domingo, 31 de enero de 2010

Leopoldo Brizuela. Esa cadencia en las letras

año 1 Nº 2 • Verano de 2010

…todo el tiempo estoy buscando una escritura en la que sienta
que no soy simplemente un espectador de lo que está pasando,
una escritura, cómo decirte, que me escriba a mi.


Por Paola Boccalari

Leopoldo Brizuela, escritor platense. Se desempeña además como traductor. Recibe amablemente a Posdatas luego de su viaje por Alemania, en razón de haber sido invitado a la feria del libro de Fráncfort, un evento muy importante desde el punto de vista editorial, con la particularidad de que este año Argentina fue “país invitado de honor”. La charla atravesó otros senderos: se sumergió en el muy adentro de “Lisboa: un melodrama”, su última novela, publicada recientemente. Desde lo profundo incursionó en las implicancias propias de la escritura de la novela, y de su publicación. Reflexiones que, a sabiendas de las diferencias, recuerdan una frase del poeta rumano Paul Celan el poeta vuelve a quedar expulsado de su complicidad primigenia en cuanto el poema está realmente ahí. Leopoldo Brizuela, también desde esa cadencia musical en las letras.

Hay un momento pasional en tu escritura, a partir del cual armás el esqueleto de la novela. ¿Qué pasiones te bordearon en Lisboa: un melodrama, tu última novela?

Siempre tengo dificultad para responder cosas así. Porque todo relato escrito parte de una serie de impresiones, recuerdos, imágenes, lecturas que poco a poco se van confabulando y en algún momento se reúnen en una novela. Pero nunca había pensado de qué pasión salió Lisboa, muy interesante la pregunta. En realidad, creo que salio de una desesperación por salir del bloqueo, por poder hablar de una vez. Justamente una de las cosas que la novela aborda es el bloqueo de un artista. Ese momento en que uno tiene algo para decir pero no tiene las palabras para poder decirlo, eso puede ser muy angustiante. En mi caso el bloqueo nunca es esterilidad, como generalmente se lo entiende. Nunca pasa que no tenga nada para contar, sino que no encuentro las herramientas, el lenguaje para decirlo. Lo que domina en Lisboa es la desesperación por poder hablar, por poner palabras a eso que está informe dentro de uno. Muchos de los personajes son artistas que se plantean como van a seguir un camino, si ya han llegado al límite de lo que podían decir, o han usado todas las herramientas que disponían. Qué pasa cuando uno usa todas las herramientas de un lenguaje y así todo no alcanza para decir lo que uno quiere.
Una desesperación, digamos, de atascadero, que tiene que ver con la noción del propio destino, porque los personajes se conciben a si mismos, y yo mismo me concibo así, como artista antes que ninguna otra cosa. Soy porque escribo, soy mientras escriba. Entonces no poder escribir puede ser muy desesperante para bien o para mal. Como sea, esa pasión primera, digamos, es sólo una; a medida que vas escribiendo te das cuenta que hay muchas otras preocupaciones.

¿Cuáles son las lecturas que se fueron reuniendo en la novela?

Las lecturas, que en realidad en gran parte han sido escuchas: de la música popular, de los relatos de mis padres y de gente que conocí, sobre vida y leyenda de sus artistas amados… Inglaterra era una novela sobre el teatro popular, y ésta es una novela sobre la canción popular. Yo mismo escuché desde chico mucho tango, y desde la juventud, mucho fado. Personajes y atmósferas de la novela están dictados por el pathos de esas canciones, que por lo demás, forjó la sensibilidad de mis padres, su “educación sentimental”. Además, claro, me auxiliaron otros géneros que también emplean el melodrama, como el cine de los años 40, la novela popular, etc. En cuanto a la alta literatura, estuve influido Graham Greene, y P D James, que hacen de la novela de suspenso, siempre, una novela moral; y por Sándor Márai, un escritor húngaro que me encanta, hay un monologo en el corazón de la novela que le debe mucho a él.

Retomando, vos dijiste que el bloqueo no es esterilidad en tu caso, ¿se trataba de bloqueos en relación a lo que no venias escribiendo?

Eso es muy interesante. Porque yo no soy una persona que tenga el famoso miedo de la página en blanco. Todo el tiempo estoy escribiendo. La diferencia es a veces puedo estar escribiendo superficialmente, por deber o por pura responsabilidad, o de un modo más profundo, más pleno. Y mi miedo es no poder alcanzar esa profundidad, quedarme en la superficie… Todo el tiempo estoy buscando una escritura en la que sienta que no soy simplemente un espectador de lo que está pasando, una escritura, cómo decirte, que me escriba a mi. La escritura que es más que uno mismo, que es una permite que llegue la palabra… Por eso digo que el bloqueo en mi caso no es esterilidad, sino esa incapacidad de sintonizar con algo mucho más allá de uno… Una cantante de tangos amiga me decía que está harta de cantar determinado tango, creo que Volver, pero que tiene que cantarlo porque se lo piden. Yo me sentía muy cerca de lo que le pasa. Me decía que está harta porque, cuando lo canta, sólo puede repetirse, nunca generar algo nuevo con ese tango; y los dos acordamos la sensación de estar repitiéndose mata de inmediato el placer. Y si ya cantar sin placer, me dice mi amiga, es una deshonestidad… ‘imagínate lo que sentís cuando abrís los ojos y hay un viejito en la primera fila que, así y todo, llora emocionado, y te quiere… ¡Sentís que sos la peor estafadora de la historia!

Otra de tus pasiones es la música.

Si, totalmente. Esa fue mi primera pasión, antes que la literatura, duró menos tiempo pero siempre estuvo eso de escuchar música y de hacerla. Creo que mis novelas son muy musicales no sólo por el tema y el tono, que suelen venir de géneros musicales, sino por la manera de concebir la frase, como una “masa sonora”, y aun la estructura de la novela, la sucesión de los capítulos que es casi como un recital de canciones, en las que deliberadamente voy alternando. Yo canto mucho, en público canté bastante tiempo, y en esta novela particularmente está reflejada esa vivencia física del canto. Esa experiencia corporal de todo lo que se cruza en alguien que canta la música de su pueblo.

Has dicho que una novela no sirve para transformar el mundo sino para transformarse uno mismo. ¿Cuál fue tu transformación a partir de la escritura de Lisboa: un melodrama?

Me hizo muy bien escribirla. Zonas mías que estaban totalmente trabadas, escondidas al punto de que llegué a creerlas muertas y perdidas, busqué sacarlas a luz con la escritura. Por eso, en esta etapa, para mí lo más interesante es como uno escribe para ser otro, y ya no es el mismo que empezó a escribir la novela. Por eso, cuando te hacen preguntas acerca de tu novela ya escrita, no sabes como contestar, porque en realidad ya no sos el mismo que empezó a escribirla. Si tuvieras que volver a escribirla la harías de una manera distinta. Siempre es así, aunque a veces se lo olvide. Siempre se siente que uno está más cerca de decir lo esencial, pero nunca sentís que lo has dicho, sino no escribirías más, eso aun no dicho, aunque se lo sospeche indecible, no es una frustración, sino un aliciente, como un cebo. En lo que escribo se nota mucho. Siento que cada novela es el borrador de una que viene después, aunque sean muy distintas, cada novela dice en borrador lo que después la siguiente va a decir de una manera más satisfactoria, más profunda. Con la que estoy escribiendo ahora también me pasa.

¿Qué estás escribiendo ahora?

Es una novela estrictamente autobiográfica. Acerca del recuerdo, de cómo uno va reconstruyendo un recuerdo, cómo pequeños datos van reviviendo, enriqueciendo y hasta alterando la concepción de lo que pasó, de modo que cambia el pasado. Surgió de una frase que un escritor ecuatoriano me dijo al pasar, atribuyéndosela a Roberto Bolaño: la escritura verdadera es aquella que cuenta lo que no o le contarías ni al psicoanalista. Ese recuerdo que trata la novela es uno que jamás me animé a contar a nadie.

Fuiste invitado a la feria internacional del libro en Fráncfort, Alemania, en la cual la Argentina fue país invitado de honor. ¿Nos comentás acerca de esta experiencia?

A mi me invitó la editorial alemana que publicó Lisboa. Teniendo en cuenta ese lanzamiento, que fue verdaderamente muy impresionante, el gobierno se decidió a invitarme a último momento, sin pagarme el pasaje. Pese a todos los malos pronósticos, la Argentina hizo un gran papel. A mí me enorgulleció particularmente que abriera el evento una persona de la dignidad y la trayectoria de Griselda Gambaro. En lo personal, como soy un solitario, lo que más disfrute fue la confraternidad con otros escritores, los desayunos larguísimos, pasando de mesa en mesa, con las ganas de que no terminaran nunca. No saber alemán fue particularmente limitante respecto del lugar: hice una presentación en Berlín, pero pude conocer muy poco. Luego de Alemania me fui a España, fue una experiencia muy movilizante, porque me acogieron en el Colegio Mayor Argentino, donde yo viví mucho, veinticinco años atrás; volver a estar en los mismos lugares, presentar Lisboa en una librería del barrio y en la editorial que te parecía entonces la más importante, Alianza, tan importante como para creer que nunca publicarías allí…

¿Qué implica la escritura para vos?

La escritura no es nada más un hábito, pero un hábito, digamos, de vida o muerte; como decía Doris Lessing soy un animal que escribe. Es una manera de entender el mundo sin la cual perecerías por confusión, es la posibilidad de conservar un espacio, para no sucumbir a la alienación, a la locura de los otros. La escritura es el dialogo del yo con el yo, no con el otro; sobre todo ahora que es tan difícil preservarse de los acosos electrónicos cotidianos. Tengo claro que la escritura no es una manera de llegar a los demás, o en todo caso eso no me importa. La escritura fue un modo de llegar a mí, encontrar un camino distinto del mundo.

Pero cuando se publica ya no implica ese diálogo de yo a yo.

Es cierto, pero es otro momento muy distinto, y me parece peligrosísimo que se los equipare, que se los crean uno y el mismo. La elección de la escritura por sobre la música tuvo que ver con eso. Lo que me seduce de la escritura es que puede ser creada sin la otra persona adelante. Cuando el piano hay una presencia muy fuerte del otro que te escucha. Cuando escribís hay un “lector”, pero es simplemente una instancia de la propia obra, no una persona concreta, por lo menos es lo que yo trato de hacer.
Por eso con los lectores tengo una relación muy llena de sentimientos encontrados. Siento que publicar es someterse a una gran exposición cuyos efectos no manejo, y el lector es alguien que sabe de mí cosas que puede usar en mi contra, cosas que ni yo mismo sé, cosas como armas. Creo que el momento de la publicación es algo que concierne al libro y al lector; que el autor debe, prudentemente, retirarse.

Fuente: http://www.posdatas.com.ar/brizuela.html

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