le Corbusier y la Casa Curutchet, emblemas platenses si los hay. Erigida en 53 entre 1 y 2, esa curvita casi escondida expone un símbolo cargado de historia y digno de ser pensado y re-pensado. Y así lo han hecho arquitectos de todo el mundo que visitan esta casa asiduamente, teniendo en cuenta que es la única obra del arquitecto y artista suizo en Latinoamérica. Y digo artista porque Le Corbusier no se limitó a pensar líneas que forman figuras, que a su vez forman casas; en su interés por la arquitectura confluían habilidades de pintor, diseñador, escritor y escultor, que exploró a lo largo de su vida y hoy son retomados en la obra de teatro El espacio indecible, dirigida por Nelson Mallach y Roxana Aramburú.
Ambos directores se conocieron en el año 2007 y sus caminos se cruzaron para no separarse: querían trabajar juntos. Ese deseo se concretó este año, cuando decidieron encarar un proyecto que cruce el teatro con la arquitectura en la ciudad de La Plata y pensaron en la Casa Curutchet como escenario ideal para la representación. La idea se transformó en realidad cuando Julio Santana y el Colegio de Arquitectos dieron el ok. Se inició así una ardua investigación sobre la vida y obra de este polifacético artista, buscando explorar sus rincones y misterios a través del teatro.
“Poner el ojo en la casa era hablar de alguna manera de nuestra ciudad, de lo que la ciudad no ve de sí misma, que es un conflicto muy platense”, comentó Nelson a La Culturosa. La Casa Curutchet abre sus puertas, luciendo orgullosa una fachada de hormigón blanco, ventanas gigantes, múltiples pisos de techos bajos, columnas y un árbol que la atraviesa impunemente. El espacio indecible va formándose en las pupilas de los espectadores que miran ansiosos para todos lados, como tratando de adivinar de qué se tratará la cosa. Apaguen sus celulares, señoras y señores, que empieza la función.
Primera parte. “Traducciones” teatrales de un pasado tumultuoso
La obra trabaja en dos sentidos: la primera parte es centrífuga (busca hacia “el afuera” de Le Corbusier) y la segunda es centrípeta (dirige la mirada hacia la vida del arquitecto). Las rampas dan la bienvenida hacia la primera parte de la obra llamada “Traducciones”, dirigida por Nelson Mallach, donde el horror de la guerra, las riquezas literarias que la evocan y el sufrimiento marcan a fuego al urbanista. María Ibarlín sube y baja una rampa que parece ser el campo de batalla; sus ojos se pierden en un universo sólo por ella vivido, donde los escombros la arrastraron a una muerte sin retorno, donde vio estallar a su perro en mil pedazos, donde su infancia quedó enterrada y escrita en las ruinas. Galestok se enfunda en trajes y es un filósofo, otrora el arquitecto, u otra víctima de la guerra que Le Corbusier vivió en carne propia y enfunda en los rincones de sus producciones urbanas. Allí, en ese entrecruzamiento entre la experiencia del horror, la maravilla de la creatividad humana y la pasión se sumerge Traducciones. Balzac y Proust aparecen como canales por medio de los cuales reconstruir ese mapa mudo que quedó de una civilización devastada por los tanques. La voz, la guitarra y el charango de Anne-Audrey Seguin, son el telón de fondo dulce, suave, etéreo y sutil que sostiene este drama. Elke impone su presencia y su voz, coronando un cuadro francés que se entremezcla con el reclamo de esa voz acallada de la servidumbre, que deambula por los sótanos oscuros de una casa donde las jerarquías sociales son protagonistas.
En la ciudad de La Plata, donde la casa Curutchet se erige como emblema de vanguardia y progreso, no se puede ocultar en los pliegues de tanta brillantez la idea de una planificación urbana liberal y funcional. Las palabras de los actores parecen vaticinar las inundaciones sufridas hace unas semanas, la tragedia del agua, el desborde, el caos y la avaricia desmedida de las construcciones monumentales que se reproducen en la ciudad de las diagonales. Para Mallach se trata de una síntesis de traducciones que buscan llegar al espíritu espacial y vivencial de un Le Corbusier atravesado por la historia, que como cuerpo y espíritu atraviesa la casa, que a la vez son líneas y planos.
Segunda parte. Un poema incompleto
“Busqué construir un imaginario sobre Le Corbusier en base a la mirada de terceros, de quienes real o ficcionalmente estuvieron próximos a él en distintos momentos de su vida”. Así explica Roxana Aramburú la idea de la segunda parte de la obra dirigida por ella: “El poema del ángulo recto”. Con un tono más intimista y cotidiano, la segunda parte se desarrolla en los pisos superiores de la casa, donde el espectador “convive” con Josephine Baker (Patricia Focaccia), la mítica y deslumbrante actriz estadounidense devenida francesa, quien susurra sensualmente las peripecias vividas con Le Corbusier en el Lutetia, barco que compartieron a fines de la década del `20.
La luz se apaga y se prende desde otro rincón de la casa. Ana María Haramboure interpreta a la secretaria de Le Corbusier. Como todavía está en periodo de prueba busca quedar bien con el arquitecto, afirmando sus afirmaciones, negando sus negaciones obsecuentemente. Le cuenta por teléfono al urbanista que pasaron por su oficina dos arquitectos argentinos muy interesados en su obra (Kurchan y Ferrari). Trata de conversar entre monosílabos e ideas trabadas con un interlocutor exigente que la evalúa. Mientras tanto, Julio Salerno recorre el espacio, mira las paredes, el techo, y le pregunta a los espectadores: ¿qué es lo que tiene de brillante este arquitecto? ¿A dónde van los muebles si acá no hay espacio para nada? La crítica a la distribución racionalista se encarna en este personaje que introduce la dimensión más afinada y a la vez rústica de los parlamentos, apelando al humor que desde algún lado del sentido común nos despierta esta “casa loca” de Le Corbusier.
Virginia Calabrese nos acerca un costado más humano y obsesivo de Le Corbusier. Con su delantal y trapo en mano interpreta una empleada doméstica de la casa que está fascinada y resentida con su patrón, a la vez que no lo entiende pero lo admira. Ella sabe los secretos de la casa y disfruta de tener el poder de ocultarlos y contarlos cuando quiera. Con un juego interesante de luces, Calabrese nos habla desde el piso superior, baja las escaleras y se maneja como pez en agua. Es la portadora de la cotidianidad del arquitecto, a quien le gustaba mucho nadar, aun siendo mayor. Y así, un 27 de agosto de 1965 se metió en las aguas del Mediterráneo y no salió más. Lo encontraron muerto unos pescadores. Tenía 78 años y un legado detrás que sería recogido en muchas partes del mundo.
Un espacio indecible en el teatro platense
¿Por qué El espacio indecible tuvo que agregar más y más funciones? ¿Es la magia de la enigmática Casa Curutchet la que atrae espectadores ávidos de ver esta función? Podría decirse que una conjunción de aciertos y habilidades hacen de esta obra un espectáculo más que recomendable. La fusión de intereses que se vislumbra detrás de los guiones y la corporalidad de los personajes la convierten en algo más que un racconto de dos miradas sobre Le Corbusier. Imprime un sello personal y consensuado de los dos directores, que, independientemente de concretar este proyecto, mantienen miradas particulares sobre el teatro y su conexión con “El espacio…”.
“Creo que estamos en un momento de reconocernos- apunta Mallach-. Entiendo que un campo teórico fuerte sobre nuestros artefactos le daría un empuje y un crecimiento necesario a la actividad teatral. Es increíble que coexistiendo con la Universidad, nuestra producción no haya generado ningún interés para la investigación”. Por su parte, Aramburú se interroga sobre Le Corbusier desde un costado menos académico, allí donde su emotividad la conecta con la obra: “Se me ocurre pensar en el desapego a las normas y a la formación académica. Escribo sin atarme a recetas, no escribo a la manera de nadie; sólo trato de ser honesta conmigo y con lo que como espectadora me gustaría ver”.
Ambos directores se complementan y coinciden en afirmar su satisfacción frente a la respuesta del público, que establece con la obra un vínculo desde un lugar muy personal y emotivo. El espacio indecible interpela como obra teatral por su propuesta original, atractiva y notablemente trabajada. La pasión y la intelectualidad puestas en juego y sintetizadas en un espacio donde se reconstruye y repiensa la obra de un artista que, además, planificó y construyó casas. Una de esas, la Curutchet, se transforma en esta ocasión en espacio de experimentación y preguntas, de búsqueda y expresión, con una autorreferencialidad marcada por preguntas donde los enigmas ensayan sus múltiples respuestas.
EQUIPO DE EL ESPACIO INDECIBLE
Elenco: Elke Aymonino, Víctor Galestok, María Ibarlín, Anne-Audrey Seguin, Virginia Calabrese, Patricia Focaccia, Ana María Haramboure y Julio Salerno. Participación especial: Morro Mercante.
- Vestuario: Analía Seghezza.
- Diseño Audiovisual: Benoit Desilly
- Iluminación: María Faiazzo, Federico Genovés, Mono Pérez
-Fotografía: Mario Retik
Próximas funciones: viernes 10/05 y sábados 11 y 18/05
RESERVAS: mariaibarlin@gmail.com / 15 463 1505
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