martes, 31 de diciembre de 2002

Laura Romero, representante argentina para Miss Universo



“Ser Miss Argentina es un honor, un regalo soñado, y una responsabilidad enorme”


A los 21 años se convirtió en la monarca de nuestro país. En mayo de 2003 viajará a Panamá para competir con las reinas de todo el mundo. Tiene grandes expectativas y muchas metas por alcanzar. Una chica sencilla que espera “cambiar la imagen que tienen de los argentinos en el exterior”


Laura Romero (21 años) tomó el colectivo como todas las mañanas. El pelo recogido, remera, jogging gris y los infaltables walkman. Era una chica más dentro del micro, sin embargo, un hombre que portaba el diario Hoy no paraba de mirarla y compararla con una fotografía que se encontraba en la tapa. "Sos vos, sos vos... Miss Argentina", le gritó emocionado. Laura, con cierta vergüenza, asintió con la cabeza. La noticia sorprendió al resto de los pasajeros, quienes no dejaron de mirarla y saludarla hasta que abandonó el colectivo.

En menos de 24 horas, la vida de Laura cambió en forma radical. Ahora, convertida en Miss Argentina -y con la posibilidad de viajar en mayo a Panamá para competir por el título de Miss Universo- la reconocen por donde camina y si bien aún no firma autógrafos, recibe el apoyo de platenses desconocidos que le dan fuerza o la felicitan por la corona obtenida ayer en el programa "Sorpresa 2002", que conduce Julián Weich.

"La elección de Miss Argentina me da un gran empujón para seguir, reafirma que voy por buen camino, que todo el sacrificio que hice vale la pena. Ahora quiero ir por más, pero sé que será muy difícil", indicó a este medio Laura Romero, representate de nuestro país en el concurso Miss Universo que se realizará en el 2003, tal. como informara en exclusiva Hoy. Y agregó: "ser candidata por Argentina es un honor impresionante. Es un regalo soñado y una responsabilidad enorme. Me gustaría entrenar y prepararme para conformar a todos los argentinos".

La carrera de Romero para coronarse Miss Universo fue maratónica. Y comenzó el 1º de octubre de este año cuando fue convocada al casting previo al concurso Miss Argentina -fue seleccionada entre 400 chicas de todo el país-. "Me acerqué porque los organizadores no buscaban una modelo, una cara bonita sino alguien con cultura, conocimientos y educación", explicó Laura.

El objetivo de la platense, que es promotora y estudiante de profesorado de actuación y formación de actrices, era avanzar hasta las etapas finales como una oportunidad para promocionarse, ya que había realizado algunos trabajos gráficos para reconocidas empresas como Telecom y Coca-Cola. Pero sus características físicas e intelectuales -además de la predisposición del jurado- decidieron que ella debía estar entre las 20 jóvenes finalistas.

El pasado domingo se emitió la gran final. Laura concurrió al estudio de Canal 13 acompañada por su mamá (Viviana) y sus cuatro hermanos (Cecilia, de 25 años; Yasmín, de 13; Diego de 26 y Cristian, de 10). "Creímos que llegaría hasta la última instancia, pero no que sería reina. Cuando pasó, no lo podíamos creer",  dijo Cecilia.

Tras dos pasarelas -primero en traje de baño y, luego, en ropa de nocheLaura logró seducir al exigente jurado que ordenó entregar el cetro y la corona a la candidata platense. La última recorrida por la pasarela encontró a "La Negra" -como la bautizaron sus ex compañeras de voley del Club Universitario- en el papel de Miss Argentina y con la posibilidad de convertirse en Miss Universo.

"Es una gran posibilidad viajar a Panamá a competir con las reinas de todo el mundo. Pero no hay que creérsela, yo seguiré siendo Laura o 'La Negra'. Además espero aportar un granito de arena para cambiar la imagen de los argentinos en el exterior", explicó Miss Argentina.

Romero se define como una chica que estudia y trabaja; que llegó al concurso ya que no se buscaba una "cara bonita", sino alguien con cultura, conocimientos y educación. Vive en Gonnet y se recibió de bachiller en la escuela Normal Nº 2 y comenzó a estudiar la carrera de cine en la Facultad de Bellas Artes, pero sólo llegó hasta segundo año ya que decidió estudiar teatro. En el aspecto laboral, realizó promociones, publicidad y gráfica para Coca Cola y Telecom.



lunes, 30 de diciembre de 2002

Resumen Teatro en La Plata 2002


Domingo - 19:00 hs (1)
Ojos de ciervo rumanos
Una plantación en una casa. Ciervos ahogados en los caminos. Pestes en las plantas. La naturaleza desbordada.Una hija que nace de su padre. Un hijo que nace adentro de un árbol. Todos se cruzan en un tiempo único: El Presente. Una coproducción del Complejo Teatral de Buenos Aires y del THEATERFORMEN ...
Domingo - 20:00 hs (2)
¿Qué nos pasó...?
Obra de Hebel Sacomani, ganadora del Premio teatral de Radio Nacional "Las Dos Carátulas" (1975). Interpretada por el elenco joven de La Lechuza.
El Conventillo de la Paloma
QUINTO AÑO DE EXITO El Conventillo de la Paloma La obra cumbre del teatro nacional y la más representativa en su género: El Sainete. Dotada de una comicidad inigualable y resuelta en un pintoresco patio de conventillo nos divierte y emociona con sus típicos personajes: ...
Domingo - 20:30 hs (1)
Signáculo
Signáculo es un espectáculo donde el tema predominante es la lucha entre bien y el mal. Los protagonistas son representantes de cada estado, pero se darán cuenta esta noche que el bien y el mal no existen en un estado puro, solo existen nuestros actos y lo que somos en relación con ellos. Esta es la ...
Domingo - 22:00 hs (1)
Los pétalos que te recubren
Una pareja. Códigos de convivencia y respeto. El tercero desbarajusta lo pautado. Cuidar la intimidad. Alguien yace depositado. Una planta. Hipócrita entrega demente. Extrañas pasiones. Deseos. Controversias. Los pétalos caen deshidratados.
Sábado - 21:00 hs (5)
¿Qué nos pasó...?
Obra de Hebel Sacomani, ganadora del Premio teatral de Radio Nacional "Las Dos Carátulas" (1975). Interpretada por el elenco joven de La Lechuza.
Alfredito
Obra sobre la intensa persistencia de la identidad que no puede venderse ni regalarse. Obra ganadora del Concurso de la Comedia Municipal 2002. Seleccionada por la Comedia Provincial 2002. Seleccionada para el encuentro teatral organizado por la Comisión por la Memoria 2002.
Como si fuera esta noche
¿Somos los autores los más capacitados para "presentar" nuestro texto cuando este forma parte de una puesta en escena? Ahora que ha sido leído, estudiado, sufrido y disfrutado por las actrices y el director, ¿no conocen ellos mejor que yo sus entresijos, sus connotaciones, sus errores y sus aciertos? ...
El líquido táctil
El espectáculo narra con crueldad, ironía y humor, la historia de tres seres inútiles, huecos; tres personajes típicos de la clase dominante, cuya decadencia les impide tener sentido crítico sobre su vida, signados por un discurso hipócrita y sin sentido. Revalorizando los grandes temas de Chejov, ...
La adaneva
En una casa del tercer mundo, en el último milenio, viven dos hermanos que han sido abandonados. El hermano menor ha inventado una máquina para tener hijos. Descubrió que en la linfa pueden rastrearse restos de células perdidas, y que con ellas pueden crearse seres. Ella tiene un plan. Un contacto en ...
Sábado - 21:30 hs (1)
Hasta que el agua me lleve
Tres mujeres, lluvias, tormentas eléctricas, descenso de la termperatura, animosidad variable. Soledad, Dolores, Dulcinea. Un Encuentro, un reencuentro, un accidente. Se actualiza el castigo divino sobre Dolores. Esta vez llueve y no para...
Sábado - 22:00 hs (1)
Ojos de ciervo rumanos
Una plantación en una casa. Ciervos ahogados en los caminos. Pestes en las plantas. La naturaleza desbordada.Una hija que nace de su padre. Un hijo que nace adentro de un árbol. Todos se cruzan en un tiempo único: El Presente. Una coproducción del Complejo Teatral de Buenos Aires y del THEATERFORMEN ...

jueves, 26 de diciembre de 2002

Murió un Mito: Tita Merello

Clarín.com  »  Edición Jueves 26.12.2002  »  Espectáculos  

MURIO EN BUENOS AIRES A LOS 98 AÑOS

Tita Merello, una muñeca brava de verdad

Jorge Göttling

Nació en un conventillo en 1904. Era hija de un cochero y de una planchadora. Fue corista, bataclana, actriz, cantante y animadora de tevé. Y una de las figuras más populares del país.

Fue una mujer de especie dura. Llegó a los palcos impelida por la miseria ingente y fabricó su figura por simple prepotencia de trabajo. Impermeable a todo intento sospechosamente académico, dinamizó su carrera a punta de intuición, fatiga y talento. No se pareció a nadie y no dejó escuela ni herederos artísticos.

De joven, ni fea ni bonita, pero con el atractivo implícito de la fruta campestre que madura sin ser cultivada. Sus buenas piernas la acompañaron hasta su primera vejez. Era la prototípica estampa del arrabal, más que una noción catastral, una manera de ser y de sentir. 

Con dignidad 

La Merello envejeció con la dignidad de los que aceptan la decadencia sin desesperar, con la actitud indolente y resignada con la que se reciben las primeras canas. La sobrevive una profusa iconografía, con el denominador común de una boca carnosa, la frente amplia y las cejas finas, techando esos ojos chicos, algo achinados. Y en los últimos años esa voz imperiosa y dramática con palabras de fuego y lengua filosa como una espada.

Pero el sello distintivo estuvo en su registro. Nada de contralto: entre la ronquera y la afonía, con permanente retintín de barrio y grosería. Ajena por completo a las buenas intenciones de los maestros de canto, Tita Merello cuidó la originalidad de ese magro capital inicial, preservándolo de toda contaminación. Es así que, sin pretenderlo, fabricó un registro para el tango: una voz que alude al sabor de los cafés madrugadores y al de los cigarrillos que decoran las toses matinales.

Laura Ana Merello, su nombre de familia, nació en un conventillo de San Telmo, el 10 de octubre de 1904, hija de un cochero y una planchadora. Su historia parece un tango mil veces escrito, un radioteatro de segunda mano.

A los cuatro meses, muere su padre y la vida de miseria obliga a su madre a internarla en un asilo. Tenía cinco años y se quedó hasta los nueve, internalizando sus primeros resentimientos. Para entonces, le diagnostican una incipiente tuberculosis y es llevada a trabajar a una estancia cerca de Magdalena, como boyera. Boyera y sirvienta, a cambio de casa y comida.

Cuando retorna al conventillo para vivir junto a su madre, es una mujer de doce años. Niña con la niñez desalojada, analfabeta y pobre, un cóctel que precede a su debut con un papel insignificante en una zarzuela del teatro Avenida.

El penoso rol de un extra sin frase, siempre sola, siempre aparte es también la referencia de aquella vida.

Tiene, en 1920, dieciséis años, pero sólo en la cédula. Amparada por el desparpajo, se incorpora como corista al teatro Bataclán. En ese lúgubre decorado, canta su primer tango, con su voz feroz y desafinada. Se llama Titina y posee una letra entre lo lunfardo y lo prostibulario.

Acaso por sus buenas piernas, quizá por el poder visceral de esa mina potente, el empresario Roberto Cayol la lleva al teatro Maipo. Allí comienza otra historia.

La cancionista derivó de la bataclana y rápidamente devino en vedette. La vedette rea tenía una contracara, la negrísima Sofía Bozán, con quien confrontaría alimentada por su temperamento escénico y por la elección de un repertorio tanguístico que la distinguía del resto.

Crece amando a su madre y temiendo repetirla. Su mundo doméstico discurre en un departamento pequeño y húmedo. Sentimentalmente, está sola, una constante que la acompañará, más allá de su posibilidad de elección. 

Amor y silencios

A los 29, asoma su figura en el celuloide, otra constante repetida: Tango es la primera película argentina sonora y su nombre se asocia a los de Francisco Canaro, Hugo del Carril y Luis Sandrini.

Con Sandrini viviría una historia de amor y desamor, de encuentros y desencuentros. Como en la menos creíble telenovela, Tita Merello mantuvo fidelidad a ese momento, toda una decisión de coraje, toda una elección de vida.

Hasta el fin, fue dueña de sus silencios y propietaria de sus renunciamientos, pero con un costo: la ausencia de un compañero de ruta. Como actriz, la Merello fue la Bardot de Puente Alsina, la Garbo del Abasto o la Dietrich de San Telmo.

Fue la cinematografía la que aprovechó semejante conjunción de polenta y expresividad. La fuga, Arrabalera, Los isleros, Guacho, Mercado de Abasto, El andador y Filomena Marturano son los títulos más recordados en una trayectoria vivida desde la boca de un volcán.

En rigor, la Merello excede el tango, al cine, al teatro y a la revista porteña: por el peso de sus caprichos y de su talento, por el poder de su llegada al público, fue, por sí misma, el gran espectáculo argentino.

Entre el oro y el barro, Tita edificó una discografía particular e irrepetible, inmune a cualquier intento de repetición. Del barrio de las latas, Arrabalera, Dónde hay un mango, Haragán, El que atrasó el reloj, Garufa, Julián, Qué vachaché o Llamarada pasional, este último de su autoría, un autorregalo para quien aprendió a leer a los 20 años, configuran sus éxitos. 

Se dice de ella

Acaso se defina, como ninguna, en la milonga de Leopoldo Díaz Vélez, por la cual la Tita de Buenos Aires seguirá subiendo la cuesta.

Se dice de ella “que soy fea/ que camino a lo malevo/ que soy chueca y que me muevo/ con un aire compadrón” . El falso autorretrato define también su postura frente al tango: como que fue la vocera de varias generaciones de mujeres feas, chuecas y malevas ¿sólo en su imaginería? que redondearon el círculo vistoso de una ciudad decorada por lindísimas mujeres.

Detrás de una gran mujer suele merodear un gran vacío. Sus últimas devociones afectivas reclutaron pocos nombres conocidos. Su perro Corbata, legendario no sólo en las veredas de Rodríguez Peña y Santa Fe; Ben Molar, algunos periodistas contemporáneos como Jorge Miguel Couselo, Víctor Sueyro y Jorge Jacobson; Nélida y Roberto, los porteros del departamento del sexto piso desde cuyo balcón atisbó, como pocos, los viejos tics de Buenos Aires.

Por años, se refugió voluntariamente en la Fundación Favaloro. Hasta que, a los 98, el roble se derrumbó. 


SU PASO POR LA PANTALLA GRANDE

Tita Merello fue una estrella del cine y una actriz de personalidad arrolladora


Su primer filme, Tango, de 1933, fue también la primera película sonora del cine argentino. Con Filomena Marturano, en 1950, se consolidó como actriz. Poco después, empezó a actuar bajo la dirección de Lucas Demare, su etapa más brillante. 

Es cierto que todas las facetas de Tita Merello confluyeron hasta redondear una personalidad arrolladora. Pero no lo es menos que, en función del cine argentino, ella llena un capítulo aparte, y lo merece.

Como que está en la primera película sonora, Tango (1933, de Luis Moglia Barth). Allí, el guionista y dialoguista Carlos de la Púa imaginó a la muchacha rea, y ya casi treintañera, en el patio de un conventillo, trinando “yo quiero un hombre”. La soltura orillera, una picardía desbordante y un rostro moreno ¡imperfecto pero sensual! asumieron la fuerza de un cachetazo y excedieron en mucho la voz que se había ido a buscar al contratarla. Había sido, claro, el principal motivo de la convocatoria.

Tita Merello superaría con creces esos límites canoros, pero en su película siguiente, Idolos de la radio (1934, de Eduardo Morera), la cancionista todavía escondía a la actriz. Su presencia allí es mínima, pero conspicua: distendiéndose en una creciente picardía, glosa en un tema toda la mishiadura que caracterizó a los años treinta.

Sigue el primer título que revierte la situación, La fuga (1937, Luis Saslavsky), de gran refinamiento plástico, le permite consagrarse como actriz seria en varias inolvidables secuencias. “Brillás y te apartan”, ironizaría Tita, porque sucedió el inexplicable hueco de un lustro hasta Ceniza al viento (1943), donde el mismo Saslavsky volvía a valorizarla.

Con su popularidad en el pico más alto, será convocada por el cine mexicano en Cinco rostros de mujer (1947). Pero todavía es la cantante que de vez en cuando filma. La consolidará definitivamente como actriz un texto que también ella había estrenado en la escena Argentina, Filomena Marturano (1950, Luis Mottura) y que la convierte, dicho sea de paso, en la primera intérprete cinematográfica de un papel que luego harían otras, incluida Sofia Loren.

Ese mismo año, el éxito alcanzado con la obra teatral de Eduardo De Filippo hizo que se recurriera a otro dramaturgo (el argentino Samuel Eichelbaum y su Un tal Servando Gómez) para que ella, dirigida por un novel Tulio Demichelli, se desbordara en matices con los que el autor seguramente no había soñado. La película fue Arrabalera.

Pero es sin dudas a las órdenes de Lucas Demare que Tita llega a ser la mejor Merello cinematográfica imaginable. Los unen varios títulos a partir de un éxito notable, Los isleros (1951), donde compuso una Carancha inigualable, con toda la fuerza que ella tenía y que el director de La guerra gaucha supo aprovechar.

Con Demare volverían a encontrarse en Guacho (1954), melodrama maravillosamente filmado (en el que los adolescentes Luis Medina Castro y Alejandro Rey eran su hijo y su entenado), y Mercado de Abasto (1955, con Pepe Arias), en la que canta uno de sus temas paradigmáticos, Se dice de mí. Mucho más tarde se reencontrarían en La madre María (1974) pero allí ni Lucas Demare era el de antes ni ella tampoco (no sería, de todas maneras, su último trabajo).

Sería ingenuo pedirle a ella, o a cualquier otra actriz sujeta a los vaivenes y fluctuaciones del cine argentino, una carrera de pareja calidad. Hizo mucho y allí hay bastante que es muy bueno.

También merecen citarse el dramatismo sin fisuras (salvo el final) de Deshonra (1952, Daniel Tinayre). La textura a medio camino entre el cine popular y el cerebralismo de Para vestir santos (1955, Leopoldo Torre Nilsson). El folletín vistoso de Amorina (1961, de y con Hugo del Carril).

La versión a medias lograda de un éxito teatral, El andador (1967, de Enrique Carreras sobre el texto de Norberto Aroldi). Y su conmovedora composición, ya anciana, en Los miedos (1980), de Alejandro Doria.

Su última aparición en la pantalla fue en Las barras bravas (1985), de Enrique Carreras, donde su personaje disparaba sentencias morales, casi como en la TV.

En toda la historia del cine argentino difícilmente se aúnen la estrella popular y la actriz de raza. Tita Merello fue ambas cosas y, además, un arquetipo porteño. Un caso realmente excepcional. 


UNA HISTORIA CON LA POTENCIA DE LO OCULTO

Tita y Sandrini, la historia de un amor inolvidable

Se conocieron cuando filmaron Tango. La relación, que comenzó años más tarde, fue apasionada. El ambiente lo sabía, pero miraba hacia otro lado.

Luis murió de amor cuando conoció a Tita, porque era una mujer bellísima”, solían repetir los amigos más íntimos de Sandrini. Historia de una pasión intensa, los dos se habían conocido en la década del treinta. Pero durante varios años sólo fueron amigos que compartían las noches del “mundo artístico”, como acostumbraban a bautizarlo las revistas de espectáculos de la época.

En la década del cuarenta, la amistad se transformó en un amor casi adolescente, de “novios” que se escribían cartas y se enviaban flores. Cuando años después comenzó el deterioro de la relación, el fuerte carácter de Tita se hizo sentir: se cuenta que no le perdonó ni el menor desliz, y que sus celos le impedían a Sandrini una amistad con otra mujer. Después de la ruptura, Tita no quiso hablar más de ese amor. Intentó sepultarlo en el olvido, y omitió hasta el detalle más obvio. Alguna vez, sin embargo, dijo que el tiempo que compartió con él fue “hermoso, tibio, impregnado de sinceridad”.

Tita nunca contó por qué se separaron.

No quería hablar de ese pasado, que marcó su vida sentimental. Con tristeza, con nostalgia, sólo dijo: “Todo cumple un ciclo. Nuestra relación cumplió el suyo.

No hay que mirar más allá”. Tita y Luis nunca se casaron.

Las crónicas mundanas aseguran que la actriz Malvina Pastorino enamoró a Sandrini, y lo alejó de la Merello. En mayo de 1952, Sandrini se casó con Malvina en el Uruguay. Pero Pastorino contó siempre que ella irrumpió en la vida de Sandrini mucho después que éste rompiera su relación con Tita. Nunca se supo claramente qué pasó en realidad. Tita optó por el silencio (durante años, se limitabó a decir ¿Rezo por Sandrini todas las noches? cuando se le preguntaba por él. Sandrini, por su parte, no ocultaba su molestia cuando algún periodista pretendía indagar en sus dos grandes amores.

Hace casi diez años, Tita volvió a hablar de su relación con Sandrini. Fue una confidencia, un testimonio, un homenaje a ese gran amor: “Vivimos una hermosa historia. Dejé muchas cosas para estar junto a Luis, pero no me arrepiento de nada”. 

Adiós a Tita Merello la inigualable morocha argentina

Jueves 26 de diciembre de 2002 | Publicado en edición impresa

Por Marcelo Stiletano | LA NACION


"A todos los argentinos les pido que no se olviden de mí. Estoy llorando porque también se llora de gratitud. Gracias por creer que yo fui algo más de lo que soy."

Tita Merello murió en el mediodía de anteayer, a los 98 años, tras sufrir un paro cardiorrespiratorio en la habitación de la Fundación Favaloro que se convirtió en su último hogar. Pero tres años antes, desde ese mismo lugar y cuando acababa de cumplir 95 años, dejaba esas palabras como una suerte de declaración pública de despedida anticipada.

Ese lunes 11 de octubre de 1999, el público que reconoció y admiró a la Morocha como una de las figuras de mayor estatura y reconocimiento de la cultura popular argentina durante todo el siglo XX, percibió en esa voz casi sin fuerzas apenas uno de los muchos atributos que la convirtieron en personalidad indiscutible a partir de los años 30: su emotividad.

Tita conservó hasta el final ese profundo compromiso sentimental, visible sólo para quienes lograban traspasar esa coraza de carácter duro, áspero, emotivo, desafiante, altanero y poderosamente temperamental con la que había construido su imagen pública. Pero detrás de las luces, de los flashes de los fotógrafos y de los gestos de adulación que tanto rechazaba y que tanta ira le provocaban, también supo ser tierna, sensible y receptiva al dolor ajeno.

Tita, sobre todo, sedujo al público llano, que la reconocía como uno de sus iguales con su decir reo y sin pelos en la lengua mientras despreciaba la falsedad y la figuración vacía. Pero también supo ganarse el respeto de la crítica y de los observadores más exigentes, que apreciaron la hondura y el profundo convencimiento de sus interpretaciones, tanto dramáticas como humorísticas. Además, siempre recurrían a alguno de los rasgos que caracterizaban a Tita cada vez que se les pedía alguna definición sobre el arquetipo femenino de la porteñidad.

Es probable que la soledad y el instinto de rebeldía que siempre caracterizaron la vida de Tita Merello haya tenido su origen en lo que siempre recordaba como una infancia pobre y cargada de tristeza. En "La calle y yo" (libro de memorias que publicó en 1972) se autodefinía como una chiquita de ojos tristes que jugaba inevitablemente sola. "¡Sola! Y en lo que le quedó de vida así fue siempre su destino", decía allí de sí misma.

El barrio de San Telmo la vio nacer el 11 de octubre de 1904. Fue bautizada como Ana Laura Merello por sus padres, un cochero y una planchadora. La prematura muerte de su padre, cuatro meses después del nacimiento, llevó a la niña a vivir lejos del cobijo familiar, primero en Montevideo (como "mucamita sin sueldo", como recordaría después) y luego en un campo de Bartolomé Bavio, muy cerca de Magdalena, donde a partir de los once años trabajó a la par de los boyeros ordeñando vacas en lugar de ir a la escuela.

Todavía sin saber leer ni escribir regresó a la Capital y decidió, intuitivamente y por necesidad, probar fortuna en los escenarios. Llegó a decir que en 1920 entró "por hambre" en el Bataclán, un teatro de la calle 25 de Mayo especializado en espectáculos picarescos. "Yo busco a mi Titina", entonaba mientras mostraba las piernas.

CON NOMBRE PROPIO

Poco después llegó al Maipo; allí, mientras se fue haciendo un lugar con nombre propio junto a los grandes de la revista (de las hermanas Bozán a Pepe Arias, de Marcos Caplán a Luis Arata) como "vedette rea", la veinteañera Tita aprendió a leer y escribir bajo la guía del director Eduardo Borrás. Por esos años comenzó su verdadera historia, que coincidió con el momento en el que cantó su primer tango ("Trago amargo", en 1923) y pasó de la interpretación humorística de cuño revisteril a la dramática, cuya primera experiencia fue "El rancho del momento", en la que reemplazó a Olinda Bozán.

El momento que encaminó definitivamente a Tita Merello hacia una fama que desde allí jamás la abandonaría llegó en coincidencia con la aparición del cine sonoro en la Argentina y con el título de la primera película de ese tipo y con argumento rodada en nuestro país, "Tango" (1933), donde personificaba a una chica de barrio y cantaba dos temas con inconfundible decir canyengue.

Allí no sólo se inició el fecundo vínculo de Tita con el cine (ámbito en el que dejó memorables creaciones de personajes a la vez vigorosos y tiernos, reflejo de la personalidad real de la actriz); desde ese momento, su nombre quedó también definitivamente identificado con la música ciudadana de Buenos Aires.

Hubo otra razón por la que "Tango" significó mucho en la vida personal y artística de Tita Merello. Además de Pepe Arias y Libertad Lamarque, compartió allí cartel con Luis Sandrini, con quien mantuvo un vínculo afectivo del que se habló a lo largo de muchísimo tiempo y que la estrella siempre rehuyó comentar.

CINE Y TEATRO

Luego llegaron "Idolos de la radio", "Noches de Buenos Aires", "La fuga" y "Ceniza al viento", en el cine, y de "La mala ley", "La propia estimación" o "La tigra", en el teatro. Fueron años en los que Tita repartió su tiempo entre los escenarios teatrales y cinematográficos y las grabaciones de aquellos tangos caricaturescos, llenos de humor y costumbrismo porteño, que perduran en la memoria y que siguieron la huella abierta en aquella primera grabación de 1929 con "¡Qué careta!" y "Sos una fiera". Algunas de estas actividades llegaban a coincidir, como en 1938, cuando recorrió como cancionista el circuito de salas cinematográficas de la familia Lococo. En ellas, entre película y película, cantaba temas de su repertorio.

En los años 40, Merello era una consumada figura de la época más dorada del cine argentino, pero en esa década su éxito más resonante fue teatral. Ya había interpretado con fervor y autoridad piezas de Jacinto Benavente, Florencio Sánchez y Enrique Larreta. Pero con "Filomena Marturano", de Eduardo de Filippo, llevó a la plenitud toda la fibra y el temperamento dramático que surgían de un talento innato. Ese papel perduró todavía más en su figura desde que en 1950 Luis Mottura lo llevó al cine.

En esos años mucho se hablaba de los lazos que unían, sobre el escenario y fuera de él, a Tita Merello con Sandrini. A fines de los años 40, ambos compartieron una larga gira teatral por toda América y España, y el rodaje de "Don Juan Tenorio". Pero en ese momento, y más adelante, la propensión de Tita hacia la soledad y el retraimiento, manifestaciones de un carácter difícil, fue más fuerte que el deseo de llevar adelante algún proyecto de vida en común o pensar en el matrimonio.

AQUEL CARIÑO...

"Yo no nací para estar casada porque de muy joven encontré la vida muy de frente. Yo he querido mucho y quiero todavía ese recuerdo. Quiero mi recuerdo. No soy de las que si se equivocó o se frustró o si se terminó, trata después de ver cosas. Yo conservo intacto aquel cariño. Creo que dura más la amistad de un perro que el amor, a veces", dijo muchos años después. No lo nombraba en ningún momento, pero todos sabían que estaba hablando de Sandrini.

Fue la década del 50 la de los grandes éxitos cinematográficos de la Merello junto a directores como Daniel Tinayre, Mario Soffici o Lucas Demare. Si títulos como "Los isleros", "Deshonra", "Arrabalera", "Pasó en mi barrio", "Mercado de Abasto", "Para vestir santos", "La morocha" o "Guacho" permanecen en el recuerdo es sobre todo por la presencia intensa y visceral de la actriz en todos ellos. Esos diez años se cerraron en gran forma, con Tita brillando en "Amorina", uno de los grandes films de Hugo del Carril.

CONVERTIDA EN PERSONAJE


Con los años 60 llegó el tiempo en que el personaje que construyó a lo largo de su fecunda vida profesional comenzó a superar claramente el de actriz. El tiempo en que Tita prestó su rostro y su decir a varios proyectos de tono comercial ideados y dirigidos por Enrique Carreras, con el que siempre se mostró dispuesta a colaborar. Así pasaron "Los evadidos", "Los hipócritas", "La industria del matrimonio", "Ritmo nuevo y vieja ola", "El andador", "Esto es alegría" y "Viva la vida".

En esos años empezó a frecuentar cada vez más los estudios de TV, medio que nunca llegó a aprovechar en plenitud su talento pero le permitió lucirse, por ejemplo, como protagonista de "Acacia Moreno", telenovela que Alberto Migré recuerda como uno de sus trabajos más logrados.

De todas maneras, la pantalla chica halló un espacio para que Tita Merello ensayara una faceta que marcó las últimas décadas de su vida: la preocupación por los problemas femeninos. "Yo hice de mí lo que quería. Y tengo el orgullo de haber sacado, de entre las mujeres, una mujer", confesó en una oportunidad.

Con ese espíritu solidario -que tal vez utilizaba para paliar su tendencia a la hosquedad y al aislamiento- y una eterna apelación a las mujeres para "que se hagan el Papanicolaou", protagonizó por largas temporadas, en los años 70 y 80, programas por los canales 7 y 13 que se convirtieron en precursores de los actuales "talk shows" y en los que siempre aparecía acompañada por su fiel mascota, el perro Corbata.

Con un papel de esas características se despidió del cine en 1985 (en "Las barras bravas", de Enrique Carreras), aunque había llegado, unos años antes, a recuperar desde la pantalla grande la entidad dramática de sus papeles más recordados gracias a la ajustada caracterización de la Madre María en el film homónimo de Demare y, sobre todo, a la Vieja que supo encarnar en "Los miedos" (1980), de Alejandro Doria; en el teatro, en tanto, se divertía por esos años personificándose a sí misma y recorriendo su vida y su obra como figura estelar de los espectáculos veraniegos que la familia Carreras organizaba en Mar del Plata.

LEJOS DE LOS FLASHES

A comienzos de los 80 cumplía todas las tardes con el ritual de pasear a sus perros en los alrededores del edificio de Rodríguez Peña al 1000, donde vivió largamente. Pero, poco a poco, molesta por el acoso (no siempre bienintencionado, según ella) de admiradores, cazadores de autógrafos o reporteros gráficos, la mujer altanera que nunca iba a la calle sin sus enormes anteojos negros fue espaciando las salidas. Tal vez por ser fiel a su esencia de figura esquiva, predispuesta a no tener otro contacto con el público que a través de la pantalla o del escenario, tal vez por el cansancio y la edad, Tita Merello fue restringiendo más y más su exposición pública e ingresó en una voluntaria y cada vez más visible reclusión que sólo mitigaban contadas apariciones radiofónicas o televisivas a través del teléfono. Con glosas y sentencias que llevaban el sello de siempre y sin perder la lucidez, Tita seguía vigente, al menos con su voz, en programas musicales del fin de semana del canal de TV América o en las mañanas de Radio Continental.

En los últimos años le quedaban fuerzas sólo para lanzar reproches o recomendaciones a los políticos (nunca disimuló sus simpatías por el justicialismo y, en particular, por el ex presidente Carlos Menem), para hacer público su dolor por la situación del país o para reiterar sus consejos de siempre, en general acompañados con invocaciones religiosas.

Aunque en todo momento se resistió a abandonar su vida de empedernida solitaria y de mujer que se bastaba a sí misma para afrontar cualquier contingencia, los problemas propios de una edad tan avanzada la obligaron a alojarse, desde 1998, en una sala especial de la Fundación Favaloro, gracias a una expresa recomendación del recordado cardiocirujano.

Allí recibió hasta su muerte cuidados permanentes e hizo visibles muy pocas de sus contadas salidas, como cuando visitó hace unos meses al ex ministro de Economía Domingo Cavallo mientras éste estuvo detenido. También salía para encontrarse con viejos amigos, como Julio Mahárbiz y Ben Molar, o pasar algún tiempo bajo el sol, casi inadvertida, en la plaza que lleva su nombre y se encuentra a pocas cuadras de la Fundación.

PREMIOS Y HOMENAJES

Tita Merello recibió numerosos premios locales e internacionales y su nombre aparece desde hace varios años, como un homenaje en vida, encabezando el complejo de cine argentino que funciona en la calle Suipacha, entre Corrientes y Lavalle. Se cuenta que en la década del 70 imaginó un epitafio para su tumba que decía: "Tita Merello, una mujer aguantadora". Pocos años después pensó en otro: "Por aquí pasó una mujer buena". Al cumplir los 95, algunos amigos que lograron romper su aislamiento y los cuadros depresivos que cada vez sufría con mayor frecuencia confesaron el deseo de Tita de que esa leyenda dijera, simplemente, "gracias".

Todos extrañaremos a partir de hoy a una figura que, más que actriz, cantante o figura del espectáculo y de la cultura popular sin etiquetas, supo como pocas representar y expresar la idiosincrasia de los habitantes de esta ciudad.

Los familiares de Tita Merello decidieron que no hubiera velatorio sino una misa de cuerpo presente hoy, a partir de las 9, en la iglesia San Pedro Telmo (Humberto Primo 340), luego de la cual los restos de la actriz serán trasladados al panteón de Sadaic en el cementerio de la Chacarita. Poco antes de morir, Tita habría manifestado su deseo de que no se le enviaran ofrendas florales, sino que ese dinero se donara a la Fundación Favaloro.

FILMOGRAFÍA

1933: "¡Tango!"
1934: "Idolos de la radio"
1935: "Noches de Buenos Aires"
1937: "Así es el tango", "La fuga"
1942: "Ceniza al viento"
1947: "27 millones" (rodada en 1942)
1949: "Don Juan Tenorio", "La historia del tango", "Morir en su ley"
1950: "Filomena Marturano", "Arrabalera"
1951: "Los isleros", "Vivir un instante", "Pasó en mi barrio"
1952: "Deshonra"
1954: "Guacho"
1955: "Mercado de Abasto", "Para vestir santos", "El amor nunca muere"
1958: "La morocha"
1961: "Amorina"
1964: "Los evadidos"
1965: "La industria del matrimonio", "Ritmo nuevo y vieja ola", "Los hipócritas"
1967: "¡Esto es alegría!", "El andador"
1969: "¡Viva la vida!"
1974: "La Madre María"
1976: "El canto cuenta su historia"
1980: "Los miedos"
1985: "Las barras bravas"

miércoles, 25 de diciembre de 2002

Falleció Tita Merello

Miércoles 25 de diciembre de 2002 | 00:10

La actriz y cantante, de 98 años, sufrió un paro cardiorrespiratorio, ayer al mediodía; será velada mañana en una misa de cuerpo presente en la iglesia San Pedro Telmo

La actriz y cantante argentina Tita Merello falleció ayer a las 12.40 de un paro cardiorrespiratorio en la Fundación Favaloro, del barrio porteño de Montserrat, confirmaron fuentes de dicho establecimiento.

Merello, de 98 años de edad, se hallaba internada desde hacía varios años en la Fundación Favaloro, donde a causa de su avanzada edad y de su delicado estado de salud, llevaba una vida casi sin ninguna frecuentación social.

“A TODOS, GRACIAS POR CREER QUE YO FUI ALGO MÁS DE LO QUE SOY”

Tita Merello vivió intensamente cada momento de su vida, fue una gran artista y una consejera. Solitaria, de humor punzante y temperamento fuerte, supo generar odios y amores, opiniones a favor y en contra.

En su cumpleaños número 95 le dejó un mensaje a la gente: “A todos, gracias por creer que yo fui algo más de lo que soy”. Es de suponer que, aún hoy, el agradecimiento a su público sigue tan vigente como está ella en los corazones de todos los argentinos.

Nació el 11 de octubre de 1904 en el barrio de San Telmo, en un conventillo ubicado en la esquina de Balcarce y San Lorenzo. Hija de madre uruguaya y padre argentino, fue bautizada como Ana Laura, pero siempre se la conoció como “Tita”.

A los 4 años fue abandonada en un asilo donde estuvo hasta los 10. Después marchó a Montevideo y más tarde vivió en Magdalena, hasta que volvió a la Capital Federal y se instaló en una pensión de la calle Corrientes.

De sus comienzos dijo: “Llegué al cine y al teatro por unas palabras que me ofendieron. Alguien me dijo ´Me voy a tener que desprender de los caballos o de las queridas´. Entonces yo le respondí: ´Despréndete de mí porque mañana yo me voy´. Y me fui a la Capital, de bataclana. Así empecé”.


A los 20 años entró al mundo del teatro, en coros de revista. Y de allí pasó a la comedia y al drama, con obras como “La mala ley”, de Manuel Linares Rivas, “La propia estimación”, de Jacinto Benavente, “Santa María del Buen Aires”, de Enrique Larreta y “La tigra”, de Florencio Sánchez.

A fines de los años 30, comenzó a compartir los escenarios y las cámaras con figuras como Hugo del Carril, Tito Lusiardo, Pepa Arias, Angel Magaña y Santiago Arrieta.

Vivió su consagración como actriz con las películas “Filomena Marturano”, de Luis Mottura y “Los Isleros”, de Lucas Demare.

En 1933 protagonizó “Tango”, la primera película sonora argentina, junto con Luis Sandrini, Libertad Lamarque y Pepa Arias.

Debutó en televisión en 1962 con “Tangos en mi recuerdo por orden de aparición”, y posteriormente realizó “Vivimos así”, bajo la dirección de David Stivel, programa que debió abandonar por problemas de salud.

Además, escribió las letras de los tangos “Llamarada pasional”, “Decime Dios dónde estás” y “Muchacha rana” y, en 1972, publicó su libro “La calle y yo”, con cuentos relatos y reflexiones.

En 1976, se incorporó al elenco de teatro Astros, en la revista que encabezaba Adolfo Stray y Thelma Tixou. Ese mismo verano participó de la temporada marplatense en un show que contaba con figuras como Mariano Mores, Los Chalchaleros y Héctor Gagliardi. Actuó en varias temporadas en Mar del Plata junto con Hugo del Carril y Enrique Dumas.

Retornó al cine de la mano de Alejandro Doria, en su película “Los miedos” en 1980.

Tita recibió varios premios y menciones, en 1987 fue nombrada “vecina honorable” de la ciudad de Villa Gesell y, algunos meses después, “ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, por ser un “mito viviente de la iconografía porteña”. Además, la Asociación Argentina de Actores le otorga el Premio Pablo Podestá en 1991.

Por otra parte, la actriz también recibió distinciones de parte de los vecinos de la ciudad. En 1993, la Asociación Amigos de la Avenida Corrientes descubrió un monumento construido frente a su antigua casa y, en 1999, la Asociación Vecinal de San Cristóbal inauguró una plaza con su nombre, en la cortada de Jenner y Combate de los Pozos.

SUS AMORES

Su gran amor fue el actor Luis Sandrini, el hombre que la marcó eternamente y con quien compartió diez años de su vida. A ese amor, que fue público, se comenta que le escribió el tango “Llamarada pasional”. Cuentan sus allegados que en su casa había una silla vacía que pertenecía a Sandrini y que nadie volvió a utilizar después de él.

En 1992, Tita se encontró con Malvina Pastorino, el otro amor de Luis Sandrini, frente a las cámaras. Susana Giménez fue quien logró unir en su programa sobre el Día del Amigo a las dos mujeres que amaron al mismo actor.

Merello también se refirió públicamente a otro de sus hombres, cuando, en 1997, llamó sorpresivamente por teléfono al programa de Mirtha Legrand y le aclaró que no tenía nada contra ella y que el amor que existió entre su fallecido esposo y ella había terminado cuando Tinayre conoció a “Chiquita”. “Se enamoró de mí, pero se casó con ella”, aclaró.

Sobre su estado civil, declaró que el único traje blanco que usará “será el que me pondrán cuando muera, pues no tomé la comunión ni me casé”.

EN LA FUNDACIÓN FAVALORO

Tita Merello pasó los últimos años de su vida en la fundación del Dr. René Favaloro.

Ingresó en abril de 1998, pero cuando le dieron el alta siete meses después, dijo que debía quedarse allí. “Estoy bajo control. No estoy enferma, pero me tienen que controlar esas arterias del corazón. Eso pasa por haber amado tanto”, declaró la actriz.

Tras el trágico suicidio del Dr. Favaloro en septiembre de 2000, Tita se mostró muy conmovida y reflexionó sobre la gran pérdida: “Los hombres y mujeres de la Fundación nos quedamos sin padre. Tengo un retrato de él en mi altar”.

ENSEÑANZAS

Además de haber demostrado que fue una de las mejores artistas argentina de todos los tiempos, “Tita de Buenos Aires” enseñó con sus palabras y reflexiones.

Examen ginecológico. Siempre se preocupó por la salud de los demás y, tras una internación en el servicio de Ginecología del Hospital de Clínicas, comenzó a popularizarse por aconsejar, por televisión, a todas las mujeres que se hicieran el Papanicolau.

Amistad. Sobre los amigos, confesó que cambian con los años. “Hay gente que, hace veinte años, te decía “te quiero”, y hoy no te saluda. No te mira. No sé si es el apuro por vivir o el miedo de tropezar en la calle. Vivimos una apatía por la amistad”, reflexionó.

Economía personal. Cuando se le preguntó si le importaba el dinero, dijo: “Me preocupa tener lo justo para vivir. A mi edad, ¿para qué voy a juntar plata?”

Admiración. Alguna vez confesó que admira y respeta a Victoria Ocampo: “Yo siempre respeto a las mujeres que hacen cosas, no a las superficiales que se quieren a sí mismas.

Actitud positiva. “Lo negativo es tenerle miedo a la muerte y yo estoy contenta de haber vivido, pienso que cada día que pasa para mí es un regalo del cielo. Le doy las gracias a Dios”, confesó Tita, la “Tita del Pueblo”.

Por Cecilia Wall 

Especial para LA NACION LINE


FILMOGRAFÍA:

1933 - ¡Tango!, de Luis José Moglia Barth

1934 - Idolos de la Radio, de Eduardo Morera. Noches de Buenos Aires, de Manuel Romero

1936 - Así es el tango, de Eduardo Morera

1937 - La Fuga, de Luis Saslavsky

1942 - Ceniza al viento, de Luis Saslavsky. Pal´otro lao (Chile), de José Bohr

1946 - Cinco rostros de mujer (México), de Gilberto Martínez Solares

1948 - Don Juan Tenorio, de Luis César Amadori

1949 - La historia del tango, de Manuel Romero. Morir en su ley, de Manuel Romero. Filomena Marturano, de Luis Mottura. Arrabalera, de Tulio Demicheli

1950 - Los isleros, de Lucas Demare. Vivir un instante, de Julio Demicheli

1951 - Pasó en mi barrio, de mario Soffici. Deshonra, de Daniel Tinayre

1953 - Gaucho, de Lucas Demare

1954 - Mercado de Abasto, de Lucas Demare. Para vestir santos, de Leopoldo Torre Nilsson

1955 - El amor nunca muere, de Luis César Amadori. La morocha, de Ralph Pappier

1960 - Amorina, de Hugo del Carril

1963 - Los Evadidos, de Enrique Carreras

1964 - Los Hipócritas, de Enrique Carreras. Correo Sentimental, de Enrique Carreras

1965 - Vieja Ola, de Enrique Carreras

1966 - El Andador, de Enrique Carreras. Idolos de entrecasa, de Enrique Carreras

1969 - Viva la vida, de Enrique Carreras

1974 - La madre María, de Lucas Demare

1976 - El canto cuenta su historia, de Fernando Ayala y Héctor Olivera

1980 - Los Miedos, de Alejandro Doria

domingo, 22 de diciembre de 2002

Revista de Teatro/CELCIT Nº 22

REVISTA DE TEATRO CELCIT|22 | DESCARGA |

Revista de teatrología, técnicas y reflexión sobre la práctica teatral iberoamericana
Editada por el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral, CELCIT
SEGUNDA ÉPOCA / AÑO 12 / NÚMERO 22 / 2002 / ISSN 1851- 023X

En las entrañas del monstruo
Eugenio Barba

Argentina. Diez minutos para explicar en Europa qué es la realidad
Rafael Spregelburd

Brasil. A arte, a paixâo e o sofrimento
Augusto Boal

Brasil. Uma pausa para reflexâo
Wilson Coêlho

Chile. El manual falso de dramaturgia
Bejamín Galemiri

Chile. Entrevista a Nissim Sharim: la dramaturgia es el producto del escenario
Eduardo Guerrero

España. Explícito y tramposo como un Suzuki
Josep Benet I Jornet

España. Arthur Miller ante la historia
Juan Antonio Hormigón

España. Ni una palabra más
Juan Mayorga

España. Prefiero el trapecio
Domingo Ortega

Detergentes
Rodolf Sirera

Puerto Rico. Cómo no escribir una obra o la construcción del equívoco
José Luis Ramos Escobar

Uruguay. Reflexiones de un perro viejo y con aguante
Ricardo Prieto

Venezuela. Actrices, antorchas del dramaturgo
Néstor Caballero

Venezuela. El teatro como vía de evolución humana
Juan Carlos De Petre

Venezuela. Gorila nacional, miedo al pánico
Gustavo Ott

La sombra del personaje
Edilio Peña

El desarrollo de la dramaturgia afro-caribeña y su inserción en el canon de la región
Beatriz Rizk

Argentina. Un leviatán teatral
Alejandro Tantanian

Bolivia. El Fitaz 2002, un festival entre montañas
Roberto Perinelli

Brasil. La companhia do latao y la revitalización del método brecthiano
Mario Rojas

Chile. Siempre digo adiós y me quedo
Pedro Labra

Cuba. Teatro de la Luna relee a Virgilio Piñera
Vivian Martínez Tabares

España. Argentinos en España o la imposibilidad de la tragedia
Nel Diago

España. Rafael Alberti. Final de partida: los poemas escénicos
José Monleón

Estados Unidos. Los Ángeles: ¿teatro en español?
Rosa Ileana Boudet

Italia. Un proceso creativo a veces es como un grito
Fernanda Hrelia

México. Las escamas del dragón
Bruno Bert

Portugal. Destaques da actualidade teatral portuguesa
Paulo Felipe Monteiro

Puerto Rico. Entrevista a Pablo Cabrera. Un musical puertorriqueño en Brodway.
Rosalina Perales

Uruguay. Algunos botones de muestra
Jorge Pignataro

Creación colectiva, marco institucional y experiencia pedagógica
Lola Proaño-Gómez y Gustavo Geirola

"Ferrocarriles"
Creación colectiva

Argentina. Micropoéticas. Teatro y subjetividad en la escena de Buenos Aires
Jorge Dubatti

La traducción teatral: muerte y resurrección del autor
Gabriel Fernández Chapo

Argentina. Una recorrida en torno a la crisis del lenguaje
Magdalena Millán

Argentina. El elefante en la oscuridad
Beatriz Mosquera

Las didascalias del texto dramático: aproximaciones teóricas a una escritura periférica
Beatriz Trastoy

Venezuela. En defensa del melodrama
Gerardo Fernández García

Venezuela. Poética para el actor
Juan Martins

Revista Teatro/CELCIT edición online. ISSN 1851- 023X

Fuente: http://www.celcit.org.ar/publicaciones/rtc.php

sábado, 21 de diciembre de 2002

Revista de Teatro/CELCIT Nº 21

REVISTA TEATRO CELCIT|21| DESCARGA |
Revista de teatrología, técnicas y reflexión sobre la práctica teatral iberoamericana
Editada por el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral, CELCIT
SEGUNDA ÉPOCA / AÑO 11 / NÚMERO 21 / 2002

La cultura del naufragio
Eugenio Barba

Argentina. Richard Kalinoski. Génesis de un éxito anclado en la modestia
Olga Cosentino

Chile. Jorge Díaz, una persona que imagina y fantasea
Eduardo Guerrero

Argentina. Las bodas secretas entre el teatro y la ciencia
Beatriz Mosquera

Argentina. Ensayo sobre la peste
Alejandro Tantanian

Brasil. A criação artística e a divina
Augusto Boal

Brasil. Em busca do tempo perdido
Wilson Coêlho

Chile. Conversación muy personal...
Juan Claudio Burgos

España. Reencontrarse
Rodolf Sirera

España. Originalidad, tienes nombre de mito
Ernesto Caballero

España. Un país imaginado
Domingo Ortega

Uruguay. El público: esa preocupación desmedida
Ricardo Prieto

Venezuela. El actor imposible
Juan Carlos De Petre

Venezuela. Tres perros para cinco noches
Gustavo Ott

Venezuela. La palabra en el teatro
Edilio Peña

Venezuela. Los fantasmas de la escritura
Néstor Caballero

Alemania. Alianza argentina
Christel Weiler

Brasil. Uma viagem ao centro do círculo
Sebastiao Milaré

Cuba. El estallido de la elección
Vivian Martínez Tabares

Ecuador. Una provocación a lo diverso
Patricio Guzmán

México. Huellas de arena
Bruno Bert

Uruguay. Ubicación y balance
Jorge Pignataro Calero

Argentina. Relaciones entre arte y vida
Jorge Dubatti

Argentina. Roberto Arlt: la atracción de los géneros
Laura Cilento

España. Literatura dramática escrita por mujeres en la historia del teatro español
Juan Antonio Hormigón

Puerto Rico. Identidad americana y teatro
José Luis Ramos Escobar

Revista Teatro/CELCIT edición online. ISSN 1851- 023X

Fuente: http://www.celcit.org.ar/publicaciones/rtc.php

viernes, 20 de diciembre de 2002

Agenda del fin de semana: Teatro

Creación sobre sueños y fracasos

Hoy y mañana se realizarán en el Galpón de la Comedia las últimas dos funciones de Espérame en el cielo, corazón, la obra dirigida por Omar Sánchez.

Para no perder la memoria

Por última vez se exhibirá la premiada obra Alfredito. Será el domingo a las 21 en la Sala B del Pasaje Dardo Rocha, con entradas a 3 pesos.

Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2002/12/20/pdf/18.pdf

domingo, 15 de diciembre de 2002

Con el teatro a cuestas

Diego Biancotto y Diego Mendoza Peña son dos jóvenes actores platenses que conforman desde septiembre de 2001 el grupo La Terraza, aunque aclaran que ya hace seis años que trabajan juntos en distintos grupos independientes de la ciudad. Pero como dúo emprendieron en marzo de este año la primera etapa de una gira a la que denominaron "De La Plata a La Quiaca", con la que se han propuesto llevar al interior del país su obra "Sueño de una noche de carnaval, la historia de los furibundos filibusteros". Durante más de cinco meses se presentaron en 24 ciudades de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y San Luis, y realizaron más de 60 funciones.

"Sueño de una noche de carnaval, la historia de los furibundos filibusteros" es la primera obra del grupo y, además de la actuación, cuenta con otros recursos teatrales, como los títeres. "Es el resultado del trabajo en conjunto con otros artistas de la rama teatral. Está pensada para que pueda ser presentada en distintos espacios y que todos los elementos de la obra (vestuario y escenografía) puedan formar parte de nuestras mochilas", asegura Diego Mendoza Peña.

"El objetivo original del grupo fue llevar el teatro por los pueblos. Salir a buscar al público latente y generar un intercambio con la gente de teatro que encontremos en el viaje", asegura Diego Biancotto.

El viaje de "La Terraza" comenzó en la ciudad de Colón, provincia de Buenos Aires, con un contrato para hacer una función y tres contactos más que en el camino comenzaron a desarrollar. "De allí, el carro de trovadores empezó a andar, haciendo camino al andar", señala Mendoza Peña.

"Nuestro trabajo comenzaba al llegar a una ciudad. Ahí hacíamos los contactos con la próxima población para poder llevar el espectáculo. Buscamos un eslabón tras otro para formar esta cadena que unió en esta primera etapa veinticuatro ciudades", agrega.

El proyecto de los actores es concluir la gira en el 2003, para unir la provincia de San Luis con la de Jujuy. Para hacerlo tienen un gran incentivo: "Durante los cinco meses que estuvimos viajando con la obra nos sorprendió la ayuda de la gente. Nosotros sólo pedíamos un lugar para dormir y otro para actuar, pero el apoyo generalmente superaba nuestras expectativas por lo que queremos alcanzar el proyecto original que es llegar a La Quiaca".

Fuente: http://www.eldia.com.ar/ediciones/20021215/espectaculos4.asp

sábado, 14 de diciembre de 2002

Una balsa para náufrago

TEATRO CRITICA / NAUFRAGUIDAD

Se presenta en La Rosa de Cobre esta obra dirigida por el platense Fernando Cipolla, que provoca fuertes emociones y manifiesta la búsqueda de un nuevo lenguaje teatral

Por Ana M.Tótoro
Especial para Hoy

Fernando Cipolla es un actor y profesor de teatro platense que incursiona, en esta ocasión, en la dirección de un trabajo novedoso y que causa desasosiego. Explica que, como punto de partida del proceso creativo, se basó en un cuadro del artista Theodore Gericault, que pintó

La balsa de la Medusa en el año 1819, inspirándose en el hecho real del hundimiento del buque Medusa a causa de la negligencia de su capitán. Esta es la bella imagen con que se inicia el espectáculo y, a partir de ella, se enhebran los discursos de los siete personajes que manifiestan sus ideas inconscientes. Aparece, entonces, la ebriedad de un hombre de ciudad aplastado por la melancolía, una novia apasionada en busca de algún capitán encantado, una madre y una hija que se esfuerzan por encontrar su identidad, una dama engañada, un hombre que se anima a mostrar las mil caras de su ser y un contramaestre que se enfrenta con la frustración, la euforia y el deber de capitanear una endeble balsa con sobrevivientes.

Ellos constituyen un símbolo de los seres que se embarcan en la vida e intentan, en vano, descubrir por dónde pasan los límites de la realidad. Todos ellos, además, están condenados de antemano al inevitable final. “La muerte es así: nos ronda, nos seduce, nos atrapa, no nos deja escapar...”; dice el programa de mano. Y es por esta razón que la muerte se transforma en la presencia más fuerte y dominante de la obra.

El espacio escénico se puebla de elementos cuidadosamente seleccionados, que son bien utilizados por los actores y ayudan en la creación de logradas imágenes, como los sugerentes hierros de la nave. Un verdadero hallazgo es la utilización del sillón de odontología como lugar de tortura y la perforadora como un torno siniestro. El vestuario subraya con los sucesivos cambios lo manifestado por las palabras y actúa como eficaz refuerzo. También adquiere singular importancia la participación permanente y protagónica de la música en vivo, que descubre a un talentoso creador.

En síntesis: un espectáculo que es en sí mismo búsqueda de un lenguaje teatral nuevo y que, además, permite una lectura de nuestra más cercana realidad.

Ficha técnica:
Obra: Naufraguidad
Intérpretes: Marina Assereto, Laura Conte, Pablo Giurleo, Romina Lugano, Roberto Pérez Escalá, Juan Valerio y Jessica Wagner.
Escenografía: Los Tripulantes.
Vestuario: Analía Seghezza.
Música original y sonorización: Federico Valdez.
Dirección: Fernando Cipolla.
Lugar: La Rosa de Cobre (51 casi 16)
Funciones: Sábados 21.30 hs.

Fuente: http://pdf.diariohoy.net/2002/12/14/pdf/18.pdf

Las tablas le hicieron fuerza a la motosierra

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