OFF, Apuntes del teatro platense
Diagonales / 12.11.2011 | El grupo Danzacción se sumerge en La Espesura una vez más para descubrir que se esconde en los intersticios de lo establecido en los cuentos infantiles
Desde afuera se percibe demasiado movimiento en la sala para estar a cinco minutos de que comience el primer solo de la segunda fecha del Encuentro de Solos de Teatro y Danza de La Plata Solos… juntos. En el escenario miembros de los cinco grupos que se presentan pasan de un lado al otro o se descuelgan de la cabina, la única que salta a la vista es la protagonista del primer trabajo, cambiada para la función, que prueba algunas cosas en el espacio. El dueño de la sala nos descubre entre la gente mientras observamos el tránsito sin animarnos a cruzar la sala para llegar a los camarines del otro lado de la habitación y nos conduce por un pasadizo imperceptible detrás de una pata negra a la derecha del escenario. Entre telones se abre un pasillo que nos arroja directamente a la sala de ensayo repleta de objetos.
En el piso en dos colchonetas azules las bailarinas hacen el trabajo de calentamiento, una de ellas resulta ser Juliana Alessandro la protagonista de la obra La Espesura que luego de saludarnos vuelve a lo que estaba haciendo. No queda mucho tiempo, una vez que se dé sala para la primera obra es necesario desocupar el lugar y trasladarse a los camarines, para que la luz no se filtre en el escenario. Desde la colchoneta Juliana le pregunta a un chico que pasa rumbo al escenario si la vio a Fernanda, la directora de la obra. “Creo que está adelante”, contesta mientras se pierde detrás de un telón negro. Ante la sola idea de volver a cruzar la sala, decidimos esperarla en la trastienda.
Durante veinte minutos, Juliana repasa fragmentos del texto (algo sobre unos patitos y una mamá pata) mientras arma formas extrañas con su cuerpo. Al lado Leo, uno de los actores que hará un número en el foyer antes de La Espesura, infla un globo rojo con elio. Cuando termina su tarea mira alrededor y dice “ya terminé, lo mío es muy sencillo”. Las chicas desde la colchoneta se ríen.
A penas sale del cuadro, aparece la directora con su panza acuesta acompañada de la otra Fer en busca de una mesa blanca para el proyector entre las cosas apiladas. Cuando mencione durante la entrevista la cantidad de cosas que sucedieron en el transcurso de los dos años entre la última función y la presente, esta imagen es la primera que se vendrá a la cabeza. El trabajo que dio funciones en el 2008 vuelve en esta oportunidad según Fernanda “por casualidad. Todo surgió porque yo estaba en la organización del festival de solos, no porque tuviera uno, sino porque es un formato que se está dando en el teatro y la danza con más frecuencia pero todos sueltos, dispersos. Me parecía interesante pensar en armar algo para juntarnos y cuando finalmente comenzamos a organizarlos todos me dijeron ‘por supuesto que vas a dar La Espesura, ¿no?’. A mí ni siquiera se me había ocurrido y la experiencia de recordar el material estuvo buenísima porque además de qué se trata te hace pensar en la cantidad de cosas que suceden en dos años. En esta oportunidad convive el recuerdo de lo que fue con lo que sucede en tiempo presente”.
De adelante mandan a avisar que están por dar sala, el equipo de La Espesura (las Alessandro y Fernanda Dellapiane) se mete en el camarín donde los recibe una remera roja que cuelga de una percha. Fernanda se tira en el piso para repasa con la plancha la pollera. Sin reparo le tira apresto, “más despacio que en la sala se escucha todo” le dice la otra Fer antes que deliberadamente suelten las carcajadas. Juliana aprovecha para desaparecer rumbo al baño y terminar de cambiarse.
Cuando vuelve comienza las hermanas ponen sillas frente al espejo y las giran hasta quedar una enfrente de la otra. “Ponete bien cómoda Juliana así no tenemos que cortar”, le dice Fernanda mientras moja la esponja en el pancake. “No me maquilles mucho que después traspiro y se termina saliendo todo”. Mientras comienza a desparramar la base sobre la piel, Fernanda nos mira y dice: “les juro que es siempre así. Una lucha con el tema del maquillaje”. Juliana se ríe del comentario de su directora y hermana pero al momento de cerrar los ojos le advierte “acordate que es La espesura, no la revista de Moria”.
No es la primera vez que las hermanas trabajan juntas pero lo que en el imaginario popular lleva a pensar que podría ser trabajoso para Fernanda es una ventaja “nos conocemos de toda la vida, somos hermanas y lo bueno de crear juntas es que tenemos un entendimiento que supera el trabajo en sí mismo. Al ser mi hermana hay cosas que puedo decir sin miedo a que suene muy crudo, no tengo que tener cuidado y eso al trabajo le viene bien. Con otros grupos te lleva mucho tiempo de construcción. Juliana es muy responsable y obsesiva a la hora de trabajar, muy intensa. Por momentos es raro porque soy la directora y muchas veces digo ‘bueno, esto es más o menos así’. Y ella me dice: ‘no, fijémonos bien cómo es’. Pero por otro lado es un lujo trabajar con una intérprete con ese nivel de entrega”.
Desde la sala llega la voz de la actriz que canta sobre una canción, Fernanda le pinta la boca a Juliana de rojo furioso mientras suena a todo volumen en el teatro Careless whisper. “Basta” le dice Juliana a su hermana “es mucho”. Fin de la escena.
Había una vez
Llegan los aplausos del final desde el escenario y la actriz que acaba de terminar su función reparte besos al equipo de La Espesura como un entrenador que palmea la espalda de sus jugadores. Todavía hay que acomodar las luces, probar la pantalla y hacer una pasada de repaso con la música. Las chicas toman sus posiciones y al mismo tiempo prueban las luces mientras en el escenario Juliana salta bañada por las imágenes del video. Fernanda Dellapiane acomoda el proyector que a último momento se revela, algo en la configuración se modificó del ensayo de la mañana hasta ahora. La directora le dice “tomate el tiempo que necesites para acomodarlo porque es vital que cubra hasta la mitad del escenario”. Afuera la gente se agolpa en el foyer, se escuchan risas y voces.
Alessandro, Fernanda, sabe que el video es fundamental, no una parte accesoria o complementaria de la obra. “Siempre pensamos que debía haber una fusión entre el video y la danza por más que el video pueda funcionar de forma independiente. La idea en un principio era ir al bosque y filmar en la espesura, de ahí el título. Teníamos una pauta de cosas que queríamos hacer desde lo físico que surgía del material que había probado previamente yo y luego le pase a mi hermana. Pero cuando llegamos vimos esos panaderos y nos volvimos locas. Nos gustaron tanto que los incluimos en el video y terminaron siendo una parte importante. En ese sentido no somos prejuiciosas con el gusto y si algo nos llega desde ahí nos lo permitimos, no le buscamos la razón lógica a todo”.
De pronto, la imagen del video se ensancha y cubre toda la sala. “¿Qué era?”, pregunta la directora. “Un botón”, dice la otra Fer. Fernanda Alessandro afirma con tono misterioso “es así, siempre es un botón”. Ambas se ríen y se preparan en sus puestos, Juliana ya está detrás del telón. El escenario queda vacío salvo por un juego de té blanco en miniatura.
[Ficha técnica]
Habitan en la espesura
Bailarina: Juliana Alessandro
Video y Fotografía: Fernanda Dellepiane
Diseño e iluminación: Leo Martínez
Maquillaje y vestuario: Las Alessandro
La costurerita que dio el mal paso
Sería sencillo decir que La espesura es una versión trash del cuento de Caperucita Roja. Incluso se podrían enumerar los elementos de la obra que justificarían tal afirmación: el vestuario de la protagonista, la premura en el camino que recorre y por el que corre, la invocación del lobo. Sin embargo la sensación es que esta definición, aunque sea pertinente, queda chica. Porque la historia desde la que se parte es una excusa para conducir al espectador al medio del bosque y soltarle la mano. Es en definitiva, puro cuento.
Sería sencillo decir que La espesura es una versión trash del cuento de Caperucita Roja. Incluso se podrían enumerar los elementos de la obra que justificarían tal afirmación: el vestuario de la protagonista, la premura en el camino que recorre y por el que corre, la invocación del lobo. Sin embargo la sensación es que esta definición, aunque sea pertinente, queda chica. Porque la historia desde la que se parte es una excusa para conducir al espectador al medio del bosque y soltarle la mano. Es en definitiva, puro cuento.
En el comienzo de la obra, desde la oscuridad la protagonista ilumina con una linterna de esas que se utilizan para narrar historias de terror en los fogones de campamento. Pero no es su cara la que elige descubrir con la luz, sino partes de su cuerpo apenas reconocibles. Más que señalar el movimiento de la luz la convierte en algo que la habita. El cuerpo de esta mujer es como una compuerta donde se agolpan todas las historias y se encierra la posibilidad de ser contadas. De todas esas niñas sometidas a duras pruebas en su proceso de maduración (Alicia, Caperucita, Cenicienta, Dorothy, entre otras) está conformada esta mujer. Entonces que el escenario esté vacío, salvo por un juego diminuto de té y unas zapatillas rojas, poco importa porque es en el cuerpo de la bailarina donde se inscribe la historia.
Desde el piso, todavía sin dejarse ver del todo, la protagonista cita las palabras de John Berger en Una vez en Europa y suena extraño, atemporal, como esas moralejas que en las Colecciones de Cuentos Infantiles el editor separa del texto e indica con cursiva. En La espesura el comienzo podría ser el final pero uno no lo entiende hasta que transita toda la historia y sin embargo, la escena inicial provoca una fascinación propia de la concepción en este caso del cuento.
Una vez en el juego la protagonista asume las reglas pero luchará por no terminar sometida a la convención del cuento infantil. Tanto en la historia de la mamá pata, la de caperucita y su encuentro cercano con lobo, en todas ellas aparece el personaje pero también y al mismo tiempo la mujer que creció bajo esa fábula que desborda y se hace presente en la afeitada, en el contoneo de hombros en la canción, en el reposo en el final de la historia.
El video es el escenario donde se desenvuelve una historia, el trip de caperucita que corre en un bosque lleno de panaderos, de cielo celeste, tan hermoso que si uno no supiera que es un video diría que sólo puede existir en los cuentos. En algunos momentos es más claro que esa la del video es la del escenario y en otras está en la mirada sobre esa espesura en la que está inmersa y de la que sin duda saldrá airosa. Porque en eso sí han evolucionado los cuentos infantiles, lo finales serán felices para justificar tanta crueldad. Pero esa persona adulta y fuerte en apariencia puede abrirse como el cáliz de la amapola por la fuerza de la necesidad “de este rojo de hacerse visible y de ser visto”. Por suerte había una vez y miles más.
Fuente: http://www.elargentino.com/nota-166441-La-Espesura.html
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