viernes, 14 de noviembre de 2008

Stravinski y una historia inolvidable

Músicos y bailarines sobresalientes, en la puesta y versión que Suárez Marzal montó en La Plata

Una puesta perfecta para conmemorar los 90 años de una obra en la que se destacó la calidad de los intérpretes

Viernes 14 de noviembre de 2008 | Publicado en edición impresa LA NACION

Historia del soldado. De Igor Stravinsky, con texto de Charles Ramuz, en conmemoración del 90° aniversario de su estreno. Por el Grupo Encuentros. Dirección artística: Alicia Terzian. Con Sergio Polizzi (violín), Oscar Carnero (contrabajo), Eduardo Ihidoype (clarinete), Daniel La Rocca (fagot), Fernando Ciancio (corneta a pistón), Pablo Fenoglio (trombón) y Arauco Yepes (percusión), con dirección musical de Jorge Carciofolo. Puesta en escena y versión rítmica en castellano: Daniel Suárez Marzal. Vestuario: Renata Schussheim. Coreografía: Omar Saravia. iluminación: Gabriel Lorenti. En la Sala Astor Piazzolla del Teatro Argentino de La Plata.
Nuestra opinión: excelente

Pocos homenajes al genio de la Consagración de la primavera podrán ser más singulares que éste, llevado a cabo en La Plata, justa celebración de una obra estrenada hace 90 años en Lausana, Suiza, posterior a aquella obra magna. Singularidad de un recuerdo y singularidad de una obra calificada de "ballet recitado", situada en un plano distinto de aquélla (estrenada en París en 1913) y perteneciente a una etapa experimental posterior, más cercana a la poética musical objetivista, con una formulación austera: seis instrumentos y percusión, dando prioridad al elemento narrativo, asumido de viva voz con pausas y tonos apropiados, por Suárez Marzal, responsable asimismo de la puesta. Historia del soldado es un texto clave; señala un giro en la evolución stravinskiana, tanto por la simplificación rítmica cuanto por lo heterogéneo de las elecciones estilísticas.

Ramuz y Stravinski deciden aquí ser pragmáticos. Se trataba -eran tiempos de posguerra- de atraer al público de aldeas y pueblos con una historia ingenua, extraída de cuentos populares y, como tal, enraizada en el alma rusa, ideal para teatros ambulantes. Una marcha para el soldado -muy bien interpretado por Gabriel Rosas-, con toques de trompeta intercalados; otro aire marcial, inspirado en el pasodoble español; un vals vienés y un tango argentino, así como un ragtime constituyen, básicamente, la propuesta de una partitura ardua, ciertamente exigente en cuanto a precisión y carácter, que en esta oportunidad contó con músicos locales de primer orden, comenzando con la parte del violín admirablemente asumida por Sergio Polizzi. Los restantes instrumentistas no le fueron en zaga, con riguroso ajuste rítmico y rápidos reflejos a los conceptos musicales claros, emanados de la batuta de Jorge Carciofolo, algo pocas veces registrado en otras versiones de la obra en nuestro medio.

Sincronizados

Fue perfecta la sincronización con la escena, así como la línea seguida por la bailarina Dolores Fernández (La Princesa) y el desempeño de Sebastiano De Filippi (El Diablo), de claro timbre abaritonado, cuya caracterización respondió muy bien a esta fábula con reminiscencias del mito fáustico y también emblema del pesimismo metafísico de Stravinski, en cuanto a que el hombre no sería más que una marioneta, fácil presa del destino.

Héctor Coda

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1069707

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