domingo, 30 de noviembre de 2008

Centro Cultural “Estación Provincial”

LA PULSEADA - NÚMERO 65 - NOVIEMBRE 2008

El despertar del adoquín

Dos generaciones bien marcadas se reunieron hace 10 años para motorizar lo que hoy es uno de los centros culturales emblemáticos de La Plata, ligado a un histórico barrio que vuelve a cobrar cada vez más vida por iniciativa de sus vecinos. Dos generaciones bien marcadas que se reunieron con La Pulseada a modo de balance de una década en la que pasó de todo.

Por Laureano Debat

A todos los une el tren, el barrio, las historias, las familias y todos esos componentes que logran una conceptual pertenencia comunitaria. Beatriz Belo es hija y nieta de ferroviarios, y vecina del lugar durante sus 72 años.Abel Gutiérrez (67) llegó de Alberti, en el interior bonaerense, y la primera casa que alquiló es la misma en la que vive actualmente, porque terminó comprándola y decidiendo que Meridiano V sería su barrio de por vida. La madre de Rodrigo Fuente (31) vivió casi toda su vida acá y muchos de sus familiares fueron ferroviarios del tren provincial. Juan Montiel (33) está desde 1995, procedente de Bavio, en donde mamó otra lucha intensa por la vuelta del tren.

Muchas de las cosas que ninguno de ellos se imaginó hace 10 años, cuando un grupo de vecinos abrió las primeras puertas de la estación abandonada, se están vislumbrando ahora, hace ya un tiempo, sobre todo a partir del cada vez más consolidado circuito cultural de bares y espacios que confluyen para sacar definitivamente al barrio de la ignota existencia que fue obligado a padecer por el cierre de su ferrocarril. Cosas que están también gracias a la disciplina y la constancia organizada del trabajo de un grupo con una heterogeneidad única dentro de un centro cultural: muchas generaciones juntas trabajando para que en un mismo sitio, por ejemplo, toquen bandas de rock y Beatriz puede enseñar manualidades para la tercera edad.

Meridiano V es un barrio como tantos, sólo que con las particularidades del fantasma del tren que resucita en cada conversación de livings y de bares, una antológica espera por su vuelta, una esperanza jamás resignada de nuevos chirridos contra los durmientes. Meridiano V es hoy un rincón de La Plata donde cada vez más empresarios deciden invertir, un sitio que genera que los clasificados inmobiliarios aclaren en sus ofertas de casas antiguas de la zona que son “ideales para bares o restaurantes”. Meridiano V nuclea, en pleno corazón de su trazado, entre históricos adoquines y dentro de un edificio monumental, a vecinos entusiastas que diariamente se ponen al hombro la tarea de devolverle su esplendor. Meridiano V empezó hace diez años, probablemente sin saberlo, a escribir una nueva etapa en su historia a fuerza de mucho trabajo y sacrificio.

-¿Cómo empezó todo?

Beatriz: -Por amor al barrio y a la estación. Primero con Abel, en una asociación vecinal que estuvo hasta el año ´96. Después del ´98 nos juntamos algunos integrantes de ese grupo original para empezar a formar un centro cultural. La promotora de todo esto fue Lidia Sampayo, hoy fallecida. Todo el barrio quería ver otra vez las ventanas abiertas. Entonces empezamos con dos salas abajo, pero sufrimos desalojos varios, hasta que en una jugada de los chicos conseguimos el lugar allá arriba. Después de 10 años ha cambiado mucho, sobre todo desde que se nos unieron los jóvenes.

-¿Qué pasó con el barrio en el momento en que dejó de pasar el ferrocarril?

Beatriz: -La primera muestra de la decadencia fue cuando empezaron a cerrar los negocios. Acá había de todo… En el tren nocturno venían muchos comisionistas. Estaba el almacén de Ramos Generales, donde ahora está Ciudad Vieja, que tenía de todo. Y donde está el bar Edgardo estaba la ferretería del mismo almacén. Buscabas una cama, un clavo o lo que quisieras y lo tenían. La gente del campo tenía libreta y pagaban cuando cobraban la cosecha. Había herrerías, tiendas, zapaterías…

-¿Qué imágenes te quedaron grabadas del momento de actividad plena de la estación, con el ferrocarril funcionando?

Beatriz: -Muchas. Todo esto lleno de vagones, los trenes colmados de pasajeros, las unidades de descarga que venían con cereales, el desembarcadero de 22 donde bajaban hacienda, los vagones repletos de trigo y avena, el nocturno que iba a Mirapampa en donde termina el tramo del Meridiano V. El tren salía de Avellaneda y la fiesta para las chicas de aquel entonces era dar la vuelta al perro por acá y venir a ver a los muchachos, sobre todo al ferroviario porque era muy codiciado en aquel momento. Cuando llegaba un muchacho nuevo, no sabés las chicas como se ponían.

-¿Cómo hicieron para mantener esta rica heterogeneidad que compone el centro cultural?

Juan: -Para nosotros siempre fue fundamental que haya un momento de conexión y de interés hacia el otro.
Rodrigo: -Fue una época complicada porque recién nos estábamos conociendo con el grupo original y había peleas todo el tiempo. Eran propuestas totalmente distintas; nosotros vinimos a hincharles las pelotas, digamos.
Abel: -Acá éramos cuatro nada más y la entrada de los jóvenes nos dio una fortaleza impresionante. Nuestros proyectos eran mucho más tranquilos que los de ellos, claro, pero nos fuimos acoplando y tomando conciencia de que teníamos que trabajar juntos porque queremos que el centro siga. Y los viejos tenemos una vida acotada, así que ellos lo tienen que seguir sí o sí.
Beatriz: -Igual siempre necesitan un tironcito de oreja.

-¿Por qué decidiste militar acá, Juan?

Juan: -Porque este lugar tiene un raro magnetismo; yo lo siento así y muchas otras personas me han dicho que les pasa lo mismo. No tiene que ver con un espíritu ni con una cosa mística o delirante. Pero hay una especie de energía que genera que se te haga muy difícil separarte del lugar. Y eso es lo que nos pasa a todos.

-¿Cómo te fuiste apropiando del barrio, Abel?

Abel: -Cuando me decidí a vivir en la zona de 71 y 17 todos me decían que era una locura. Decir que ibas a vivir en esta zona en aquel momento era como decir que te ibas a vivir al campo. Pero me casé y mis chicos empezaron a crecer y a jugar en este barrio, y ahí empecé a sentirlo cada vez más mío. Y con este trabajo del centro cultural fue más mío de lo que jamás había pensado.
Rodrigo: -A esta zona yo no venía ni de casualidad. Era otro mundo. Para mí La Plata terminaba en calle 66, como mucho.
Juan: -Este lugar quedaba para atrás del imaginario que uno tenía de la ciudad y recién ahora estamos logrando que otra gente que no es la del barrio venga hasta Meridiano V, sobre todo los domingos. Y esto sucede hace 2 años, es todavía muy reciente. Nos costó mucho hacer una cosa tan regular con actividades todo el tiempo, todos los días y a toda hora. Y todos los centros que laburamos acá con la cuestión cultural nos pusimos la camiseta del barrio y nos apropiamos de él para verlo cada vez mejor, entendiendo que es de todos y que había que trabajar en conjunto: los bares, el grupo de teatro aéreo Séptido, el Galpón de Encomiendas. Fue un trabajo de mucho tiempo y de mucha gente.

-¿Cómo manejan su relación con la Municipalidad de La Plata?

Juan: -Se unió la parte institucional con el poder que tienen los vecinos. Entonces, se hizo un acuerdo de colaboración cuidando que el Estado no se coma la estructura del centro cultural ni el trabajo de toda la gente que fue la que levantó el barrio. Hay que tener en claro, también, que el Estado somos nosotros. Y la estación es patrimonio del Estado, por lo tanto es nuestra. Y si vos tenés a un grupo de vecinos que han dado todo por recuperar el lugar no te queda otra que apoyarlos. Porque está más que claro que la gente que está todos los días tiene más legitimidad que un gerente de Ferrobaires en Buenos Aires que no tiene ni idea de lo que es el lugar.

-¿Qué representó para ustedes, como jóvenes, estar al frente de un lugar como éste?

Rodrigo: -Para nosotros el centro fue como una especie de lugar de salvación. Éramos jóvenes sin una ocupación fija… No hacíamos mucho más que estudiar. Y esto nos llenó ese espacio vacío. Tuve la suerte de poder dedicarme dos años enteros exclusivamente al centro cultural porque mis viejos me bancaban el estudio y el trabajo voluntario. Y además de todo esto, acá conocí a mi señora y a la que hoy es madre de mi hija.
Juan: -Toda nuestra generación pasó el desencanto de lo que fue la década de los ´90, cuando todo el mundo se refugió en las actividades culturales. Pero después del cambio de paradigma que se vislumbra post 2001, mucha de esa gente que era espectadora de las actividades culturales pasó a ser generadora, ya sea formando una banda o trabajando con un centro cultural. Y hoy hay muchos trabajos sociales que van hacia lo cultural… En La Plata se puede ver cómo se generan cada vez más espacios.
Rodrigo: -En su momento, cuando tomamos el espacio de la planta alta, había muchos artistas que quería hacer algo en semejante pedazo de lugar. Y fue un período que sirvió para delinear un objetivo claro que tenía que ver con el respeto al espacio y al grupo originario del centro cultural, a partir no meter banderas políticas porque no era la intención. El que no lo entendió, y hubo mucha gente que no lo entendió, se fue. Evidentemente no era su lugar. Que nosotros colaboremos con ciertos espacios que tienen una práctica política concreta y tangible, no significa que debamos embanderarnos con algo. Hacemos política, por supuesto, pero desde otro lado.

-¿Cómo se imaginan al lugar en los próximos años?

Beatriz: -Ojalá lo podamos ver. Cuando fue la noche de los museos, me paré en el medio de la calle sola y no podía creer ver tanta gente recorriendo el lugar.
Rodrigo: -Así como hay una especie de ciudad universitaria en el bosque, este lugar tendría que ser directamente una ciudad cultural que abarque todo el predio. Cada zona recuperada para una propuesta cultural, ya sea escuela de teatro, de danzas contemporáneas o de arte latinoamericano. Que todo esto sea un corredor cultural de 13 a 23, acompañado por los proyectos privados del costado.

-¿Se imaginan de nuevo el tren por acá?

Juan: -Por supuesto que sí; nuestra idea es también acompañar un proyecto de este tipo. Mucha gente vinculada al ferrocarril nos pregunta constantemente sobre eso. Si bien vamos a mantener siempre lo cultural, por supuesto, creo que no hay que olvidarse de lo que fue el ferrocarril y hacer todo lo posible para recuperarlo también forma parte de nuestras expectativas.

De estación ferroviaria a estación cultural

Cuando varios hijos y nietos de ex ferroviarios decidieron tomar por las astas la reconstrucción de la desvencijada estación de trenes del barrio Meridiano V, posiblemente no se imaginaron que diez años después ese rincón sureño iba a ser conocido como el San Telmo platense.

Empezaron motivados por recuperar algo del esplendor que tenía cuando por sus ramales de trocha angosta circulaban cerca de 80 trenes por día para unir La Plata con Avellaneda y con el límite entre Buenos Aires y La Pampa. Se pusieron a trabajar cansados de caminar por esa esquina de 17 y 71 y mirar de soslayo el panorama sórdido que el lugar reflejaba desde su cierre definitivo en 1977.

“Con cada hito histórico relacionado con esta estación, hacemos algo para volver a llenar de vida este lugar”. Juan Montiel es uno de los referentes del Centro Cultural de la Vieja Estación que desde hace 10 años logra juntar a diario desde chicos hasta grandes en torno a una variada oferta de talleres artísticos. Cosmovisiones distintas que se unen para celebrar la resurrección del barrio del ferrocarril y, de paso, parodiar la pompa de la Argentina centenaria. Por eso están los Los Okupas del Andén, el grupo de teatro comunitario conformado por heterodoxos actores de todas las edades, que todos los domingos se presentan en los andenes. Un tembleque y septuagenario gobernador promete durante la inauguración que “rodará sobre el acero de esta estación el futuro y progreso de la nación”, secundado por un extravagante séquito de gritonas señoras paquetas, militares, curas y vendedores ambulantes, todos paseando entre el público, en simbiosis con la platea.

Ese registro irónico es el que predomina en gran parte de los relatos orales y visuales del recuerdo. Todo lo viejo, lo pasado, aquí regresa sin apariciones fantasmagóricas de cuentos solemnes o anécdotas repetitivas. Vuelve con vida, relectura y mucho humor. Toda la esquina está pensada desde ese recuerdo vivo de tiempos pasados. Hasta los logos de los tres bares que nuclean toda la movida jazzera-tanguera-rockera-folklórica del barrio (y un buen trozo de la escena platense) están diseñados desde una estética retro: un viejo sifón en Bar Imperio, un farol en Ciudad Vieja y un micrófono escenográfico antiguo en Mirapampa.

Hoy Meridiano V se ha convertido en uno de los faros nocturnos y culturales más importantes de La Plata, con su epicentro en la esquina de 17 y 71, envuelta en un mar de adoquines bajo el imponente frente de la vieja estación de trenes, un edificio de estilo francés clásico construido en 1910 por el ingeniero Enrique Dengremont, quien agregó toques eclécticos personales a la estética dominante en la arquitectura rioplatense de principios de siglo XX.

En sus calles colmadas de ferias de ropa y artesanías, las 6 mil personas que viven en esta legendaria zona reciben todos los domingos visitas muy distintas, aunque la mayoría tienen que ver con trenes. Están, por ejemplo, los integrantes de la Asociación Protren, un club platense de fanáticos del tren que no se despegan un segundo de sus sofisticados juguetes, réplicas a escala de formaciones ferroviarias europeas, con estación, galpones y todo. O los Amigos del ferrocarril Ramal G de Buenos Aires-Rosario, que exponen un recorrido fotográfico por los 12 años de trabajo que les llevó desmalezar y quitar enormes piedras del trayecto para la restauración definitiva del ramal entre 1995 a 2007, hecha por tramos con cuadrillas de a pie, palas y azadas.

Vista desde la vía abandonada, la estación es una fotografía de la dualidad desidia/recuperación: bajo el amplio alero que cubre los pasillos externos (donde todos esperaban impacientes un tren humeante) los detalles de las columnas y las paredes están prolijamente pintados de blanco. Arriba, el testimonio del abandono: óxido en persianas que hace mucho no se abren y paredes entumecidas de negro.

Esta última imagen perduraría mucho más en la retina si no fuera porque se escucha la voz ronca y potente de Matías Streitenberger, el animador del show de acrobacia aérea, que camina sobre el acero de los durmientes carcomidos por el pasto. Disfrazado de maquinista, narra la historia de cinco hermanos acróbatas hallados en un vagón, que se quedaron a vivir en la estación para agasajar a familias enteras con sus piruetas sobre telas y aros, colgados del puente que une los andenes. Un espectáculo con humor, denuncia y, sobre todo, mucha interacción con el público que puede incluir desde vuelos fugaces con arneses hasta tener que cantar alguna canción, como le ocurrió a un desprevenido espectador que tuvo la momentánea desgracia de ser el único medianamente parecido a Sergio Dennis.

Los domingos son así en la vieja estación. Dos chicos ayudan a su abuelo a caminar con su bastón, mientras los 88 años de Tito (40 de operario del ferrocarril) suben de traje y sombrero al escenario para recitar una poesía. Juan René Rampazzo lo mira, sabe lo que es estar mucho tiempo ferroviario, la mitad, veinte años en los que fue “primero foguista, luego aspirante y maquinista”, hasta que en 1977 la dictadura militar significó el corolario del fin del recorrido del tren, que ya había empezado a menguar en 1962. Rampazzo hoy tiene 76 años y varios nietos, y se sorprende de “ver tanta gente de vuelta por acá, como en aquellos tiempos, esto revivió y eso es una felicidad enorme para mí”.

En el boliche Ocampos, nostálgico e intacto desde hace décadas en la misma esquina, algunos todavía levantan el vaso matutino de ginebra, extrañando la vibración en las ventanas por cada salida del tren.

Las locomotoras de la Estación Provincial

Paula Corona, Mariano Rostan, Fermín Mendizábal, Alicia Valente, Fernando Dachje, Fernando Ghersi, Julio Avinceto, Pedro Zarate, Esteban Ramos, Martin Michelutti, Jorge Vimercati, Martin Diaz, Patricia Riat, Juan Montiel, Beatriz Belo, Rodrigo Fuente, Abel Gutiérrez, Franco Fracassi, Gabriel Zualet, Cacho Rivolta, Lidia Zampallo.

Fuente: http://www.lapulseada.com.ar/65/65_estacion.html

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