Domingo 11 de Diciembre de 2005 Espectáculos
Sex symbols de cine y televisión
Por AMILCAR MORETTI
Dolores Fonzi, Playboy Argentina December 2005
Algunas actrices muy jóvenes intentan hoy marcar un itinerario serio, con densidad actuada, a la representación de lo erótico y sensual en el cine y televisión argentinos. Lo hacen en un contexto confuso y ambivalente donde se promocionan como sinónimo de atracción modelos y chicas de la farándula.
Una serie de caras y figuras nuevas parecen querer renovar el concepto de erotismo y sexualidad en el cine y la televisión argentinos. Dolores Fonzi, Luisana Lopilato, Soledad Fandiño son hoy, entre las actrices, las que intentan un manejo serio de la representación de lo sexual en los medios, sobre todo los audiovisuales. No tiene que ver con el exhibicionismo e histeria de modelos, vedettes de teatro de revistas y chicas de tapa y del espectáculo, de apariciones inconsistentes, pasajeras y frívolas, sino con la seriedad de actuar y representar lo erótico y lo sexual. A través de lo erótico femenino y de sus sex symbols en el cine argentino y -de modo subsidiario- en la televisión, puede incursionarse en la historia social del país, sus gustos y valoraciones colectivos, sus costumbres y valores, sobre el amor, el sexo y la vida cotidiana.
La representación de lo sexual en las pantallas -modelo a imitar y a la vez reflejo de la vida real- parece tener hoy más liberalidad que nunca, aunque es una percepción engañosa, endeble. En apariencia, en los medios -en especial en la televisión- hay en la actualidad una explicitud, cantidad de referencias e insistencia en lo sexual, a veces hegemónica, como nunca antes. Esto coincide con una corriente mundial conservadora, de restauración de integrismos morales, en retroceso de la revolución sexual propuesta en teoría en la década del 60. La revista electrónica Infobrand informa sobre un estudio de la Universidad de Arizona por encargo de la Kaiser Family Foundation que confirma esta ambivalencia y combinación de gobiernos conservadores (el de Bush) y la duplicación de imágenes (salvo las explícitas, que disminuyeron) y referencias en la tevé en los últimos siete años. No hay que confundir desnudo con liberalidad, ni referencia sexual en los medios con permisividad en las costumbres y hábitos reales. Una cosa es la sexualidad mediática, virtual, ficcional, ilusoria, no real, y otra la conducta actuada en la vida cotidiana, que corrobora lo insinuado en investigaciones y estadísticas: el argentino medio es más bien conservador en la práctica de la sexualidad. El lugar común asocia política conservadora con censura y progresismo con permisividad; no es tan sencillo ni funciona siempre así.
En el cine argentino fue Isabel Sarli y, en segundo lugar, Libertad Leblanc, las que introdujeron de modo directo lo sexual, a fines de los años 50. El primer desnudo del cine nacional fue el de Sarli en "El trueno entre las hojas" (1958), sobre la novela del maestro Roa Bastos. Un grupo de especialistas y coleccionistas, como Fernando M. Peña y Diego Curubeto, anuncian un documental sobre la base de veinte horas de filmación de material censurado de la musa de Armando Bo. Sarli contribuyó a la formación del imaginario sexual de varias generaciones de varones, y su estética kitsch entre el erotismo naif y lo sórdido constituye hoy materia de estudio y de ciclos retrospectivos. Después de ella, la última dictadura militar cubrió lo sexual con un manto de silencio y ocultamiento: el sexo no se nombraba. Recién a fines de esa época surgieron de modo tímido dos fugaces y hoy olvidados sex symbols femeninos, que intentaron darle seriedad y densidad a la cuestión: Camila Perissé y Katia Alemann. Las dos hicieron en teatro el desnudo del estreno de "La señorita de Tacna", de Vargas Llosa. Eran los albores de la restitución constitucional, con Alfonsín. Perissé, una chica salida de la troupe televisiva del humorista Tato Bores, tras ser desbordada por el fenómeno erótico mediático generado, pasó por difíciles vicisitudes y desapareció en el anonimato. Alemann, procedente de familia acomodada, terminó alejándose del medio. Lo sucedido con Perissé -según ella misma alguna vez confirmó- es frecuente en el caso de las actrices convertidas en símbolos sexuales: Marilyn Monroe es el caso paradigmático. Cuando una actriz actúa la sexualidad y el erotismo y logra encarnar profundas motivaciones de la audiencia en la sociedad de masas y mediática, el fenómeno puede tornarse inmanejable y muy loco por el grado de confusión entre fantasía y ficción, por un lado, y realidad y vida por otro.
En los 90, este proceso se repitió con Sandra Ballesteros, especie de fetiche sexual que impuso el cineasta Eliseo Subiela, en 1992, en "El lado oscuro del corazón". Ballesteros no pudo remontar esa cuesta de la responsabilidad en la carga de la fantasía colectiva, y tuvo después sólo apariciones aisladas. En esos años, otra actriz que lo intentó, quizás sin proponérselo, fue Cecilia Dopazo, con sus desnudos muy frescos y libres en "Tango Feroz" (1992), muy comentado, y "Convivencia" (1994). Dopazo, integrante de una nueva generación, con menos conflictos para desnudarse en escena, no acertó después de hacer crecer su imagen de sexy ingenua y adolescente. Los 90 trajeron el apogeo de las modelos, convertidas no exhibidoras de ropas sino de cuerpos semidesnudos, a las que se sumó una proliferación de chicas de la farándula y el espectáculo, sin que quede claro qué profesión tienen. Los cuerpos de estética siliconada, quirúrgica y de gimnasio ocupan los medios y promueven una supuesta permisividad. En la confusión, algunas actrices muy jóvenes intentan un manejo actoral y dramático de lo erótico: destaca Dolores Fonzi y apuntan con lo suyo, entre las más nuevas, Luisana Lopilato y Soledad Fandiño, que aún no han sido descubiertas del todo por el cine. Las tres trabajan en el filo de "Baby Doll" (por la célebre obra de T. Williams), la nena rebosante de voluptuosidad que no sabe -o dice ignorar- el efecto que provoca en los hombres.
Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/20051211/espectaculos2.asp