Lunes 26 de noviembre de 2001 | Publicado en edición impresa
Escena de "Don Quijote", en la que Iñaki interpreta a Basilio, un papel en el que siempre está deslumbrante. Foto: M. Méndez
Espectáculo coreográfico. Con Iñaki Urlezaga, las bailarinas invitadas Roberta Márquez y Sofía Mazza y el Ballet Concierto. Programa: "Don Quijote suite", de música de Minkus, coreografía de Marius Petipa; "Bolero", música de Ravel, coreografía de Miguel Angel Elías, y "Apolo y sus tías", música de Offenbach, coreografía de Oscar Araiz. Directoras artísticas del Ballet Concierto: Lilian Giovine y Esmeralda Agoglia. Luna Park.
Nuestra opinión: muy bueno.
El espectáculo "Iñaki baila", nombre que Iñaki Urlezaga dio a sus primeras presentaciones por su cuenta y riesgo en el Luna Park, fue todo un desafío. La apuesta, aunque centrada en este platense que es primera figura en el Royal Ballet, incluía a su compañía, el Ballet Concierto, y nuevas coreografías de creadores argentinos.
En este sentido, la idea fue bien pensada, por cuanto hubo oportunidad de ver diferentes facetas del artista y su elenco. El comienzo fue el clásico "Don Quijote", que Lilian Giovine preparó a modo de suite montando fragmentos del primer acto y del último. Una buena adaptación que mostró momentos cumbres de la obra, con un cuerpo de baile muy afiatado.
Distintos solistas se destacaron según papeles con sólida técnica: Alcora Ocampo y María Massa fueron las revoltosas amigas de Kitri; Juan Manuel Ortiz dio estampa al Torero; seductora y pícara estuvo Caroline Quiroz como la Mujer de la Calle; romántica, Natalia Mujtar caracterizando a Cupido, y muy entrenados en la danza de inspiración hispana Claudia Pontoriero y Federico Fleitas, en el Bolero.
Un hito de Iñaki
Iñaki fue estupendo en un personaje que tiene adentrado como segunda piel. Basilio, el joven barbero enamorado de Kitri, es uno de sus hitos. Tanto en interpretación y detalles de mímica como en las exigencias técnicas. Su alta figura se ve brillante desgranando la bravura de los pasos en las distintas variaciones. Tiene un magnífico ballon, una propiedad de giro formidable, con un eje preciso que le permite llegar a seis piruetas fácilmente. Importante en este caso es la línea, majestuosa a la par que armónica.
Urlezaga maneja su musculatura con elasticidad felina, algo que se observa en la perfectas terminaciones y en la sincronización de secuencias difíciles. Tal el caso de la recta de double tours y passé, y la gama de giros, vertiginosos y ardientes, a los que da el remate justo y el control necesario para no pasarse de "revoluciones".
Como Kitri actuó la bailarina brasileña Roberta Márquez, del Ballet del Teatro Municipal de Río de Janeiro. Menuda, simpática y radiante, tiene un potencial técnico que se ejemplifica en altas posiciones, fuertes puntas y excelentes fouettées. Es volátil, pimpante, cualidades que se adaptan a ese coqueto personaje. De sus tantas buenas condiciones sobresale la flexibilidad de sus muñecas, que hace que las manos tengan elocuente expresión. Ambos conformaron una agradable pareja, comunicada, en la que se vio también la gran habilidad de Iñaki como partenaire.
Seducción y hechizo
"Bolero", con la famosa música de Maurice Ravel, fue estreno. La coreografía de Miguel Angel Elías, integrante del Ballet del San Martín, sigue absolutamente los lineamientos de la danza contemporánea. Para esta obra fue invitada Sofía Mazza, compañera de Elías en ese plantel. La idea se basa en el contacto inicial de mujeres y varones, de cómo ellas ejercen su seducción con ternura y tozudez, hasta que los hombres entran en el hechizo. Con desplazamientos de masas muy logrados, videos proyectados en una pantalla de fondo, Mazza acucia los sentidos de Urlezaga, que al principio rechaza el acercamiento. Siguiendo el in crescendo de la música, la atracción se transforma en pasión, en un fuego que los dos comparten. Imágenes de lírico amor compensan el lado sensual. Los demás se conjugan en las mismas emociones, pero los que llevan el ritmo de los acontecimientos son los que primero se avistaron. El final, tan vibrante musicalmente, tiene asimismo impacto en la coreografía, cuando el protagonista se derrumba y queda solo en escena, como si lo anterior hubiera sido producto de sus fantasías y anhelos.
Sofía Mazza, experta en el estilo contemporáneo, estuvo formidable en una interpretación en la que desnudó todos sus sentimientos y dándoles a estos las formas que Elías eligió. Iñaki se lleva bien con esta vía, si bien tiene aún resabios clásicos en su actitud. Para dar vuelo a sus virtudes, hay partes en las que el coreógrafo apela a este vocabulario en una suerte de variaciones. Por otro lado, el bailarín se entregó de lleno a la interpretación y su comunicación con Mazza fue ideal.
De Grecia a Temperley
El final fue el estreno en nuestra capital de "Apolo y sus tías", obra que Oscar Araiz hizo para Urlezaga y la compañía hace un tiempo y que se vio por primera vez en La Plata. La burbujeante música de Offenbach acompaña este dislate, inspirado en el texto de Juan Carlos Ferrari "Apolo y sus nueve tías".
Aquí, el dios griego se convierte en un simple muchacho de Villa Parnaso, Temperley. La escuela de baile de uno de sus nueve parientes mujeres es el espacio donde ellas dejan volar su imaginación, con la convicción de que son las pares humanas de las musas de Apolo. Torpe, intentando ser amable, no le queda más remedio que unirse como único varón a las veleidades de bailarinas que tienen tanto sus familiares como otras alumnas.
Así, Araiz montó diferentes cuadros en los que siempre está implícito el humor. Hace un repaso fugaz por la historia del ballet en cariñosa parodia. Una de las mujeres, muy concentrada y sumergida en el clásico, se cree Giselle y allí arrastra al cándido aprendiz. La maestra, exigente y ridícula, lo abruma con correcciones.
Iñaki aprende la mazurka, las poses de Albercht, y se engancha con el frenético personaje de El Peruano, de "Gaité parisienne", que creó Leonide Massine en 1938. De ese título también está el can can, interpretado por picarescas chicas en corsets. Por supuesto que Araiz no copia, sino que adapta esas obras a su fluido y mágico estilo, al que imprimió sutil comicidad. En el transcurso de la obra surgen reminiscencias de la tormenta de "La fille mal gardée", de Frederick Ashton, y poses y secuencias de "Apollon musagéte", de Balanchine. No puede faltar el baile español ni la trágica protagonista que se golpea el pecho en mea culpa como símbolo de la danza moderna de las pioneras como Martha Graham.
La célebre Barcarola, de la ópera de Offenbach "Los cuentos de Hoffmann", da el cierre romántico, en donde el ya enamorado Apolo es consagrado como bailarín. La coreografía da pie a que Urlezaga extraiga un alma juguetona, que sabe dar cauce a la risa, a la chispa cómica y en el que se lo ve muy cómodo. Excelente el elenco, que no cesa de bailar en una vertiginosa sucesión de escenas.
Silvia Gsell
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/354270-inaki-urlezaga-por-su-cuenta-y-riesgo